La Vanguardia

Semana Santa,

tiempo para experiment­ar

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Semana Santa es una buena ocasión para conocer nuevos destinos, visitar países con los que siempre hemos soñado y, sobre todo, vivir nuevas experienci­as. Os proponemos diferentes ciudades y entornos naturales para experiment­ar esta semana desde otra pespectiva. UNA AVENTURA MARINA EN LA COSTA DE CANADÁ Puede que Nueva Inglaterra sea legendaria por su follaje, pero su vecino del norte, Nueva Escocia, es un competidor que no puede ser subestimad­o. Al llegar la primavera, su interior se ilumina con bosquecill­os de colores brillantes, cosechas que crecen esparcidas por los campos y los viñedos y el mar de fondo, que avanza majestuoso hasta alcanzar las costas orienta

les. Uno de los mejores sitios desde los que presenciar este paisaje marino es Peggy’s Cove, un pueblecito pesquero de barcos de madera de colores, destino predilecto de bohemios y artistas. La primavera es un buen momento para acercarse a su pintoresco faro rojiblanco y contemplar cómo las olas rompen contra las rocas de granito. Si, ensimismad­os con el ir y venir del océano, os entran ganas de daros un chapuzón en el Atlán

tico, dirigíos hacia la la playa de Lawrenceto­wn, una colonia surfista en la que muchas escuelas ofrecen clases para cabalgar las olas (novascotia.com). OBSERVA CIERVOS EN CELO EN EL PARQUE RICHMOND Para muchos de los que visitan el parque Richmond de Londres, la primavera es la mejor estaciónpa rapaseos tranquilos y contemplat­ivos. Para llegar aun sitio con buenas vistas, pedalea por el sendero Tamsin, la ruta que recorre el perímetro del parque, cruzando valles y espacios abiertos en los que los ciervos se pueden ver fácilmente. Se pueden alquilar bicicletas jun-

LA PRIMAVERA ES LA MEJOR ESTACIÓN PARA PASEAR POR EL PARQUE RICHMOND DE LONDRES

to al aparcamien­to Roehampton Gate del parque (a partir de 10 € la hora; parkcycle.co.uk). VISITA UNA DESTILERÍA EN SOMERSET

Las manzanas han tenido un papel clave a lo largo de la historia de la humanidad: desde la caída del hombre hasta el descubrimi­ento de la gravedad, e incluso como método infalible para mantenerse sano en el día a día. Sin embargo, si viajáis hacia el sur del río Severn, todos estarán de acuerdo en que el logro más importante de la manzana es poder ser utilizada para elaborar

una sidra West Country fuerte.

Se pueden atravesar carreteras secundaria­s serpentean­tes, en las que, infaliblem­ente, hay que seguir algún tractor durante kilómetros, hasta llegar a la granja Burrow: un productor de sidra ecológica y brandi de sidra en las llanuras de

Somerset. Un guía os llevará a pasear por los manzanares entre

hileras regimentad­as de manzanos y a inspeccion­ar los alambiques de cobre en la destilería de brandi de sidra. A continuaci­ón, contribuid a hacer buen uso de las montañas de manzanas del jardín probando

varias sidras entre los barriles de la tienda de la granja.

La productora de brandi de sidra de Somerset se encuentra a 19 kilómetros dirección oeste de Yeovil, y abre todos los días excepto los domingos (tours gratuitos; ciderbrand­y.co.uk). DUERME EN UN MOLINO EN NORFOLK Es difícil encontrar buenos mi

radores en Norfolk, un condado tan plano como una mesa de billar, pero una excepción digna de mención es el molino Cley, una estructura del siglo xviii que supervisa el paisaje de juncos oscilantes y arroyos estacional­es en la costa norte del condado. Las mejores vistas las obtendrás desde

el Wheel Room (“sala de la Rueda”): un espacio pequeño en lo alto del molino al que se llega por una escalera empinada. Sacad la cabeza por las ventanas, y es probable que oigáis la cacofonía de aves mi

gratorias haciendo parada en las ciénagas de Cley. Siendo el equivalent­e aviario de una estación de servicio en una autopista, los humedales están atiborrado­s de

aves marinas, como págalos grandes, pardelas y alcatraces, en un viaje épico hacia el Mediterrán­eo y África. El molino Cley está a una hora en coche de Norwich por la B1149 (habitacion­es a partir de 230 €; cleywindmi­ll.co.uk). DISFRUTA DEL FRESQUITO EN MARRAKECH Siempre que uno visita Marrakech, siente un maravillos­o asalto a sus

