“Hemos dado la presidencia a Hillary”
Lágrimas en la celebración de Marco Rubio después de suspender su campaña por la derrota en Florida ante Trump
La reportera le pone la alcachofa por delante, casi en los labios. –¿Me haces una declaración? –¡Buaaaa! Daniela Ferrero, de 18 años, se derrumba. Un torrente de lágrimas. Su compañero, Chris Willis, de 33, la abraza. Ella se rehace un poco, entre hipidos.
–Estoy muy orgullosa porque el primer voto de mi vida se lo he dado a Marco Rubio.
Esto sucedió después, cuando el senador ya había anunciado la suspensión de su campaña.
La convocatoria que hace un rato ha traído a Daniela hasta aquí indica que Rubio asiste este martes en Florida a “la celebración de la noche de primarias”.
Los funerales también se cele- bran. De fiesta a velatorio.
Al acceder al lugar, una sala dentro del complejo de la Universidad Internacional de Miami, los periodistas que siguen la campaña por la nominación republicana del cubano-americano se sorprenden. El recinto es pequeño.
En cambio, la dimensión del circo mediático permite intuir que va a ocurrir algo. Esto huele a cadáver presidencialista. Y sus allega- dos no se han enterado o no quieren darse por informados.
Empiezan a salir los resultados y el innombrable –como le denomina Brandon Isahicke: “Ya sabes a quién me refiero, al propagador del odio”– arranca con fuerza.
Se acerca al 50% del escrutinio en Florida, en casa de Rubio, y Donald Trump le saca más de 20 puntos. “Vamos a remontar”, insiste Chris, el activista. “En el recuento de las grandes ciudades ganamos y esto se girará”.
Por si acaso, Esteban Bovo, un veterano que se exilió de Cuba siendo un niño, ofrece una dosis de realismo mágico. “Si se confirma que pierde, sigue la campaña. Nada está perdido hasta que todo está perdido”. Es decir, que Rubio no ha de retirarse –da igual el resultado– para así poder ir a una convención abierta en julio. Si Trump no logra mayoría absoluta de delegados, el establishment puede apostar por otro. En ese río revuelto, Rubio podría pescar. Esta es la apuesta que hacen todos ahora.
El protagonista irrumpe. Tras agradecer el esfuerzo –“No podíais hacer más”–, felicitar al ganador (critica su actitud divisiva), entonar el mea culpa y recordar a su madre –“A los 85 años, hoy ha votado para que su hijo sea presidente”–, lanzó la bomba.
Los partidarios del senador no querían que se retirara para competir en la convención de julio
Los gritos de “Marco, Marco, Marco” viran hacia el “no, no, no” y acaban, como ocurre siempre ante el primer vistazo del féretro, con llantos y suspiros.
“Se perdió la batalla, no la guerra”, replica Bovo. Rubio es joven y sigue en el Senado, precisa. –¿Usted habría seguido? –Yo sí, nunca tiro la toalla, salvo al morir.
“Después de Clinton o Trump en la presidencia, la gente se volverá hacia Rubio para que reagrupe el partido”, contesta Christopher Arias, de 21 años, estudiante de Ciencias Políticas e hijo de padre cubano y madre española, aunque se expresa en inglés. “Sólo ha de esperar cuatro años, la edad juega a su favor, tiene mucha energía e inteligencia para ofrecer lo que la derecha de Estados Unidos necesita”, añade.
Hace una disquisición. Rubio es correcto, pero no políticamente correcto. Por oposición a Trump, que vende no respetar las reglas de la corrección política y dice lo que la gente quiere oír, cuando en realidad “es un fanático equivocado”.
El activista Chris se consuela. “En el condado de Miami hemos ganado, por 63% a 22%. Jamás un presidente ha sacado tan poco”.
Escaso alivio. Si el amaño del 2000 en este estado la dio la victoria final a George W. Bush frente a Al Gore, Chris sostiene que “esta noche, en Florida, le hemos dado la presidencia a Hillary”.