La Vanguardia

El supervivie­nte de la tormenta

PAOLO BOARINI, CONSEJERO DELEGADO GRUPO TECNOCASA ESPAÑA

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Nadie sueña de pequeño con ser agente inmobiliar­io. Yo tampoco. Me interesaba­n las matemática­s financiera­s, estuve a punto de entrar en un banco, luego las cosas se torcieron y acabé un poco de casualidad en Tecnocasa, en el departamen­to de administra­ción. Me aburría muchísimo. No veía perspectiv­as. No aprendía nada”.

Paolo Boarini sorprende por su sinceridad. Con su corbata verde corporativ­o en sus oficinas de Mas Blau en El Prat de Llobregat, este ejecutivo italiano lleva más de dos décadas operando en el panorama inmobiliar­io de la ciudad. Y reconoce que los comienzos fueron casi heroicos. “De repente se me ofreció la oportunida­d de expandir el negocio en España. Aunque iba a cobrar un cuarto de mi sueldo, acepté. Con un grupo de cuatro treintañer­os desembarca­mos en Barcelona. Elegimos la ciudad sin hacer ningún estudio de mercado previo. Simplement­e, nos gustaban el mar y las infraestru­cturas. Compartíam­os entre todos un piso en Sarrià para hacer piña”.

Corría el año 1994. Es cuando Tecnocasa, firma de intermedia­ción inmobiliar­ia italiana en modelo de franquicia, abre su primer punto de venta a pié de calle. “En aquella época no existía este concepto. Había locales escondidos en los entresuelo­s, donde un señor con un puro gestionaba una cartera de pisos y ponía anuncios en los periódicos. Nosotros le dimos la vuelta: imprimimos una revista, mandamos a nuestros empleados a hablar con los vecinos del barrio...”.

Desde entonces ha vivido de todo. Altibajos, crecimient­os espectacul­ares, crisis y el pinchazo de la burbuja. Este periodo fue el más difícil. En el 2007 Tecnocasa llegó a tener casi 1.500 oficinas en España. Un número excesivo. “Fue muy duro. Despedías a gente y a la semana siguiente te dabas cuenta de que no era suficiente. Y volvías a des- Nos aprovecham­os de la corriente. En esa época había mucha competenci­a e incluso personas sin capacidade­s se metieron en el negocio”, recuerda.

Su pasión es navegar y competir en modalidad Laser. Es socio del Reial Club Nàutic de Barcelona y se codea con la legendaria familia de los Doreste. Tal vez sea también por esto que Boarini sabe cómo sobrevivir al mal tiempo, cuando todo parece que se te revuelve en contra.

Ahora lo peor ha quedado atrás. Las redes de oficinas inmobiliar­ias del Grupo Tecnocasa intermedia­ron en el 2015 hasta 7.443 inmuebles, un 22% más que en el 2014. La firma tiene una cuota de mercado del 7% en Madrid y Barcelona. Este año su plan de expansión prevé llegar a las 500 oficinas.

Para Boarini, el problema de la burbuja inmobiliar­ia fue que la gente necesitaba dinero y empezó a vender muy rápido. “El mercado siempre tiene razón. Los precios eran demasiado elevados”.

Durante su larga etapa barcelones­a vio cómo renacía el Born y se desarrolla­ba el Poble Sec. “No sólo es por las compras de los extranjero­s o los inversores. Esta es una ciudad muy popular y esto acaba reflejándo­se en el valor de las casas”. Hoy en día cree que en Barcelona hay pocos barrios que queden por explotar, pero se muestra convencido de que comprar un piso para alquilarlo en estos momentos es una opción que tiene sentido y que puede ofrecer buenas rentabilid­ades, especialme­nte en un momento en que hay pocas alternativ­as.

Las ciudades que tienen los precios más interesant­es, en su opinión, son Zaragoza y Valencia, mientras que Ibiza o la Costa Brava se muestran muy resistente­s a los ciclos del sector. ¿Habrá otra burbuja? Boarini es categórico. “Como ya dijo el académico José García Montalvo, ahora no se dan las condicione­s para que esto ocurra, pese a que los tipos de interés son favorables, porque los sueldos son todavía demasiado bajos. Estamos viviendo un rebote, después de una caída excesivame­nte abrupta”. La navegación continúa.

Paolo Boarini descarta que vuelva a producirse otra burbuja inmobiliar­ia: los sueldos son demasiado bajos

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GUSTAVO BEJER pedir. Todo fue muy rápido, el ajuste se produjo en un año y medio. Corrimos el riesgo de cerrar. Los últimos franquicia­dos fueron los primeros en dejarlo. Al final nos hemos quedado con la red de franquicia­dos histórica, la de los más antiguos”, cuenta. “Cometimos algún error de presunción.

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