Trece vidas rotas
Las familias llegan a Tortosa para identificar a las jóvenes fallecidas en el accidente de Freginals
Un viaje estudiantil a las Fallas acaba con un trágico accidente de autocar en la AP-7 en Freginals
Las víctimas mortales son universitarias extranjeras, y hay una veintena de heridos hospitalizados
“‘Mascletà’ y fiesta por 20 euros, ya dormiréis en el autobús”
SARA SANS / ESTEVE GIRALT MAYKA NAVARRO Freginals / Tortosa / Barcelona
Un día en las Fallas de Valencia. Un plan irresistible tras la primera tanda de exámenes de la universidad. Tras 24 horas de diversión y un intenso olor a pólvora, tocaba volver a Barcelona. A las 4 de la madrugada, el grupo de estudiantes de varias universidades catalanas fue subiendo a los autocares. Casi todos los jóvenes eran erasmus de una veintena de países. No tardaron en quedarse dormidos. Los cinco vehículos circu- laban en fila india por la AP-7. A la altura del kilómetro 333, el chófer del último autocar dio un fuerte golpe de volante, tras comprobar que estaba pisando las bandas sonoras que delimitan el arcén de la derecha. El volantazo fue tan violento que el vehículo volcó sobre
ESTUDIANTES ERASMU S Las trece víctimas mortales son jóvenes extranjeras, de 21 a 29 años
la mediana y se desplazó varios metros, hasta quedarse clavado entre los dos sentidos de la autopista. Un turismo que viajaba en dirección Valencia colisionó contra el autocar. Sus dos ocupantes, vecinos de Barcelona, resultaron heridos y anoche continuaban hospitalizados después de ser operados, aunque no se teme por sus vidas. Peor suerte corrieron la 13 mujeres que murieron en el accidente.
Todas las víctimas mortales son extranjeras, jóvenes de entre 21 y 29 años, estudiantes de la Universitat de Barcelona. Ocupaban los asientos de la parte izquierda del autocar. Junto a las ventanillas de la parte central y trasera que quedaron aplastadas contra el asfalto. Viajaban, como el resto, dormidas. Pero no llevaban puesto el cinturón. Todos los ocupantes que resultaron ilesos lo llevaban abrochado. Anoche, el conductor, de 63 años, quedó en libertad tras declarar en la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Tortosa. No pudo ser interrogado antes porque fue incapaz de articular una sola palabra en todo el día. Estaba abatido. Quedó en libertad. Imputado por 13 homicidios imprudentes.
A falta de una nueva inspección técnica del vehículo y de lo que puedan decir los peritos, todo indica que no hubo ningún elemento exterior al factor humano que
EL CONDUCTOR Un hombre cerca de la jubilación con 17 años en nómina de la empresa de autocares
influyera en el siniestro. El conductor no iba a gran velocidad, la vía estaba en perfectas condiciones, apenas había tráfico a esas horas y las condiciones climatológicas eran correctas. ¿Qué le pudo pasar entonces a este conductor con un expediente inmaculado y 17 años en nómina de Autocares Alejandro sin protagonizar ni un solo incidente? Según las primeras informaciones, no confirmadas oficialmente, se durmió.
El 112 recibió una primera llamada de uno de los supervivientes. Faltaban cinco minutos para las 6 de la madrugada. Fue el primer aviso de uno de los accidentes más trágicos de los últimos años en las carreteras catalanas.
Anoche, cuatro de la veintena de heridos que continuaban hospitalizados se debatían entre la vida y la muerte. El resto regresó a Barcelona, tras declarar en los Mossos y ante la magistrada. Casi todos iban dormidos y pudieron aportar muy poco a la investigación. Ni se enteraron. Pero al despertar, algunos no podían salir del vehículo porque estaban atrapados, y lo peor, algunas compañeras no respondían porque estaban muertas.
Hasta 17 dotaciones de los bomberos trabajaron desde el primer momento en el accidente, en Freginals (Montsià), muy cerca de Amposta. Los servicios de emergencia se esforzaron en rescatar de entre los amasijos primero a los que estaban vivos. Después, con la ayuda de una grúa que alzó el autocar, se extrajo los cuerpos de las 13 jóvenes, en presencia de la juez de Amposta, en funciones de guardia, y que dirige la investigación.
Por las circunstancias del accidente, 16 ocupantes resultaron ilesos, entre ellos el conductor, que, como los otros cuatro que trabajan ese día, respetó los descansos reglamentarios. El hombre dio negativo en las pruebas de alcohol y drogas. Al igual que el resto de los ilesos, llevaba puesto el cinturón de seguridad, obligatorio cuando se viaja en autocares.
El conseller de Interior, Jordi Jané, pasó la jornada en las Terres de l’Ebre coordinando las labores de emergencia. A media mañana llegaron el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el ministro en funciones de Interior, Jorge Fernández Díaz, que puso a disposición del Govern los medios del Estado para las labores de identificación y la repatriación de los cadáveres a sus países de origen.
Esa fue la parte más complicada de la jornada. Ninguna de las jóvenes viajaba documentada. Es normal. La cartera con los documen- tos se acostumbra a guardar en el bolso o en la mochila. Como los estudiantes cambiaron de autocar en el trayecto de regreso, Jané quiso respetar los tiempos de la identificación antes de facilitar ningún dato sobre las fallecidas. En cualquier caso, anoche, los forenses disponían ya de nueve fotografías de las víctimas, para hacer una primera identificación a la espera de realizar el cotejo definitivo con el ADN de sus familiares.