sentidos: una orquestra de tozudos vendedores de alfombras por aquí, un olor a especias por allá, y todo acompañado por una banda sonora de cláxones y tambores. Pero, en primavera, cuando las brisas procedente­s de las montañas del Atlas acarician la ciudad, el ambiente se relaja. Tras la puesta de sol, os podéis dirigir a las para-

das de comida de Djemma El-Fna, la bulliciosa plaza en el corazón de la ciudad antigua, y buscar tajines llenos de productos de temporada, como calabaza o dátiles. O bien pasear por los zocos de día para ver los sacos llenos de olivas recién recolectad­as. EXPLORA PARÍS TRAS LOS BASTIDORES La primavera es para los parisinos una época para disfrutar de su pa

trimonio artístico y natural. Si lo visitáis durante Semana Santa, podéis aprovechar para des cubrir la reciente remodelaci­ón del Museo Picasso. O bien relajaros en los numerosos parques urbanos, como, por ejemplo, el Jardin du

Luxembourg, que sobresale como una isla de tranquilid­ad en medio del barrio Latino, muy cerca de la universida­d de La Sorbona. Otra alternativ­a cada vez más de moda es dar una vuelta por Père

Lachaise: el gran cementerio en el que descansan Marcel Proust, Oscar Wilde y Chopin, que soltaron su último aliento en un otoño lejano en París. CONDUCE POR ALASKA En muchos lugares, ganar la lotería supone poderse comprar un deportivo o una lancha a motor, o amasar un montón de dinero sin más, pero

en Alaska no es así. Ganar la lotería te abre las puertas a poder conducir por una carretera muy curiosa, la que cruza el Parque Nacional

Denali (nps.gov/dena/planyourvi­sit/road-lottery.htm). Se trata de un camino de asfalto de 150 kilómetros que atraviesa una de las zonas más inhóspitas de América del Norte, a la sombra de su pico más alto, el monte McKinley. Durante gran parte del año, este camino por tierras baldías permite solo la entrada a autobuses turísticos,

pero hasta que las nieves invernales bloquean el paso, los ganadores de la lotería pueden viajar por la tun-

DESDE LA CESTA DE UN GLOBO AEROSTÁTIC­O, CAPADOCIA ES UN PAISAJE DE EXTRAÑA BELLEZA

dra en sus propios vehículos. Estad atentos por si veis a los lugareños: lobos, alces americanos y osos

grizzli preparándo­se para hibernar. CONTEMPLAR CAPADOCIA DESDE LO ALTO Visto a la luz del alba desde la cesta de un globo aerostátic­o, Capadocia es un paisaje de extraña belleza: desfilader­os sombreados, agujas de rocas retorcidas y acantilado­s que ocultan cuevas con baja temperatur­a. No hay mejor momento para visitarlo que en primavera, cuando los álamos se vuelven verdes, los animales recorren el bosque de nuevo y los pilotos de globos reinician la temporada. Partiendo antes del alba desde el poblado de

Göreme (Butterfly Balloons ofrece vuelos desde Göreme a partir de 200 € por persona; butterflyb­alloons.com), los pasajeros surcan suavemente el aire tranquilo de la mañana. Sin duda, el plato fuerte es pasar sobre las “chimeneas de hadas” de Capadocia, torres fálicas de ceniza volcánica coronadas por pedruscos de basalto, conocidas como algunas de las formas más curiosas de la naturaleza. DORMIR ENTRE FANTASMAS EN UNA CASA ENCANTADA El castillo de Chillingha­m presume de ser la casa más encantada de Inglaterra, cuyos habitantes fantasmale­s incluyen un “chico azul” que tiende a gritar a todo pulmón, dos hombres que charlan en la capilla del castillo y una procesión funeraria que pasea eternament­e por las podas artísticas del jardín. Junto con este ruidoso conjunto, también es posible encontrar espacio para

invitados en apartament­os escampados por todo lo largo y ancho de

este castillo del siglo xii y sus anexos. Dado que se acerca la estación tenebrosa, dirígete a Northumber­land para hospedarte en una habitación decorada con todos los adornos que esperarías de un cuento de

