La Vanguardia

Invierno en el desierto

La lluvia y el frío en Doha contagian a los actores de MotoGP, en plena guerra fría

- TONI LÓPEZ JORDÀ Doha (Qatar). Enviado especial

Que las mujeres vistan burka negro en las áreas públicas delimitada­s para tomar el sol, que tengan horarios diferentes a los hombres para ir a la piscina o el gimnasio, o que en las señales de los pasos el peatón dibujado vista túnica ya no debería sorprender a casi nadie que visite Qatar. Lo que sí que es chocante es llenar la maleta de mangas cortas para disfrutar de la primavera del golfo Pérsico y acabar enrollado en chaquetas e impermeabl­es porque refresca y llueve en el desierto. De este atípico tiempo otoñal se contagió la aristocrac­ia de MotoGP, que ayer regresaba a clase inmersa en una guerra fría tensa y a punto de explotar a la mínima chispa, en la víspera del comienzo del Mundial 2016.

En la diminuta sala de conferenci­as del circuito de Losail, a una veintena de kilómetros polvorient­os de Doha, se reencontra­ban por primera vez bajo el mismo techo Valentino Rossi, Marc Márquez y Jorge Lorenzo, cinco meses después de aquella electrizan­te rueda de prensa del 22 de octubre en Malasia. Sepang, contigo empezó todo. Lo recordarán: aquella en la que el Dottore escupió, junto a Marc y Jorge: “Márquez es un nuevo aliado de Lorenzo; es su fan. Estuvo jugando con nosotros en Phillip Island”. Allí se encendió la mecha, luego vino la patada con alevosía en la carrera malasia, la sanción tardía de dirección de carrera, el recurso inaudito de Rossi al TAS, la guerra de nervios de Valencia, el castigo al fondo de la parrilla, y la mascletá de la carrera de Cheste, con título heroico para Lorenzo y desconsuel­o e impotencia para Rossi.

Tras aquel final irrepetibl­e, ni al alcance de JJ Abrams, la puesta en escena del reencuentr­o de ayer no la recrea ni González Iñárritu. Se podían cortar rodajas de ten- sión. Los fotógrafos, una treintena, aguardaban en silencio la aparición de los pilotos, convocados por Dorna, esta vez sin poder excusar la ausencia ni con parte médico. A la mesa larga, para seis comensales, acudió primero Mave- rick Viñales, que ocupó el rincón izquierdo. Se apartó a un lado al ver llegar a Valentino Rossi, a quien profesa más que respeto –“yo digo lo mismo que Vale”, contestaba a una pregunta–. El 46, delgadísim­o, llegaba charlando con su colega y acólito Andrea Iannone. Tomaron asiento, a su rollo. El de Roses los iba mirando, siguiendo la conversaci­ón en italiano. Llegó acto seguido Dani Pedrosa, que saludó a Maverick y levemente a Rossi. Y en ese justo momento apareció en la sala Marc Márquez, pasando por de- trás de Rossi sin mirarlo. Ni una vez se cruzaron las miradas. El italiano disimulaba el momento incómodo dando un trago de agua, y Marc diluía la tensión hablando con Iannone. El último en llegar a la mesa fue Jorge Lorenzo, que también ignoró a Valentino. Ni se saludaron, ni se miraron. Frialdad absoluta.

Aunque no todos lo veían igual. “Para mí no ha sido un clima frío, era un clima de respeto, y eso es lo más importante”, señalaba Viñales, invitado de piedra en la representa­ción del conflicto latente.

LA TENSIÓN EN LAS CARAS Ni Márquez ni Lorenzo ni Rossi se saludaron, ni tampoco se miraron, en un gélido clima prebélico

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MOTOGP.COM / MOTOGP.COM La primera conferenci­a de prensa del 2016 suscitó gran expectació­n por la continuida­d de la polémica

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