Mentor de Velázquez
El Museo de Bellas Artes de Sevilla expone la obra de Francisco Pacheco, el suegro del pintor de ‘Las meninas’
Francisco Pacheco puede ser más conocido por su condición de maestro y suegro de Velázquez que por sus virtudes pictóricas y artísticas, que fueron muchas. Nacido en Sanlúcar de Barrameda, Pacheco desarrolló su obra en Sevilla, donde fue uno de los pintores más solicitados y cotizados de los siglos XVI y XVII. El Museo de Bellas Artes de la ciudad hispalense, la segunda pinacoteca del país, acaba de inaugurar la muestra Francisco Pacheco (15641644). Teórico, artista y maestro, que estará abierta hasta junio y en la que colabora el Museu Nacional d’Art de Catalunya, que ha prestado alguna tela.
La importancia de Pacheco como maestro de Diego Velázquez es conocida pero esta muestra busca arrojar luz sobre otros aspectos de la vida del pintor, como su perfil teórico y erudito que le llevó a escribir algunos de los más importantes tratados de pintura y a protagonizar el ambiente intelectual de la Sevilla de la época, con su participación y liderazgo en las tertulias de aquel entonces, donde divagaba lo más granado de la intelectualidad sevillana.
La muestra pretende reivindicar a un Pacheco eclipsado por la genialidad de su yerno y la irrupción en la escena pictórica sevillana de otro genio como Zurbarán. Plantea un discurso complejo y amplio para mostrar tanto la evolución en su estética como los rasgos principales de su pensamiento humanista, su creatividad artística y, también, su labor como maestro de Velázquez y Alonso Cano.
Medio centenar de obras, de las que dos tercios proceden de otros museos e instituciones, además de colecciones privadas, proporcionan una visión amplia del entorno en el que se forjó el pintor y humanista. Además del citado MNAC, en la exposición se pueden contemplar lienzos cedidos por el Museo del Prado, el Lázaro Galdiano, la Academia de Arte de San Fernando, las bibliotecas Real y Nacional, además de una decena de obras pertenecientes al Bellas Artes sevillano y dos procedentes de la Universidad Hispalense.
Pacheco buscó alcanzar el ideal del pintor a la italiana. Con una excepcional formación humanística gracias a su tío, que compartía su mismo nombre, en sus tertulias con Fernando de Herrera, Arias Montano, Francisco de Medina o Rodrigo Caro siempre defendió el carácter de la pintura como una actividad erudita, basada en la ciencia y la antigüedad. Un intento de ennoblecer la pintura y separarla de su consideración como un oficio manual. Además de la pintura, Francisco Pacheco dejó una extensa obra escrita, en la que cabe destacar las semblanzas biográficas de ilustres y memorables varones que proporcionan una excelente visión de los genios de la época.
La muestra sobre Francisco Pacheco es, sin embargo, un aperitivo de lo que se espera que sea el gran acontecimiento del próxi- mo año: la celebración del 400 aniversario del nacimiento del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo. Con este motivo, el Museo de Bellas Artes sevillano ha emprendido un intenso trabajo de mantenimiento, limpieza y restauración de las 24 grandes obras de Murillo que se exponen habitualmente en la pinacoteca.
La celebración del año Murillo 2017 se mira como en un espejo en lo sucedido en Toledo con motivo de la celebración de 2014 como año de El Greco. Diversas or- ganizaciones de la sociedad civil y artística de la ciudad lamentan, sin embargo, el retraso que lleva acumulado el proyecto, retardo del que acusan especialmente al antiguo ayuntamiento popular dirigido por Juan Ignacio Zoido, que únicamente lo puso sobre la mesa con fines electoralistas, después de haberlo tenido dos años y medio olvidado en un cajón.
La conmemoración de la efemérides servirá también para que se pueda gestionar el regreso temporal de algunas de las grandes obras del pintor que fueron expoliadas durante la invasión napoleónica por parte del mariscal Soult, que hoy se exhiben en diferentes museos. De momento, ya se ha firmado un acuerdo con el Museo Walraff-Richartz de Colonia para que a los talleres de restauración del Bellas Artes arribe el cuadro El jubileo de la Porciúncula, que presidía el retablo del Convento de los Capuchinos de Sevilla, un lienzo de 4,30 metros.
Mientras tanto, el museo sigue a la espera de que se conforme un nuevo Gobierno al que acudir para exponer la urgente necesidad de expandir el espacio físico del Bellas Artes, una reivindicación que lleva décadas en el olvido por parte de las autoridades de Madrid, que en los presupuestos de los últimos años no han reservado ni un solo euro para el museo.
La exposición reivindica un autor eclipsado por la genialidad de su yerno y por Zurbarán