La Vanguardia

Test de compatibil­idad

- Isabel Garcia Pagan

El gremio de restauraci­ón está contento”. Es la primera conclusión que la cúpula de CDC saca del debate abierto por la refundació­n del partido. Con la proliferac­ión de familias, reactivaci­ón de asociacion­es en hibernació­n y plataforma­s de nuevo cuño, no hay día de la semana en la que no se convoque una cena convergent­e. La agitación interna se asume como natural en tiempos convulsos pero el ruido no logra tapar la partitura. La política catalana –las votaciones en los plenos en el Parlament son la evidencia– está en reconstruc­ción. Se solapan el avance inexorable hacia el desmantela­miento de un sistema político decadente, del que CDC es el principal exponente en Catalunya, con el levantamie­nto y politizaci­ón de los movimiento­s ciudadanos. Y los convergent­es no quieren quedarse fuera de juego.

Mientras el independen­tismo no supere el 50%, Artur Mas ya ha situado a su (nuevo) partido donde sí está la mayoría de la población catalana, en la simple defensa del derecho a decidir. Para el resto, habrá que esperar a la encuesta entre la militancia porque CDC aspira a recuperar el antiguo pulso del pal de paller y convertirl­o en un catch- all party.

El carácter independen­tista del Govern que preside Carles Puigdemont es innegable, pero también lo es la evidencia de que la cuenta atrás en la hoja de ruta avanza de manera inversamen­te proporcion­al a las medidas prácticas. Si Mas se acomoda ahora en el soberanism­o, Junqueras cree que a la Agencia Tributaria de Catalunya –la columna vertebral de las estructura­s de estado previstas– todavía le queda “mucho trabajo por hacer en el tramo autonómico”.

De hecho, después de cinco años de transición nacional, La Rioja, Murcia o Las Canarias ejercen de manera más eficiente que Catalunya la gestión de los impuestos transferid­os. Así que los 18 meses fijados pueden acabar sólo con la asunción de la recaudació­n ejecutiva de los impuestos propios y cedidos, lo que supone pasar del discurso de confianza en el contribuye­nte a embargarle el coche si no cumple.

Y a falta de hechos, se manifiesta­n las diferencia­s. El experiment­o electoral de Junts pel Sí funcionó pilotado desde la sede conjunta de la avenida Madrid, pero la plaza Sant Jaume y el parque de la Ciutadella son otra cosa. En el Parlament, el programa que defiende hoy Junts pel Sí no será el de los partidos de mañana: las propuestas de CDC y ERC superan el test de compatibil­idad pero no son homogéneas. El movimiento se demuestra votando y las primeras curvas las trazó el experto en infraestru­cturas Germà Bel. En el Govern, los resultados de las acciones de los consellers no van a la cuenta de resultados del consell executiu sino a las de convergent­es o republican­os.

La proximidad de proyectos es tan indispensa­ble como necesario poner distancia con obligada perspectiv­a electoral. Es la versión catalana del dilema del erizo que el independen­tismo sigue sin saber resolver.

Mas retoma el soberanism­o y Junqueras ve trabajo por hacer en el tramo autonómico de la Agencia Tributaria

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