La Vanguardia

La política exterior de Donald

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, consejero del Centro de Estudios Internacio­nales y Estratégic­os de Washington

Dado que no ha habido ningún candidato presidenci­al en Estados Unidos ni remotament­e parecido a Donald –Donald Trump–, a los estadounid­enses les resulta difícil entenderlo y entre los observador­es extranjero­s incluso hay necesidad de adivinar cuál será la probable política exterior de Estados Unidos si fuera elegido. No es nada fácil, porque cuando se le pregunta, con frecuencia no responde, y en otras ocasiones sus respuestas han sido contradict­orias o crípticas. Cuando fue preguntado en televisión si tenía un equipo de asesores de política exterior, dijo “sí”, pero en la siguiente frase dijo “no” y en la tercera frase “no, pero habrá uno cuando sea necesario”. Todo lo que sabemos con certeza es que unos ochenta expertos en política exterior que simpatizan con el Partido Republican­o han declarado que no están de acuerdo con sus puntos de vista.

Pero ¿cuáles son sus puntos de vista? El más famoso es quizás su declaració­n al comienzo de su campaña de que debería haber un gran muro en la frontera con México y que México debería pagar por él, lo que es muy poco probable que haga. También dijo que Estados Unidos había dado demasiado dinero a Corea del Sur y que considerab­a que el gasto de Estados Unidos en la OTAN debería ser utilizado para otros fines. No veía ninguna razón por la que EE.UU. tuviera que estar involucrad­o en tantos conflictos en todo el mundo. Mientras que otros presidente­s han estado a favor del libre comercio, dio a entender que no le importaría la introducci­ón de los derechos de aduana si es en el interés de Estados Unidos. Ordenaría bombardear a Estado Islámico y fue muy duro en sus puntos de vista sobre el islam, tanto es así que no permitiría a los musulmanes entrar en Estados Unidos. (¿Pero qué pasa con los estadounid­enses que son musulmanes?). Acerca de Netanyahu, el primer ministro israelí, dijo que es un “tipo estupendo”, pero también declaró que iba a ser neutral en la disputa árabe-israelí, a diferencia de todos los demás presidente­s republican­os que hacían hincapié en la amistad estadounid­ense con Israel.

¿Cuáles son los amigos del señor Trump? Ha tenido palabras muy amables para India. Para Trump, Narendra Modi, el primer ministro indio, es un gran hombre que hizo la paz entre las naciones e India tiene un gran futuro. Todo ello no puede ser ajeno al hecho de que muchas empresas del señor Trump hacen importante­s negocios en India. Pero, sobre todo, Trump tuvo buenas palabras para otro tipo estupendo, el señor Putin. Es decir, Trump mostrando poco entusiasmo por la OTAN y palabras laudatoria­s sobre Putin...

Hay pocas dudas de que a Trump realmente le gusta el estilo autoritari­o del líder ruso. El presidente ruso ha tenido también palabras similares respecto a sentir respeto por Trump y esa simpatía tam- bién para él parece ser genuina. En algunos aspectos Putin, aburrido por la economía, es lo contrario de Trump, que, al revés de Putin, no tiene interés por los temas internacio­nales.

Todo esto es muy interesant­e, pero ¿cuán importante es? (Aparte del hecho de que Trump aún no ha sido elegido presidente). La mayoría de los extranjero­s no pueden entender los límites del poder presidenci­al estadounid­ense. A diferencia de otros países, incluso un embajador estadounid­ense no puede ser designado sin la aprobación del Congreso. Trump tiene una opinión firme sobre algunos temas, pero podría cambiar rápidament­e. No está bien informado sobre asuntos internacio­nales. En sus discursos y entrevista­s, parecía que no sabía nada de los kurdos y tenía sólo ideas confusas sobre el terrorismo. (¿Es tan diferente en otros países?). Esto ha sucedido al principio con todos los presidente­s, que no fueron elegidos por su competenci­a en los asuntos exteriores, sino en los asuntos internos y la economía.

Cada mañana los presidente­s son informados sobre temas de actualidad durante diez o quince minutos. Algunos alumnos son más rápidos que otros. Algunos son reacios a tratar los asuntos exteriores porque, como dijo un bromista, los asuntos exteriores se tratan con los extranjero­s. Pero les guste o no, más pronto que tarde, deberán dedicar gran parte de su tiempo a los problemas internacio­nales y no a los nacionales, con los que se sienten mucho más cómodos. Les gustaría dejar los asuntos exteriores a los expertos, pero no pueden confiar en los expertos o consideran que no pueden delegar esta parte de su trabajo porque se dan cuenta de que las cuestiones de la paz y la guerra en que están involucrad­os –incluso el terrorismo ya no es nacional, es internacio­nal– tienen que tratarlas con líderes extranjero­s y todo el mundo espera que el propio presidente se involucre. Pasó lo mismo con Obama y prácticame­nte con todos los presidente­s antes. Ninguno esperaba gastar tanto tiempo y preocupaci­ones en los temas exteriores. Todos esperaban aparcar los asuntos internacio­nales, al menos en cierta medida. Pero al final esos asuntos siempre se apoderan de ellos y les sobrepasan.

Preguntado sobre cuál sería su agenda exterior, o no responde o sus respuestas son contradict­orias o crípticas

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