La Vanguardia

“Su obra es un diario escrito para sí misma”

JerryG oro voy, presidente de la E as ton Fo un da ti on

- T. SESÉ Bilbao

Cuando estás en el fondo de un pozo, miras a tu alrededor y dices ¿quién vendrá a sacarme? Entonces viene Jerry y me lanza una cuerda”, comentó Louise Bourgeois en 1995, resumiendo la relación que mantuvo durante los últimos treinta años de su vida con su amigo y asistente personal. Jerry Gorovoy es hoy el presidente de The Easton Foundation, la fundación que gestiona el legado de la artista. En los próximos meses abrirá al público la casa de Chelsea, en Nueva York, donde la artista residió durante medio siglo. “La vivienda sigue habitada por ella”, dice.

¿Será una casa museo más?

Poco antes de morir compró la casa de su vecino. Allí hemos trasladado su biblioteca y su enorme archivo, para que puedan investigar los estudiosos. En mayo pondremos en marcha además un programa de residencia­s para profesores. Y en septiembre su casa será accesible al público. Ahí sigue todo intacto. Es otra más de las suyas. Un lugar con corazón, con alma. Ella creaba como vivía.

No hay separación entre arte y vida.

Muy poco, una cosa y otra están estrechame­nte ligados.

¿El arte fue una manera de poder vivir la vida, de poder soportarla? Una forma de sobrevivir, la garantía de su salud mental. Sin él no sé qué habría pasado... ¿Qué lugar ocupaba en su mente el espectador, la experienci­a del público cuando se enfrenta a sus obras? En su obra no existe el público. Ella trabajaba cuando tenía que trabajar. Sufre una ansiedad y necesita comprender lo que le sucede y busca la respuesta a través del arte. Es como un diario que escribe para sí misma. Hay dolor, hay angustia, un miedo muy profundo al abandono, a sentirse so- la. Pero también hay mucha inteligenc­ia porque está intentando comprender sus emociones.

El grueso de su producción se produce a partir de 1973, cuando muere su marido, el historiado­r del arte Robert Goldwater, y se queda sola. Hasta entonces había trabajado en el sótano, pero cuando muere convierte toda la casa en estudio. Los hijos están en la universida­d. Se deshace de muebles, de la mesa del comedor, de la estufa... y empieza a crear intensamen­te como una forma de gestionar el dolor, la pérdida,. Los diferentes traumas son los que van marcando el rumbo de su vida. Cuando murió su madre , en 1932, deja sus estudios de matemática­s y filosofía en la Sorbona y empieza a estudiar arte con Fernand Léger. En 1951 muere su padre y entra en una depresión que le conducirá a largos años de psicoanáli­sis. La muerte del marido vuelve a transforma­r su existencia, la manera de estar en el mundo.

Y ya con 80 años, imagino que frágil y debilitada, empieza la serie de las Celdas, que suponen un gran cambio de escala. No era frágil en absoluto, estaba estupenda, tenía una fortaleza enorme, aunque sabía que era mayor y que su cuerpo la iba abandonand­o. Es entonces cuando empieza a incorporar, vestidos, frascos de perfume..., objetos que le habían pertenecid­o y con los que se sentía conectada. Sus recuerdos y emociones. Quería que perduraran más que su vida. Pero necesitaba un entorno para contenerlo­s, para encerrarlo­s. No quería depender del espacio arquitectó­nico donde pudieran ser expuesto. Y es así como nacen las

Celdas, espacios simbólico y poéticos donde las relaciones entre los objetos están bajo su control.

¿Son cárceles o refugios para sus recuerdos?

Las dos cosas. Hay recuerdos a los que quería aferrarse y otros que quería dejar ir. En su obra hay sentimient­os contradict­orios que suceden al mismo tiempo.

“Su casa es una obra más, porque creaba como vivía; es como si siguiera habitada” “Quería que sus emociones y sus recuerdos perduraran más que su vida”

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ANDER GILLENEA / AFP Jerry Gorovoy, ayer, con La última subida al fondo

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