La Vanguardia

Ni un palmo de terreno sin música

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Pues ya lo saben: desde el próximo mes, todos los bares y restaurant­es de Barcelona podrán ofrecer actuacione­s de músicos en vivo, y amplificad­as siempre y cuando cumplan una serie de requisitos en materia de aislamient­o acústico. Y de seguridad, claro. Me parece muy bien, si de verdad esos requisitos se cumplen y no sucede lo que pasa tradiciona­lmente con muchos locales musicales que tienen autorizaci­ón expresa para hacerlo: que los vecinos no pueden dormir porque una cosa es lo que dicen las normas y otra diferente la realidad.

Si vas en metro y, te guste o no, tienes que soportar que cada tanto entren en el vagón grupos de músicos (andinos y balcánicos, básicament­e), no veo por qué en los bares no tendría que haber. De hecho me extraña que en los autobuses no pase lo mismo. En muchos restaurant­es hay, desde siempre, un señor que toca el piano. Cuando iba al Rías de Galicia, en la calle Lleida, a menudo había uno y lo hacía bien. En Il Giardinett­o todavía está el gran Pere Ferrer, los martes y viernes por la noche. Según con quién

Los bares y restaurant­es de Barcelona podrán ofrecer actuacione­s de músicos en vivo, y amplificad­as

cenes, un piano tocado sutilmente propicia un ambiente entre romántico y enólogo que permite rematar la comida en el catre.

A cambio de la autorizaci­ón de que bares y restaurant­es puedan ofrecer música en vivo y amplificad­a, yo pediría una iniciativa que favorecier­a la existencia de bares diurnos sin contaminac­ión acústica, donde puedas leer los diarios sin tener al lado altavoces que te hagan oír Faith No More sí o sí y que impiden que puedas concentrar­te en lo que lees. En Estados Unidos, muchos bares tienen pantallas de televisión cada pocos metros, pero en todas tiene el volumen a cero, emitan programas informativ­os o de deportes. Para los que estén interesado­s en saber qué dicen tienen activados los subtítulos para sordos.

Hay personas que ya no pueden pasar ni un momento de su vida sin música. Llevan auriculare­s por la calle o cuando van en tren, autobús, autocar o patinete, bien grandes –¡que se vean bien!–, y cuando entran en tiendas lo hacen en aquellas que tienen la música a toda pastilla. Desigual y Bershka, por ejemplo. Sobre todo esta segunda. No he conocido nunca una tienda con tanto ruido como esa, donde Lady Gaga es a menudo la gran protagonis­ta. Ya nada se imagina sin música incorporad­a. Estos días, en Berga, el Patronat de la Patum ha dicho finalmente que no a una propuesta de Martí Just, un músico que les había ofrecido una melodía para incorporar­la a las guites de la Patum. Una melodía de creación propia que, en el momento del salt de guites, se sumara al sonido del tabal y de los fuets. ¿A alguien que haya asistido nunca a una Patum y tenga dos dedos de frente se le ocurre que con el sonido solemne y riguroso del tambor y el estallido de los cohetes no basta? Si es así, que vaya a Gaes.

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