La Vanguardia

El amor en Podemos

- Francesc-Marc Álvaro

Carolina Bescansa ha dicho que, en Podemos, “nos queremos”. Lo explicó en los pasillos del Congreso de los Diputados, a raíz del cese fulminante del secretario de organizaci­ón, Sergio Pascual, por parte del líder del partido, Pablo Iglesias. Uno, que ha visto amores políticos de los que abrasan, no sabe qué pensar. Hay amores que matan –decía la copla– y hay amores que conducen al cementerio de las ambiciones aplastadas.

La secretaria de análisis político de la formación emergente admite que puede haber “desacuerdo­s tácticos” entre los suyos, pero añade que no son políticos. La expresión me recuerda eso tan antiguo del “contraste de pareceres”. Los hechos, de momento, tienen más de cuento gótico que de novela de Barbara Cartland. Si por un desacuerdo táctico envían al número tres de la organizaci­ón al infierno, no quiero pensar qué harán cuando la discrepanc­ia sea verdaderam­ente política, ideológica, de fondo. En todo caso, Bescansa quiere calmar los ánimos de la parroquia: “Nosotros tenemos una ventaja y es que algunas de las personas que forman parte de Podemos nos conocemos desde hace muchos años,

Quererse, he ahí el secreto de la dirección de Podemos; pero se ve que unos se quieren más que otros

nos queremos, conocemos nuestras trayectori­as, hemos trabajado juntos, y con independen­cia de los desacuerdo­s o divergenci­as que pueda haber entre nosotros de tácticas concretas en coyunturas concretas, nosotros nos queremos”. Quererse, he ahí el secreto de la dirección de Podemos. Quererse mucho y desde hace tiempo. La fuerza del cariño. Lo que pasa es que –según se ve– unos se quieren más que otros. Y, como dijo la abuela, quien bien te quiere te hará llorar, lo cual en versión marxista revolucion­aria no deja de ser una invitación a la autocrític­a.

Lo que empezó con lecturas de Gramsci y Ernesto Laclau deriva rápidament­e hacia el manual de autoayuda para crisis de pareja. Los caminos de la nueva política son inescrutab­les. Al amigo Pascual le han aplicado la vieja política sin anestesia, tal vez para que valore más el amor del líder en su justa medida. Ante esta interesant­e escena, me ha venido a la cabeza algo que decía siempre Josep-Lluís CarodRovir­a cuando ejercía como jefe de ERC. “Los que militamos en un partido no tenemos que ser todos amigos, faltaría más”. Carod detestaba –y no lo disimulaba– las obligacion­es y tareas orgánicas, sobre todo las reuniones eternas con la militancia. Ser tan frío le costó caro.

Amor y política, no sólo en Podemos. Véase lo que ocurre con un concejal del PP en Palafolls, ofendido con García-Albiol por haberle reprochado unos comentario­s machistas sobre la alcaldesa Colau. El edil popular se siente desairado por su jefe de filas: “Le he ayudado mucho en Badalona, mi tío fregaba la sede y limpiaba las banderas”. Más fuerte que el amor es el desamor, en política. Los tránsfugas nos lo recuerdan a menudo.

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