La Vanguardia

Impresione­s de viaje: el valle del Dordoña

- Más informació­n www.t urismo-midi-pyrenees.es

Toulouse, Marciac, Rocamadour y el Pic du Mi di son algunos de los 26 Grandes Parajes Midi-Pyrénées conocidos en todo el mundo. Además, el acceso desde Barcelona es muy fácil. Toulouse está a solo tres horas en AVE, y desde allí se llega fácilmente a Ariège, Luchon, Auch o Cahors. Christine (http:// blog.tourisme-midi-pyrenees.com) conoce como la palma de su mano este territorio, y nos conduce a través de una de las maravillas que no hay que perderse a dos horas de Toulouse: el valle del Dordoña.

El río Dordoña o de la Esperanza, como se lo conoce en la región, atraviesa el suroeste de Francia, al norte del departamen­to del Lot, a lo largo de 60 kilómetros. Siguiendo su estela, no podremos resistir la tentación de subir a lo alto del torreón del castillo de Castel na uBrete no ux,qued es de 1050 se alza sobre una colina boscosa y domina los valles afluentes del Dordoña.

Lo más sorprenden­te es el color del conjunto. ¿Rojo, corinto? Las paredes parecen quemarse con un fuego interior del que no se libran la colegiata Saint-Louis y las casas adosadas al castillo. No se trata de algo sobrenatur­al, simplement­e es el óxido de hierro contenido en la piedra caliza. Desde allí y hasta llegar al río basta descender la co- lina, cruzar Prudhommat y girar a la izquierda hacia Carennac, uno de los Pueblos Más Bellos de Francia. Con sus casas típicas del Quercy, del color del pan ligerament­e tostado, sus tejados cubiertos de tejas del color de las ciruelas y sus escaleras y terrazas, que brillan con una pátina de tono vainilla, Carennac es un verdadero caramelo. El priorato de la orden de Cluny, fundado en 1047, le dio fortuna y renombre. El edificio comunica con el insólito claustro de dos plantas, la iglesia románica, decorada con un magnífico tímpano esculpido, y con el castillo de Doyens, donde no podéis perderos la exposición dedicada al País de Arte y de Historia del Valle del Dordoña.

BAJO EL INFLUJO DEL RÍO En Carennac, el Dordoña revela su naturaleza fuerte y compleja: fuente de vida desde tiempos inmemorial­es, objeto de rivalidade­s entre señores en la Edad Media, fue el primer testigo de la guerra de los Cien Años y de la ocupación inglesa, así como la vía comercial que incitaba a las aventuras más arriesgada­s. El río se demora largo tiempo en Carennac antes de romper el corazón calcáreo de las mesetas del Lot. Y nos invita a seguir su corriente, a la sombra de los bosques, hacia otros pueblos cuya visita nos reserva en cada ocasión una hermo-

sa sorpresa: Floirac y su inevitable iglesia, Montvalent, frente a la meseta de Martel, Gluges, protegido al pie de unos impresiona­ntes acantilado­s, Creysse o Martel.

Avanzando en el corazón del valle está el mítico pueblo de Rocamadour, que descubrire­mos como lo hacían los peregrinos del siglo XII cuando, tras varios días de marcha, llegaban aquí para rezar a la Virgen Negra. ¿Es posible? Sí, porque este pueblo fuera de lo común, hoy Gran Paraje Midi-Pyrénées, se ha conservado casi igual que en la Edad Media, cuando era conocido en toda la cristianda­d. Al llegar como ellos a l’Hospitalet, nuestra mirada queda atrapada por la visión vertiginos­a de Rocamadour, agarrado a la montaña que se sitúa enfrente, en la otra vertiente del cañón del Alzou. L’Hospitalet, donde pueden verse los vestigios del hospital Saint-Jean, que les acogía, era el refugio en el que podían descansar, curar sus heridas o comer antes de dedicar un momento de recogimien­to ante las reliquias de Saint-Amadour y ante la célebre Virgen Negra de Rocamadour.

Al dejar l’Hospitalet tomamos la carretera que desciende hacia el cañón del Alzou, el valle Tenebroso, como se denominaba antaño, para remontar hacia la luz de la ciudad sagrada. Franqueamo­s, al igual que los peregrinos, la puerta de la Higuera y continuamo­s por la única calle de Rocamadour hasta la escalera monumental que conduce a la explanada de los Santuarios.

Lo confesamos: ¡hemos subido la escalera monumental a pie!, no de rodillas, como lo hacían nuestros antepasado­s. Son 233 escalones tallados en la roca en cuya cima se extiende la explanada de los Santuarios, una basílica a cielo abierto, unida en una boda milenaria al acantilado que surge a su espalda.

IRREAL ESPLENDOR Al abrir la puerta de la capilla de Notre-Dame, principal santuario del peregrinaj­e, vemos la talla de nuestra señora de Rocamadour, una pequeña silueta de madera negra, frágil, casi infantil, del siglo XII. Pero su fragilidad solo es aparente, porque los millones de oraciones que ha recibido a lo largo de los siglos y los milagros que ha logrado a través de las tierras (hasta en los mares) le confieren una fuerza y una autoridad que nos dejan sin voz.

Al regresar a l’Hospitalet, volvemos a girarnos hacia Rocamadour, que se nos aparece tal y como Victor Hugo lo describió: “Irreal esplendor al superar la cuesta… Rocamadour la alta… Surge, escalando con su vehemente impulso… el salvaje cañón que lleva el nombre en su flanco”.

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 ??  ?? Rocamadour es un lugar de peregrinac­ión desd e la Edad Media, y su Virgen Negra es la más querida de es ta región.
Rocamadour es un lugar de peregrinac­ión desd e la Edad Media, y su Virgen Negra es la más querida de es ta región.
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El valle del Dordoña ofrece a los viajeros centenares de posibilida­d es de ocio y avent ura, como una escapada en can oa.
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Carennac es tá consid erado uno de los Pueblos Más Bellos de Francia.
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