Anoche llegó al tanatorio de Tortosa la primera familia de una de las fallecidas, una joven italia- na. La Conselleria de Justícia montó un equipo de 17 forenses, entre ellos dos especialistas en identificar cadáveres a partir de las piezas dentales, con experiencia en catástrofes. Anoche las 13 autopsias habían finalizado.
Durante el día, los forenses se entrevistaron con los supervivientes para recabar información
U“Los cinturón disparado s NA SU que PER VI salieronnoVI EdeNl levabanTE los asientos”
D Una EI TA fa mil i aLIA de Bolonia fue la primera que identificó a una víctima, su hija Valentina
UNA EMPRESA DE MOLLE T
El propietario de los autocares conducía el cuarto vehículo del convoy
sobre la ropa y la identidad de sus compañeros de viaje. Y fueron los amigos los que facilitaron esas primeras fotografías que ayudaron a realizar una primera identificación. Eran fotos hechas horas antes, de fiesta en las Fallas.
Aunque era el último autocar de la caravana de vuelta, cuando salió de Barcelona viajaban 56 universitarios, la mayoría de la Universitat de Barcelona, casi todos alumnos de Economía y Empresa. En el resto de los vehículos viajaban alumnos de la Universitat Autònoma de Barcelona, la Pompeu Fabra y la Universitat Politècnica.
En el mismo autobús, a la vuelta, se subieron 60 jóvenes, todos de entre 21 y 29 años y de una veintena de países. Entre ellos, Hungría, Alemania, Suecia, Noruega, Suiza, Reino Unido, Italia, Perú, Bulgaria, Polonia, Irlanda, Japón, Ucrania, Holanda, Bélgica, Francia, Palestina, Turquía y España.
“Me he salvado porque llevaba el cinturón puesto”, explicó una de las supervivientes, una joven del País Vasco, que contó que “los que no llevaban cinturón salieron despedidos de los asientos”. Otro de los supervivientes, herido leve y nacido en Perú, contó que estaba durmiendo cuando se produjo el accidente. Cuando despertó por el impacto “todo fue horror”.
Menos el conductor, que fue trasladado a la comisaría, todos los pasajeros que resultaron ilesos fueron conducidos hasta el hotel Corona de Tortosa, donde se instaló el centro de coordinación psicológica y donde los Mossos interrogaron a los supervivientes. Un equipo de más de veinte psicólogos y enfermeras les atendían, con la ayuda de traductores. Durante el día se trasladó hasta Tortosa personal diplomático de los diferentes consulados con compatriotas que viajaban en el autocar.
La Generalitat reservó varias
habitaciones del hotel que puso a disposición de los supervivientes por si querían descansar. Anoche, una veintena de supervivientes regresó a Barcelona.
La primera familia en llegar a Tortosa fueron unos italianos, de Bolonia. Viajaron en avión sin saber si la joven estudiante formaba parte de la lista de fallecidas. Para ellos, como el resto de los que viajaban desde destinos más lejanos, el trayecto hasta Tortosa se convirtió en una pesadilla. Les había llegado el momento de tener que reconocer el cadáver de su hija y aportar después pruebas de ADN para proceder a su identificación oficial.
La joven, Valentina, no figuraba en la lista inicial de estudiantes que en Barcelona subió al autocar siniestrado. Pero la familia albergaba la duda de si, en Valencia, había cambiado de vehículo. Al no poder contactar con ella de ningún modo, la buscaron en los hospitales. Pero no estaba. Sabían que había viajado a Valencia. Oficialmente nadie les confirmaba que estuviera en la lista de los fallecidos. Ni a ellos ni a ningún familiar. Fueron los primeros en llegar al tanatorio y los primeros también en identificar a su hija entre las fallecidas.
La juez que instruye la investigación, la titular del juzgado de instrucción número 3 de Ampos- ta, tomó declaración a los 26 universitarios que resultaron ilesos y a los que fueron dados de alta a lo largo del día. La magistrada les ofreció personarse en el procedimiento como perjudicados. A las 10 de la mañana de hoy, tomará declaración al conductor, que anoche abandonó la comisaría de los Mossos, imputado por 13 homicidios imprudentes.
La empresa autocares Alejandro fue fundada hace 25 años en Mollet del Vallés, y casualmente su propietario, Alejandro López, conducía uno de los vehículos de la misma caravana, el cuarto de la fila. No llevaban ni dos horas de trayecto cuando el hombre dejó de ver las luces de los faros del último autocar. Extrañado, decidió detenerse en el área de servicio de Deltebre para esperar a su compañero.
Como este se retrasaba empezó a llamarle por teléfono. Nadie respondía. Casi todos los estudiantes que viajaban con él iban dormidos, pero uno de ellos recibió un watsap de un colega que se encontraba en el último autocar. Le escribió que habían sufrido un accidente y que habían muchos muertos. Alejandro López llamó entonces a los Mossos, que ya estaban al corriente del siniestro. Les preguntó qué debía hacer, y los policías le indicaron que si estaba en condiciones regresara a Barcelona. No quiso despertar a los estudiantes, para no alarmarles. Aunque la noticia empezó a correr a medida que se acercaban a la plaza de Espanya. Allí le esperaba Raúl, su hijo, que en su coche le llevo de vuelta a Tortosa para ponerse a disposición de los investigadores.