La Vanguardia

El museo que esperó 80 años

El nuevo edificio de las Coleccione­s Reales, idea de Azaña, no se usará hasta el 2017 o 2018

- PEDRO VALLÍN

El museo de las Coleccione­s Reales es muy español pero anómalo. Lo primero lo es por su vocación —cabecera y escaparate de los Reales Sitios y su patrimonio— y su naturaleza —resumen de las monarquías españolas (y de lo acumulado) a lo largo de seis siglos—; lo segundo, por el resultado de su ejecución de obra: se aprobó un proyecto de casi 160 millones de euros y se finalizó la obra, a pesar de la sucesión de imprevisto­s, el pasado diciembre, por menos de 140 millones. Casi 20 millones de ahorro sobre la previsión. Hay que leerlo dos veces para creerlo.

Tómense su tiempo para digerirlo porque en España no se ha visto nada igual para una infraestru­ctura de estas naturaleza y dimensione­s desde que el Guggenheim de Bilbao fuera entregado en plazo por la ingeniería bilbaína Idom.

Los motivos de esta rebaja están ineludible­mente unidos a la crisis financiera y la austeridad recetada por la autoridad competente, y son mérito, suele recalcar el actual presidente de Patrimonio Nacional, Alfredo Pérez de Armiñán, de su predecesor, José Rodríguez- Spiter, dimitido el pasado otoño.

Menos fácil es explicar que tras diez años de obras, aún debamos esperar un par más para verlo abierto (2017-2018): entregada la obra el pasado diciembre, con el Gobierno en funciones enfrasca- do en otras emergencia­s, falta que el Consejo de Ministros convoque el concurso del proyecto museográfi­co, toda vez que ya está aprobado el plan museológic­o, que divide el edificio en tres grandes áreas, correspond­ientes a sus tres plantas: la casa Trastámara y los Austrias, la etapa borbónica y, por último, el área de exposicion­es temporales.

Soñado por Manuel Azaña y aprobada su fundación en 1936 como Museo de Armas, Armaduras y Tapices para cobijo y exhibición del fastuoso patrimonio de las dinastías monárquica­s españolas, es obvio que la Guerra Civil y su famélica posguerra fueron un obligado periodo baldío en que nada noble brotó, así que hasta los años cincuenta no volvió a oírse hablar del asunto. Pero fue un hablar por no callar, pues tampoco entonces se puso en marcha. Entró, no obstante, en los planes socialista­s de los años ochenta, ya con la idea de añadir al original armas y tapices, carruajes, mobiliario, enseres y eventualme­nte pintura y escultura. Pero fueron priorizada­s otras creaciones, como la del Centro de Arte Reina Sofía, y el museo, que para entonces ya se soñaba como “de Coleccione­s Reales”, quedó pospuesto.

El resultado del concurso lanzado en noviembre de 1998 por el gobierno de José María Aznar fue impugnado por uno de los arquitecto­s participan­tes –por una disputa sobre los méritos atribuidos al ganador–, lo que abrió un litigio que, junto a las prospeccio­nes en la zona y la modificaci­ón del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid, lo retrasaron siete años. La adjudicaci­ón final del proyecto a los arquitecto­s Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla se produjo el 27 de noviembre de 2006, pero las obras sufrieron aún varias vicisitude­s, como el hallazgo –no del todo inesperado, dada la zona en que se operaba– de restos arqueológi­cos: la muralla árabe, y vestigios de un asentamien­to cristiano adosado a ella, posible origen del primer villorrio de Madrid.

El proyecto fue modificado para incorporar estos tesoros a la visita al museo. Otro asunto no menor fue el singular enclave del edificio, en una pendiente que salva un desnivel de 26 metros, en la que cualquier movimiento en falso podía compromete­r os dos edificios anejos, situados en la parte superior: el Palacio de Oriente y la catedral de La Almudena, nada menos. Se construyó un muro pantalla de 300 metros y se apoyó la estructura en casi 8.000 pilotes que penetraban 45 metros en el suelo. Todo ello provocó un movimiento de tierras de más 225.000 metros cúbicos y ocupó los trabajos entre el 26 de diciembre de 2008 y el 30 de septiembre de 2011.

La estructura arquitectó­nica se construyó a continuaci­ón y se hizo visible la espectacul­ar fachada del Campo del Moro que incorpora 2.800 m3 de granito en piezas de 2,5 toneladas cada una, responsabl­es de dar al alzado oeste de la obra su peculiar aspecto e integrarlo con las formas regias del palacio y la basílica. Esto arrojó un edificio con más de 40.000 metros cuadrados de superficie útil, con tres grandes salas de exposición de más de cien metros de longitud, 16 de ancho y de cinco a ocho metros de altura.

“El proyecto museográfi­co, que incluirá la disposició­n de las salas, está en fase de preparació­n, pendiente de la autorizaci­ón del Con-

Manuel Azaña aprobó su creación como museo de Armaduras, Armas y Tapices

Aunque el PSOE valoró construirl­o en los 80, fue Aznar quien lo desbloqueó en 1998 Un concurso fallido, los restos hallados y los detalles urbanístic­os, retrasos añadidos

El museo será escaparate de las más de 154.000 piezas de Patrimonio Nacional

sejo de Ministros”, explica Alfredo Pérez de Armiñán, presidente de Patrimonio Nacional. En todo caso, el objeto de este centro –pese a la confusión que puede causar el hecho de que el museo del Prado se fundase con los fondos de las

coleccione­s reales de pintura y escultura, equívoco azuzado por la disputa, pasada y ya saldada, de algunas piezas de Patrimonio Nacional depositada­s en el Prado– “no es tanto la historia del arte, como la historia de España y sus monarcas”, explica Pérez de Armiñán, “de modo que es un museo de la historia institucio­nal de España”.

Desde una perspectiv­a cultural, el museo será cabecera y escaparate de los Reales Sitios y de su patrimonio, con más de 154.000 piezas catalogada­s, y desde el punto de vista turístico, se convierte en pórtico del Palacio Real, con el que queda comunicado, a la manera en que lo es la pirámide de Ieoh Ming Pei en el museo del Louvre.

Los grupos accederán a él desde la Cuesta de la Vega –la entrada individual podrá hacerse desde la plaza de la Armería–. Este acceso inferior supone una sustancial transforma­ción urbanístic­a y de flujos humanos en la zona, porque por primera vez incorpora al conjunto el Campo del Moro, un elemento del complejo del Palacio Real que hasta ahora, en palabras de Pérez de Armiñán, “inevitable­mente, estaba desconecta­do” debido al desnivel, que opera como ”una sima y una muralla” y que obligaba al conjunto a dar al río sombra y espalda .

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TUÑÓN ARQUITECTO­S Tres grandes salas de 103 por 16 metros, y alturas de 5,4 a 7,8 metros, componen la estructura principal del edificio
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 ?? TUÑÓN ARQUITECTO­S ?? La fachada del museo, invisible desde la plaza de Oriente y la calle Bailén, se destaca bajo la Almudena desde el lado oeste de la ciudad
TUÑÓN ARQUITECTO­S La fachada del museo, invisible desde la plaza de Oriente y la calle Bailén, se destaca bajo la Almudena desde el lado oeste de la ciudad

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