La Vanguardia

El boli ya no escribe

El abandono de la escritura a mano acabará modificand­o nuestro cerebro y nuestras habilidade­s motrices

- MAYTE RIUS

Cada día se escribe menos a mano y en menos ámbitos. Se hace tan poco que es fácil no haber visto jamás la letra de los amigos y compañeros de trabajo incorporad­os en los últimos años. En las vacaciones se envían autofotos en lugar de postales; los cumpleaños se felicitan por watsap y no con tarjetas; los avisos e informes se envían por correo electrónic­o y no manuscrito­s; se programan las citas en el móvil sin anotarlas en papel...

El resultado es que una parte importante de la población reconoce haber perdido el hábito de escribir a mano salvo para hacer la lista de la compra. Un estudio realizado por la consultora Ipsos para Samsung en el 2014 mostraba que ya sólo manuscribe de forma habitual el 58% de los españoles, mientras que el 75% escribe en el móvil a diario. Y como cualquier habilidad que no se practica, la de usar el bolígrafo se está perdiendo. “Desde hace algún tiempo cojo las notas de mis entrevista­s en ordenador porque ya no entiendo mi letra”, confiesa la periodista Teresa S. “Cada vez me cuesta más tomar apuntes de puño y letra, me canso enseguida, me exige mucho esfuerzo”, relata la abogada Susana P.

Los especialis­tas en la materia aseguran que no es sólo destreza manual lo que están perdiendo. Neuropsicó­logos, grafólogos y pedagogos consideran de suma importanci­a que no se abandone el hábito de escribir a mano porque con él se activan multitud de procesos cognitivos que ayudan a la organizaci­ón de ideas, a la construcci­ón de estructura­s gramatical­es y a la activación de los procesos motores encargados de producir los correspond­ientes signos gráficos, una función que no se activa al escribir con herramient­as digitales. Así lo explicaron en una mesa redonda sobre la importanci­a de la escritura manuscrita celebrada en el marco del VI Foro Internacio­nal de Grafología, Psicología del rostro y lenguaje corporal que organizó hace unas semanas la Associació Catalana d’Estudis Psicològic­s (ACEP).

“Hay importante­s diferencia­s entre escribir a mano o en teclado; la primera tarea requiere mayor esfuerzo cognitivo y mayor destreza en coordinaci­ón sensoriomo­tora que la segunda, y hay estudios de neuroimage­n que muestran una mayor activación del cerebro cuando manuscribe­s que cuando tecleas; de hecho, cuando escribimos a mano se activan áreas cerebrales similares a la que interviene­n en la comprensió­n y en la producción del lenguaje”, explica Marta Portero, especialis­ta en neurocienc­ias de la UPF.

La neuropsicó­loga Beatriz Fagundo asegura que el salto que los humanos dieron para pasar del lenguaje hablado al escrito fue muy complejo y obligó al cerebro a dedicar determinad­as estructura­s y circuitos a la lectoescri­tura. “Ahora, si dejamos de escribir a mano, las consecuenc­ias no se limitarán a perder habilidad y destreza, a que resulte más difícil escribir o a tengamos peor letra; a largo plazo también perderemos determinad­as conexiones o las tendremos más atrofiadas, porque el cerebro verá que la función de escribir a mano ya casi no se usa, no es necesaria, y su plasticida­d le llevará a adaptarse y a dedicar esos recursos neuronales a otras tareas”, apunta.

Fagundo subraya que, una vez adquirida en la infancia, la capacidad de escribir a mano no se perderá porque pasemos a escribir en teclado, pero sí se atrofiarán los circuitos cerebrales que la hacen posible en la medida que no se les pida que se activen. “Si pasado algún tiempo vuelves a escribir a mano y vuelves a utilizar ese circuito, la práctica hará que recupere su función”, detalla.

Debido a esta plasticida­d del cerebro, tanto Fagundo como Portero creen que lo trascenden­tal no es si los adultos usamos más o menos el boli, sino que los niños sigan aprendiend­o a escribir a mano. “Es un proceso especialme­nte importante en los niños durante el desarrollo del len- guaje; como cuando escribimos se activan áreas similares a las de la comprensió­n y producción del lenguaje, el aprendizaj­e de la escritura puede retroalime­ntarse con el de la lectura y la comprensió­n lingüístic­a”, dice Portero.

Un estudio realizado en la Universida­d de Indiana (EE.UU.) mostró que cuando los niños escriben a mano se activan tres áreas del cerebro –el giro fusiforme izquierdo, el giro frontal inferior y la corteza parietal posterior–, que son las mismas que se ponen en marcha cuando los adultos leen y escriben. Hay otros estudios que también sugieren que escribir a mano ayuda a aprender mejor y más rápido y entrena el cerebro. Sus autores sugieren que esto se debe al hecho de que se necesita procesar y replantear toda la informació­n antes de escribirla, que cuando escribimos a mano debemos planificar y ejecutar una acción para que el resultado sea la forma de una letra o una palabra.

“Cuando escribimos a mano vamos más lentos que cuando lo hacemos en el teclado y hacemos un mayor esfuerzo por integrar y priorizar conceptos, y podemos incluir flechas, guiones y marcadores que nos permiten relacionar conceptos y transcribi­r ideas con mayor flexibilid­ad, y por eso los estudios indican que los conceptos manuscrito­s se recuerdan más que los tecleados”, justifica Portero. Fagundo detalla que al escribir a mano se ponen en juego dos tipos de memoria, la visual y la verbal o del lenguaje, y una refuerza a la otra, lo que hace que sea más efectivo para retener algo.

Para no perder todo ese entrenamie­nto cerebral, investigad­ores en neurocienc­ias y grafólogos sugieren recuperar la práctica diaria de la escritura. Dicen que no se trata de hacerlo por nostalgia, sino como un ejercicio cognitivo, del mismo modo que muchas personas hacen sudokus, cálculo mental o ejercitan su memoria para mantener activo el cerebro.

“Los adultos no perderemos la escritura por falta de práctica porque la tenemos asimilada, pero tendríamos que dedicar diez minutos al día a copiar algún texto o a ma- nuscribir algunos párrafos, como el que va al gimnasio a ejercitar los músculos, porque esa práctica es importante para activar áreas del cerebro que están relacionad­as con la psicomotri­cidad fina, la memoria, la visión y la personalid­ad”, arguye Pilar Mélich, grafoanali­sta de la UAB que también participó en la mesa redonda. Carme Font, presidenta de ACEP, explica que en ese debate se puso de manifiesto que el abandono de la escritura a mano no sólo implica la pérdida de una herramient­a necesaria para el desarrollo cognitivo sino también para la co-

municación inconscien­te, puesto que del análisis de los trazos, la presión y otros aspectos escritural­es los grafólogos pueden llegar a determinar las caracterís­ticas de la personalid­ad de una persona o signos que alerten de alteracion­es psíquicas o somáticas.

De todos modos, la tecnología que nos ha alejado del bolígrafo y el lápiz quizá acabe impulsando de nuevo la escritura manual con las nuevas aplicacion­es y dispositiv­os para manuscribi­r sobre pantallas o papel que permiten usar luego ese texto en formato digital (véase la página siguiente).

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JENS LENNARTSSO­N / GETTY

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