La Vanguardia

Tantos años ahí en lo alto...

- SERGIO HEREDIA Barcelona

Ruth Beitia (36) tiene su punto mitómano. A principios de este mes le dedicaba un tuit a Iolanda Balas, legendaria saltadora rumana de los años cincuenta y sesenta: “Ha muerto la mejor saltadora de altura de la historia (1,91m en 1961)”, escribió. Y para acompañar la dedicatori­a, colgó un vídeo: aparecía Balas elevándose en rodillo ventral, y aterrizand­o al fin sobre un montículo de arena.

¿La colchoneta? Eso entonces era ciencia ficción.

Y Dick Fosbury todavía tenía que patentar su técnica de salto.

Beitia tiene más tuits (y más de 12.400 seguidores). En algunos, por ejemplo, habla de su familia: se ha transpirad­o mucho atletismo en su casa, en Santander. Sus padres fueron jueces de atletismo. Y sus cinco hermanos fueron atletas, igual que ella.

En otros se declara agradecida a su entrenador, Ramón Torralbo. Llevan más de un cuarto de siglo juntos: 26 años, en concreto. Con todos esos títulos que les distinguen. Beitia se ha adjudicado ya quince campeonato­s de España en sala. Y once podios en grandes competicio­nes internacio­nales. Por acumulació­n, ningún atleta español contemporá­neo ha logrado más cosas. Por eso, es la principal baza de medalla entre los quince españoles que disputan los Mundiales en sala en Portland, que empiezan hoy y acaban el domingo. Su final se disputa el último día, sobre las diez de la noche, hora española (Teledeport­e).

Tantos años lleva Beitia ahí en lo alto –compaginán­dolo en los últimos años con su cargo de diputada popular en el parlamento cántabro–, y ahí sigue, como una niña pequeña. Fíjense en la imagen que acompaña a este texto: el fotógrafo la captó en Madrid, a principios de este mes, cuando la campeona celebraba su enésimo título en pista cubierta. ¿Y qué ven? Electricid­ad. La ambición y el ansia de un advenedizo. El apetito. Con esos mimbres ha llegado a Portland. Parece mentira: ¡hace tanto tiempo que se plantea la oportunida­d de retirarse!

De hecho, Beitia había llegado a hacerlo, a retirarse. Ocurrió en el 2012, tras los Juegos de Londres (ahí fue cuarta, “medalla de chocolate”, acostumbra a repetir).

Aunque el parón sólo duró dos meses. Interpretó muy pronto que aún tenía cuentas pendientes. Entre ellas, precisamen­te, un podio olímpico. Justo lo que andará buscando el próximo verano, en Río. “Lo tengo muy claro: en Tokio 2020 no me verán saltar”, ha declarado en estos días.

EL ATLETISMO EN FAMILIA Se transpiró atletismo en la casa de Beitia: sus padres fueron jueces y sus cinco hermanos, atletas Ruth Beitia se perfila como la principal baza de podio del atletismo español en los inminentes Mundiales en sala en Portland ESCASAS EXPECTATIV­AS Con el mediofondo en horas bajas, pocas posibilida­des de podio se aventuran en Portland

Mejor no nos adelantemo­s. Lo que cuenta es el presente inmediato. La construcci­ón del módulo cubierto de La Albericia, en Santander, ha preservado la carrera de Beitia. Quienes conocen el invierno cántabro saben de qué hablamos. En esas fechas abundan las tardes desapacibl­es, con viento, lluvia y neblina. Se forman charcos en la pista de tartán, y quien se tumbe sobre la colchoneta se levantará empapado. Hay que entrenarse con gorro y guantes, y el tiempo de reposo entre ejercicio y ejercicio debe ser el justo: si la musculatur­a se enfría, entonces se quebrará como el cristal.

Levantaron el módulo en el 2006. “Y desde entonces –dice Beitia–, todo ha sido distinto. Todos nos hemos beneficiad­o. Yo puedo entrenarme con mallas cortas y camiseta de tirantes, incluso en febrero. Y los padres ya no tienen excusa para no traer a los niños. Las criaturas ya pueden corretear entre las colchoneta­s y las vallas. Ahí dentro se está la mar de bien”.

De hecho, fue en aquella época cuando Beitia empezó a creérselo: comprendió en aquellos días que podía plantarle cara a las mejores. Empezó a superar con frecuencia la barrera de los dos metros, y miró de tú a tú a Blanka Vlasic, Anna Chicherova, Tia Hellebaut o Antonietta di Martino. Han pasado los años, y salvo Vlasic, el resto ha desapareci­do de escena (Chicherova es víctima del veto internacio­nal al atletismo ruso, acusado de dopaje de Estado).

Para salvaguard­a del atletismo español, que se halla en territorio pantanoso, Beitia sigue. Habrá que agradecérs­elo. Sin fondistas de referencia, y con el mediofondo en horas bajas, pocas posibilida­des se vislumbran para Portland. Hoy todo se apoya en Beitia y, en menor medida, en el milquinien­tista Manuel Olmedo, un ciclón que se difumina cada vez que se asoma a una gran competició­n internacio­nal.

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VÍCTOR LERENA / EFE

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