La venganza de la geografía
El discutido y discutible pacto entre la Unión Europea y Turquía sobre los refugiados sirios es una lección de amargo realismo, que España contempla desde una gélida distancia, de nuevo ensimismada en lo “suyo”.
Esta semana, cuando los negociadores de la Unión Europea y de Turquía llegaron a un acuerdo para devolver refugiados sirios al otro lado del Bósforo a cambio de dinero para la Sublime Puerta y de libre visado para los ciudadanos turcos que quieran viajar Europa, un libro tembló en los anaqueles. Advierto que es un volumen grueso. Si llega a caer sobre nuestras cabezas, el golpe será doloroso. El libro que tiembla de emoción es La venganza de la geografía, de Robert Kaplan.
Kaplan (Nueva York, 1952) es autor, entre otros ensayos, de una magnífica radiografía de los Balcanes anterior al incendio de Yugoslavia. Es el vidente que en 1994 escribió La anarquía que viene, mientras Francis Fukuyama aún predicaba El fin de la historia. Pronosticó la aparición de nuevas redes de terrorismo, la proliferación de estados fallidos y la explosión juvenil en el norte de África. En el 2012 decidió escribir una vigorosa reivindicación de la geografía tras constatar el fracaso de Estados Unidos en Irak.
“Aquellos que olvidan la geografía, jamás pueden derrotarla”, escribe el Kissinger del periodismo norteamericano. Sus libros deberían venderse con una frase de advertencia en el lomo: “El realismo norteamericano puede afectar seriamente la capacidad de ensoñación del público europeo”.
En su ensayo geográfico, Kaplan recuerda a los europeos que su verdadero continente se llama Eurasia, la mayor isla mundial, pegada a África por Suez y Gibraltar. Europa Occidental es la periferia socialmente pacificada, rica –aún– y democrática de esta inmensa plataforma, cuyo corazón territorial lo forman la Europa del Este, Asia Central y Siberia –el antiguo espacio soviético–, con un bajo vientre eternamente inflamado: el Gran Oriente Medio.
El Gran Oriente Medio casi siempre ha estado en guerra. Es el principal corredor a través del cual los imperios asiáticos han intentado aproximarse a Europa. Sus reservas de petróleo y gas natural siguen siendo gigantescas, lo sabemos bien. Pero no todo se reduce a una implacable lucha por el control de las reservas de hidrocarburos y sus rutas hacia Occidente. Los puertos del Gran Oriente Medio también son fundamentales para la estabilidad del tráfico marítimo chino. La gran pelea del mundo tiene lugar en ese bajo vientre.
La venganza de la geografía no es un ejercicio meramente teórico. Ya no lo es, al menos, para los europeos. El zarpazo del Estado Islámico en París y la masiva llegada de refugiados sirios a las costas de Grecia estan modificando en muy poco tiempo la política europea. El acuerdo de esta semana entre la Unión y Turquía es un pacto euroasiático. Un pacto moralmente discutible, que surge del miedo de parte de las clases medias centroeuropeas y de la falta de apoyo de Francia a Alemania. Hoy hay elecciones regionales en los länder de Baden-Würtemberg, Renania-Palatinado y Sajonia-Anhalt.
La venganza de la geografía también nos recuerda que los Pirineos aún existen. España asiste a ese nuevo cuadro crítico con gélida lejanía, acentuada por la interinidad política. Apenas hay refugiados sirios en España. El país, como en otras épocas, está en lo “suyo”. En el ensimismamiento.
Entrevistado en diciembre del 2013 por Marc Bassets para La Vanguardia, Kaplan decía lo siguiente sobre España: “Madrid se halla en un centro muy solitario de la Península y existen otros centros periféricos. Con la crisis y la cesión de poder a Bruselas es lógico que haya fuertes movimientos regionales. Si el centro controla un territorio muy amplio y no es suficientemente flexible, puede conducir a una excesiva burocratización y a una economía ineficiente. Una Catalunya independiente tendría sentido históricamente. Pero una Catalunya con éxito podría estar harmónicamente en España”.
Además de realista, Kaplan sabe ser diplomático. Sus palabras, sin embargo, encerraban la pregunta clave: ¿Tiene suficientes hombros el centro español para resistir todo el peso de la crisis, marginando a sus periferias?
La respuesta está inscrita en los resultados electorales del 20 de diciembre y parece bastante evidente.