Test de compatibilidad
El gremio de restauración está contento”. Es la primera conclusión que la cúpula de CDC saca del debate abierto por la refundación del partido. Con la proliferación de familias, reactivación de asociaciones en hibernación y plataformas de nuevo cuño, no hay día de la semana en la que no se convoque una cena convergente. La agitación interna se asume como natural en tiempos convulsos pero el ruido no logra tapar la partitura. La política catalana –las votaciones en los plenos en el Parlament son la evidencia– está en reconstrucción. Se solapan el avance inexorable hacia el desmantelamiento de un sistema político decadente, del que CDC es el principal exponente en Catalunya, con el levantamiento y politización de los movimientos ciudadanos. Y los convergentes no quieren quedarse fuera de juego.
Mientras el independentismo no supere el 50%, Artur Mas ya ha situado a su (nuevo) partido donde sí está la mayoría de la población catalana, en la simple defensa del derecho a decidir. Para el resto, habrá que esperar a la encuesta entre la militancia porque CDC aspira a recuperar el antiguo pulso del pal de paller y convertirlo en un catch- all party.
El carácter independentista del Govern que preside Carles Puigdemont es innegable, pero también lo es la evidencia de que la cuenta atrás en la hoja de ruta avanza de manera inversamente proporcional a las medidas prácticas. Si Mas se acomoda ahora en el soberanismo, Junqueras cree que a la Agencia Tributaria de Catalunya –la columna vertebral de las estructuras de estado previstas– todavía le queda “mucho trabajo por hacer en el tramo autonómico”.
De hecho, después de cinco años de transición nacional, La Rioja, Murcia o Las Canarias ejercen de manera más eficiente que Catalunya la gestión de los impuestos transferidos. Así que los 18 meses fijados pueden acabar sólo con la asunción de la recaudación ejecutiva de los impuestos propios y cedidos, lo que supone pasar del discurso de confianza en el contribuyente a embargarle el coche si no cumple.
Y a falta de hechos, se manifiestan las diferencias. El experimento electoral de Junts pel Sí funcionó pilotado desde la sede conjunta de la avenida Madrid, pero la plaza Sant Jaume y el parque de la Ciutadella son otra cosa. En el Parlament, el programa que defiende hoy Junts pel Sí no será el de los partidos de mañana: las propuestas de CDC y ERC superan el test de compatibilidad pero no son homogéneas. El movimiento se demuestra votando y las primeras curvas las trazó el experto en infraestructuras Germà Bel. En el Govern, los resultados de las acciones de los consellers no van a la cuenta de resultados del consell executiu sino a las de convergentes o republicanos.
La proximidad de proyectos es tan indispensable como necesario poner distancia con obligada perspectiva electoral. Es la versión catalana del dilema del erizo que el independentismo sigue sin saber resolver.
Mas retoma el soberanismo y Junqueras ve trabajo por hacer en el tramo autonómico de la Agencia Tributaria