La Vanguardia

Viendo el rugby con Beckett

LUDOVIC JANVIER (1934-2016) Escritor y ensayista

- RAFA MARTÍNEZ

La escritura supuso, para Ludovic Janvier –fallecido el 20 de enero en París de un cáncer–, el mejor remedio a la soledad que padeció durante mucho tiempo. Se volcó en ella tras una infancia desolada: si su madre, de origen antillano, apenas se interesó por él, la identidad de su padre se convertirá en todo un enigma. En La Confession d’un bâtard du siècle (Fayard, 2012) cuenta cómo, al descubrir la emoción que le procura la literatura, toma una decisión que le marcará para el resto de su vida. Y proclama: “Jamás volveré a estar solo del mismo modo”.

Los libros de Samuel Beckett le acompañaro­n desde su juventud. Prestando el servicio militar lee El innombrabl­e, que le deja una profunda huella. Unos años más tarde, entrada la década de 1960, conoce al escritor irlandés y decide dedicarle dos ensayos biográfico­s: el primero, titulado Pour Samuel Beckett y aparecido muy significat­ivamente en Les Éditions de Minuit en 1966, llega tras la constataci­ón de que el escritor no está contento con la biografía que le ha dedicado Deirdre Bair. El segundo, Beckett par lui-même (publicado en 1969 dentro de la colección que dirige Denis Roche en Seuil), es más original: se desarrolla a partir de una serie de voces en torno al autor de Esperando a Godot, fórmula que copiará Roland Barthes para su Barthes par lui-même.

Entre uno y otro libro, Janvier y Beckett tradujeron del inglés Watt, título que saldría publicado en su versión francesa en 1968, también en Minuit, sello habitual del segundo. Sobre este capítulo, Janvier recordaba algunos instantes: la mezcla de exigencia y amabilidad de Beckett, la consulta de forma continuada en el Littré en medio de un mar de diccionari­os o la tarde en que dejaron de trabajar para ver por televisión un partido de rugby entre Francia e Irlanda. Uno de los jugadores se llamaba, curiosamen­te, Molloy. Al año siguiente, el que fue antaño secretario de Joyce fue galardonad­o con el premio Nobel de Literatura.

De igual modo y desde bien temprano, Janvier se interesó por los autores del Nouveau Roman, a los que dedicó su tesis, Une parole exi- geante (1964). A comienzos de la década de 1970, mantuvo una larga entrevista con el escritor Claude Simon a través del correo. Ésta fue incluida en el número que la revista Entretiens consagró a este destacado miembro del movimiento liderado por Alain Robbe-Grillet.

Este escritor prolífico y apasionado cultivó igualmente la ficción: su primera novela, La Baigneuse, apareció en 1968 en Le Chemin, colección de Gallimard que dirigía su amigo Georges Lambrichs. Por aquel entonces, contaba con una revista homónima en la que Janvier publicó diversas colaboraci­ones. Al dejar de publicarse en 1977, siguió colaborand­o en la mítica (y renovada) Nouvelle Revue Française.

Durante décadas, permaneció fiel a la editorial que fundó Gaston Gallimard, donde vio la luz la mayoría de sus libros; tanto novelas ( Naissance, Monstre, va) como poemarios ( La Mer à boire, Doucement avec l’ange o Une poignée du monde), así como libros misceláneo­s ( Des Rivières plein la voix o Apparition­s), cada vez más frecuentes: de este modo, los géneros tradiciona­les dieron paso a una escritura transversa­l.

A este parisino de pura cepa (Fayard publica estos días Paris par coeur: “Andar por las calles de París es perderse y reconocers­e en ellas”) le gustaban el blues y el jazz. Y nada, pero que nada, la terminolog­ía del estructura­lismo, que aborrecía por pedante.

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RUE DES ARCHIVES / BRIDGEMAN IMAGES / MONIER

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