Sustituciones insustituibles
Les Luthiers estrena en Barcelona su antología ‘¡Chist!’ sin el desaparecido Daniel Rabinovich
Confiesan que no estaban al tanto, pero ríen complacidos: en marzo de 2015, el día del fallecimiento de Daniel Rabinovich, cofundador y piedra angular de Les Luthiers, una televisión rotuló: “Murió Rabinovich, un artista irremplazable”. Un texto de menor cuerpo añadía: “Había sido reemplazado por problemas de salud”. La captura, colgada en Twitter por Mark Healey, historiador de la Universidad de Connecticut y autor del libro The Ruins of the New Argentina, se convirtió en viral en pocas horas, y la prensa digital de América Latina y España celebró el gazapo como lo que era, un homenaje póstumo –quizá no del todo involuntario– al Rabinovich más efusivo, en su papel de Manuel Darío, aquel autocantor del que la crítica dijera: “En el caso de Manuel Darío, la cantidad de su producción musical no va en desmedro de la calidad; todo lo contrario, va en desmedro”.
Precisamente con Manuel Darío (canciones descartables), abre Les Luthiers, esta noche en el Auditorio Forum, la antología ¡Chist! Es una prueba de fuego para Martin O’Connor, que sustituye a Rabinovich (desde meses antes de su fallecimiento, como quería indicar el infortunado titular), pues todo el gag giraba en torno a él. Es una buena forma de disipar el temor del público. O’Connor defiende con aplomo y soberana gracia aquellos textos que parecían escritos para Rabinovich, y añade a sus galones un rotundo timbre de tenor que saca aún mayor partido de las canciones (ojo a La hija de Escipión). Al tiempo con, la suma de Horacio Tato Turano, Les Luthiers vuelve a ser un sexteto. La formación nació como quinteto, fueron seis desde 1971 hasta la muerte de Gerardo Masana, en 1973, y tras la salida de Ernesto Acher, de nuevo un quinteto, de 1987 a 2015.
“En realidad, Tato y Martín llevan con nosotros mucho tiempo”, explica Marcos Mundstock –la celebérrima voz de los solemnes parlamentos–. “La integración no ha sido difícil”. Tato Turano acompaña a Les Luthiers en sus giras como sustituto desde hace dieciséis años, mientras que Martín O’Connor hace cuatro que se unió a la forma- ción. Así que el renovado Les Luthiers que defiende esta selección de clásicos –estructurada en torno al episódico sainete político La Comisión (himnovaciones)– no sólo se ha sobrepuesto a la pérdida sino que parece dotado de un nuevo vigor merced a los refuerzos.
A punto de cumplir cincuenta años sobre la escena, a Les Luthiers sin embargo le ocurre que apenas tiene imitadores o discípulos, tan singular “y exigente”, apunta Car- los López Puccio, es su humor musical. Jorge Maronna (cofundador y el bautista del grupo) apunta que, no obstante, podría haber más Les Luthiers tras Les Luthiers: “Nuestros espectáculos están tan trabajados, los textos funcionan tan bien que cuando faltemos otros podrían llevarlos a escena”. No es poca cosa para un legado tan prolífico –más de una treintena de espectáculos, incluyendo varias antologías–. Lo improbable a corto plazo es que haya un texto nuevo, confiesa López Puccio: “El último, Lutherapia, nos requirió dos durísimos años de mucho trabajo y estrés. Eso y la desaparición de Daniel hace que hoy no nos veamos con ánimo de escribir un espectáculo nuevo”. Lo que, sin embargo, no augura una pronta retirada. Mundstock: “Nos quedan quizá otros cincuenta años. O un poco menos”.