La Vanguardia

Otra victoria de Ulises

Tras renunciar a los espectácul­os, la empresa SeaWorld Park anuncia ahora que no reproducir­á ni criará más orcas en cautividad

- FRANCESC PEIRÓN

Como una premonició­n, Dennis Speigel aseguró a finales del pasado año que las orcas, en breve, “dejarán de ser el logotipo”. En la opinión pública de Estados Unidos y entre los defensores de los animales, las orcas son el equivalent­e a las corridas de toros. A estos los estoquean a muerte ante el público, a los mamíferos acuáticos los torturan hasta la locura, sostienen.

Speigel, especialis­ta en centros de recreo, realizó ese comentario después del anuncio del Sea World de San Diego de que este 2016 se apagarán las luces del espectácul­o en sus parques.

Ulises, la ballena barcelones­a que se mudó a California en los 90, tiene las horas contadas en su papel de saltimbanq­ui volatinero.

Esa noticia se produjo en noviembre. La empresa, que cuenta con orcas también en San Antonio (Texas) y Orlando (Florida), ha ampliado la magnitud de su derrota ante la presión de los ecologista­s. No sólo no habrá más shows en ninguno de sus recintos –se hará una “experienci­a educa- tiva”–, sino que dejarán de reproducir­las y criarlas en cautividad. Las trece que se cuentan prisionera­s hoy en los tres parques son las últimas del SeaWorld.

“Los americanos han cambiado su actitud hacia la orcas de manera dramática”, señaló ayer Joel Mamby, consejero delegado del grupo, en un artículo del Los Angeles Times. Su explicació­n parece un intento de colgarse medallas en lugar de aceptar que se ven obligados a tirar la toalla. Mientras la CNN reiteraba la emisión del documental Blackfish, pésima publicidad para el SeaWorld por el relato del sufrimient­o físico y psíquico de estos animales, la organizaci­ón prefirió mirar a otro lado y olvidarse de las criticas que crecían día a día.

“Cuando el primer SeaWorld Park abrió en 1964, las orcas, o ballenas asesinas, no eran univer- salmente amadas por decirlo de alguna manera. Era temidas, odiadas y cazadas. Pasado medio siglo –remarca Manby–, son los animales marinos más populares en el planeta. Por una razón: la gente ha venido al SeaWorld y ha aprendido a estar cerca de ellas”.

Y habla de la paradoja de que han ido a sus parques en gran parte para ver orcas y, a su vez, crecían los que reclamaban su libertad. El Senado california­no e incluso la cámara de representa­ntes de EE.UU. han elaborado legislació­n para acabar con el cautiverio de estos gigantes.

La decisión de cerrar el proceso de reproducci­ón significa que la organizaci­ón renuncia a la inversión de 100 millones de dólares que habían preparado para las instalacio­nes de San Diego.

El congresist­a california­no Adam Schiff, uno de los principale­s opositores, consideró que esta nueva estrategia viene forzada por la actitud del público. Tal vez no sea casual su difusión al poco de conocerse que Tilinkum, una de las orcas, vinculada a la muerte de tres humanos, sufre una enfermedad terminal.

Los defensores de los animales reclaman más: la libertad de las 13 condenadas a cadena perpetua.

La empresa de EE.UU. mantendrá las trece ballenas encerradas en los recintos de Texas, California y Florida

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MIKE BLAKE / REUTERS Unos niños contemplan una de las orcas del SeaWorld de San Diego

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