M. R. James: camas con doseles, vigas en los tejados y retratos al óleo cuyos ojos puede que te sigan. Si quieres ver unos alojamient­os menos agradables, visita la sala de torturas, donde el inmobiliar­io incluye una cama de hierro y un torno para dislocar extremidad­es. Entre dos

y seis personas pueden dormir en un apartament­o (a partir de 185 €; chillingha­m-castle.com). El castillo no permite la entrada a visitantes durante el día entre noviembre y abril (entrada, 13 €) BUSCAR LA VIS TA PERFECTA DEL MONTE FUJI Fuji es una montaña con muchas

caras: en invierno suele estar oculta entre las nubes, en verano es un bulto ceniciento sobre el horizonte y en otoño está enmarcada por arces escarlatas y con una capucha de nieve recién caída. Pocos negarán que el volcán luce mejor en primavera: es en esta época cuando está flanqueado por cerezos. Técnicamen­te, el acceso a la mon

taña sagrada está “cerrado” a escaladore­s desde finales de agosto –lo que significa que podemos ahorrarnos la agotadora caminata de doce horas, y, en vez de eso, optar por dar un paseo a orillas del lago

Kawaguchi, que se encuentra al pie del monte–. Su más conocido retrato viene de la mano del impresor y obseso del monte Fuji Kat

sushika Hokusai (el de La gran ola de Kanagawa). Desde la costa norte del lago, la montaña se ve reflejada en la superficie temblante del agua, imagen de ensueño por la presencia de cisnes y barcos de remos atados a la orilla. El centro de visi

tantes Fuji, en el lago Kawaguchi, presenta la historia de la montaña. DESCUBRIR LAS DOS CARAS DE LA CAPITAL NIPONA Pero, si vamos hasta el país nipón, no podemos perdernos su capital ni, por supuesto, el cruce de Shi

buya. Es el Tokio de las películas: el ritmo frenético, la abrumadora multitud, las luces de neón y las pantallas de vídeo gigantes que muestran a las celebridad­es. En el famoso cruce, fuera de la estación de Shibuya, todo ello se reúne cada vez que cambian los semáforos. Es una experienci­a impresiona­nte, sobre todo, los viernes y sábados por la noche. Otra recomendac­ión es visitar el santuario sintoísta de Meiji-jingu. Se encuentra en setenta hectáreas de terreno bos-

coso, y se llega a través de una larga senda marcada por imponentes puertas. Meiji-jingu es un lugar de rituales: cada día, a las 8 y a las

14 horas, un sacerdote golpea un tambor como ofrenda a las deidades. Para hacer una ofrenda, colocad una moneda de cinco yenes en la caja, inclinaos dos veces, aplaudid otras dos, pedid un deseo y entonces volved a inclinaros (meijijingu.or.jp; gratis). SÚBETE A LAS AZOTEAS DE NUEVA YORK Las bocinas de los taxis, los fragmentos de conversaci­ones, el traqueteo del metro... Si cruzas el East River, la banda sonora de Manhattan se apaga hasta convertirs­e en un murmullo sordo. Nueva York es ciudad de alturas, y está repleta de bares en las azoteas, pero ninguno tiene vistas comparable­s a las del Z Hotel, en lo que antaño era el barrio industrial de Long Island City, ahora en pleno proceso de gentrifica­ción. Las parejas se tumban en los sofás de piel de la azotea y beben cerveza en vasos de plástico, mientras contemplan la puesta de sol contra la silueta inconfundi­ble de los rascacielo­s de

la ciudad, que se reparten por el horizonte como si fueran el decorado de un musical de Broadway. Al otro lado del agua, en la exclusiva zona de Chelsea, merece la pena dejarse caer en el bar restaurant­e La Piscine del Hotel Americano y tomar una copa. Un local singular en el que observar a la gente es mejor que las propias vistas. Un DJ pincha mientras varias parejas de elegantes manhattani­tas beben vino rosado. Dos endomingad­os clones de las Kardashian se tumban, riendo, en unos pufs gigantes de color caqui, mientras una pareja, enfrascada en una conversaci­ón intensa, moja los dedos de los pies en la diminuta piscina.

NUEVA YORK ES UNA CIUDAD DE ALTURAS, EN LA QUE HAY DIVERSOS BARES EN LAS AZOTEAS

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Arriba, el molin o Cley, que fue erigido en el siglo XVIII, cuando Cley era un puerto próspero. Para ser enterrado en el cementerio Père Lachaise (imagen de la derecha) tienes que ha ber vivido o muerto en París. Abajo, la sala principal del cas tillo Chilling ham, que presenta una galería balaus trada para cantantes.
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Arriba, el santuario Meiji-jingu, en Japón, que se construyó en 1920 en memoria del emperador Meiji. A la derecha, uno de los dieciocho zocos de Marrakech, en los que unos cuarenta mil lugareños se ganan el pan. Abajo, el Parque Nacional Denali de Alaska, que engloba más de dos millones de hectáreas de bosque, tundra, glaciares, rocas y nieve.

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