Tantos años ahí en lo alto...
Ruth Beitia (36) tiene su punto mitómano. A principios de este mes le dedicaba un tuit a Iolanda Balas, legendaria saltadora rumana de los años cincuenta y sesenta: “Ha muerto la mejor saltadora de altura de la historia (1,91m en 1961)”, escribió. Y para acompañar la dedicatoria, colgó un vídeo: aparecía Balas elevándose en rodillo ventral, y aterrizando al fin sobre un montículo de arena.
¿La colchoneta? Eso entonces era ciencia ficción.
Y Dick Fosbury todavía tenía que patentar su técnica de salto.
Beitia tiene más tuits (y más de 12.400 seguidores). En algunos, por ejemplo, habla de su familia: se ha transpirado mucho atletismo en su casa, en Santander. Sus padres fueron jueces de atletismo. Y sus cinco hermanos fueron atletas, igual que ella.
En otros se declara agradecida a su entrenador, Ramón Torralbo. Llevan más de un cuarto de siglo juntos: 26 años, en concreto. Con todos esos títulos que les distinguen. Beitia se ha adjudicado ya quince campeonatos de España en sala. Y once podios en grandes competiciones internacionales. Por acumulación, ningún atleta español contemporáneo ha logrado más cosas. Por eso, es la principal baza de medalla entre los quince españoles que disputan los Mundiales en sala en Portland, que empiezan hoy y acaban el domingo. Su final se disputa el último día, sobre las diez de la noche, hora española (Teledeporte).
Tantos años lleva Beitia ahí en lo alto –compaginándolo en los últimos años con su cargo de diputada popular en el parlamento cántabro–, y ahí sigue, como una niña pequeña. Fíjense en la imagen que acompaña a este texto: el fotógrafo la captó en Madrid, a principios de este mes, cuando la campeona celebraba su enésimo título en pista cubierta. ¿Y qué ven? Electricidad. La ambición y el ansia de un advenedizo. El apetito. Con esos mimbres ha llegado a Portland. Parece mentira: ¡hace tanto tiempo que se plantea la oportunidad de retirarse!
De hecho, Beitia había llegado a hacerlo, a retirarse. Ocurrió en el 2012, tras los Juegos de Londres (ahí fue cuarta, “medalla de chocolate”, acostumbra a repetir).
Aunque el parón sólo duró dos meses. Interpretó muy pronto que aún tenía cuentas pendientes. Entre ellas, precisamente, un podio olímpico. Justo lo que andará buscando el próximo verano, en Río. “Lo tengo muy claro: en Tokio 2020 no me verán saltar”, ha declarado en estos días.
EL ATLETISMO EN FAMILIA Se transpiró atletismo en la casa de Beitia: sus padres fueron jueces y sus cinco hermanos, atletas Ruth Beitia se perfila como la principal baza de podio del atletismo español en los inminentes Mundiales en sala en Portland ESCASAS EXPECTATIVAS Con el mediofondo en horas bajas, pocas posibilidades de podio se aventuran en Portland
Mejor no nos adelantemos. Lo que cuenta es el presente inmediato. La construcción del módulo cubierto de La Albericia, en Santander, ha preservado la carrera de Beitia. Quienes conocen el invierno cántabro saben de qué hablamos. En esas fechas abundan las tardes desapacibles, con viento, lluvia y neblina. Se forman charcos en la pista de tartán, y quien se tumbe sobre la colchoneta se levantará empapado. Hay que entrenarse con gorro y guantes, y el tiempo de reposo entre ejercicio y ejercicio debe ser el justo: si la musculatura se enfría, entonces se quebrará como el cristal.
Levantaron el módulo en el 2006. “Y desde entonces –dice Beitia–, todo ha sido distinto. Todos nos hemos beneficiado. Yo puedo entrenarme con mallas cortas y camiseta de tirantes, incluso en febrero. Y los padres ya no tienen excusa para no traer a los niños. Las criaturas ya pueden corretear entre las colchonetas y las vallas. Ahí dentro se está la mar de bien”.
De hecho, fue en aquella época cuando Beitia empezó a creérselo: comprendió en aquellos días que podía plantarle cara a las mejores. Empezó a superar con frecuencia la barrera de los dos metros, y miró de tú a tú a Blanka Vlasic, Anna Chicherova, Tia Hellebaut o Antonietta di Martino. Han pasado los años, y salvo Vlasic, el resto ha desaparecido de escena (Chicherova es víctima del veto internacional al atletismo ruso, acusado de dopaje de Estado).
Para salvaguarda del atletismo español, que se halla en territorio pantanoso, Beitia sigue. Habrá que agradecérselo. Sin fondistas de referencia, y con el mediofondo en horas bajas, pocas posibilidades se vislumbran para Portland. Hoy todo se apoya en Beitia y, en menor medida, en el milquinientista Manuel Olmedo, un ciclón que se difumina cada vez que se asoma a una gran competición internacional.