Melody Gardot
CANTANTE
La cantante Melody Gardot, que suspendió su concierto previsto en el último Festival Jardins de Pedralbes, presenta su nuevo álbum en L’Auditori consagrada como una de las voces más atractivas del circuito internacional.
CONCIERTO CANCELADO La cantante recupera el concierto que anuló en el pasado festival Jardins de Pedralbes
CRÍTICA EXISTENCIA L “Amo a la humanidad, aunque no estoy segura de cuánto amo a los seres humanos”
La califican como una de las voces más bellas del jazz de hoy, pero lo que ofrece Melody Gardot traspasa desde hace años los límites jazzísticos para expandirse por muy diferentes campos sonoros. Hace unos años deslumbró con sus incursiones portuguesas y brasileñas, no desdeñó las latinas, y últimamente, coincidiendo con la aparición el pasado año de us álbum Currency of man, se ha electrificado tenuemente, ha cargado las rítmicas, se ha empapado entre otras de las sonoridades del delta del Misisipí, ha subido definitivamente el volumen. En verano del año pasado, Gardot (Filadelfia, 1985) tenía que haber venido al festival Jardins de Pedralbes, pero tras unas intensas actuaciones parisinas, su espalda dijo basta y tuvo que permanecer en reposo absoluto, lo que la obligó a cancelar la cita barcelonesa.
Esta noche, dentro del Festival del Mil·lenni, el Auditori la acogerá para saldar aquella deuda con la afición local, acompañada de un vigorosa banda, de su piano, de su guitarra eléctrica y de su voz única (21 h). Al otro lado del teléfono, Gardot habla en un fluido castellano con acento portugués.
¿Qué ocurrió el año pasado con la cancelación de su concierto?
Yo soy una persona muy fuerte, pero le quiero contar. Desde que tuve aquel accidente yendo en bicicleta cuando tenía 19 años buena parte de mi vida ha sido una luchar para volverme a encontrarme en condiciones. Y la música me ha servido decisivamente para conseguirlo. En los últimos años ha sido un esfuerzo progresivo para dejar de depender de otras personas para caminar sola. El bastón ya no lo necesito en el escenario, por ejemplo. Se lo cuento porque en verano del pasado año estuvimos ofreciendo unos conciertos muy seguidos en París y hubo un día en que no pude seguir por el dolor en la espalda. En mis ocho años de conciertos sólo he cancelado dos veces. Me dolía tanto el cuerpo que estuve inmovilizada tres días. Cuando publicó hace un año
Currency of man, el aficionado se quedó sorprendido, sobre todo porque ya no hablaba tanto de cuestiones personales sino de temas de calado social, de injusticias o del sentido de la vida. Todo álbum es un viaje y este disco en ciertos sentidos constituye un salto hacia lo desconocido. Después de pasar un tiempo en Los Ángeles preparando los temas del disco, todas las canciones acabaron tratando de las personas que conocía: per- sonas que estaban experimentando la vida en los márgenes de lo socialmente aceptado. Este álbum está formado por historias sobre gente que conoce lo que son los tiempos difíciles, personas que luchan para superarlos, y eso es algo que resuena profundamente en mí.
¿La vida es un milagro? Para mi, estas canciones que he hecho ahora cuestionan, y también definen, cuál es el significado de es- tar vivo. Currency of man habla de nuestro valor en este mundo, y como cualquier persona, no importa cual sea nuestra condición social, origen o color de piel.
¿Entiende entonces la sorpresa de su seguidor con estas canciones? La puedo entender porque hablo de cosas de las que no había hablado antes. Sintetizando mucho, hay más conciencia social y no se habla tanto de amor como antes. No encuentras el tono delicado de mis discos anteriores; y eso lo he hecho tanto en la música como en las letras. Ya no soy la persona de antes, dentro de mi hay algo ahora de ese carácter rebelde de Nina Simone, ese espíritu del delta, provocado por mirar a mi alrededor y quedarme asustada de lo que está pasando.
¿Para qué sirven sus canciones entonces? Creo que es básico recordar nuestra historia, saber de dónde venimos y lo lejos que hemos llegado, para continuar ese viaje de ser más sabios y más compasivos. Lo que nos pasa es que estamos buscando algo que no existe. Imagínese, usted vive en un sitio y yo en otro. Nos unen dos cosas esenciales, a nosotros y a todo el mundo: encontrar comida para alimentarnos y proteger a nuestra familia. Nada más, sólo eso. Y tenemos todo el derecho y la razón del mundo para hacer lo que sea para tener esas dos cosas cubiertas. Tenemos que disfrutar juntos la vida pero tenemos la facilidad de hacer cosas como si no fuéramos humanos.
Usted está viendo el drama de los refugiados en Europa. ¿Qué haría usted? No lo sé, pero personalmente la idea, el concepto de la frontera me suena un poco extraña. ¿Quién fue la primera persona que decidió por donde iban las fronteras? ¿En el imperio romano, los bárbaros, antes? Nunca veo la televisión, pero ayer vi un reportaje en la BBC con esa gente en las fronteras, muriendo de frío… Allí estaban, concentrados para morir… y me vino a la cabeza la imagen de los judíos en los campos de concentración, que también estaban concentrados para morir. Amo a la humanidad, aunque no estoy segura de cuánto amo a los seres humanos.
¿Es usted pesimista? No, no. Soy budista. Lo único que quiero en el mundo es paz, pero cada día estamos dando pasos para olvidarlo.
Cuando sube a un escenario, ¿aprovecha este privilegio para transmitir estas ideas ? Sí, no hay que trasmitir sólo la palabra, sino que lo que quiero es transmitir energía, pero sobre todo felicidad, aunque sólo fue para olvidar momentáneamente lo que nos pasa en el día a día.
Por curiosidad, ¿cómo aprendió el castellano? En la cama (ríe). Mi novio es argentino. Pero también en la mesa, en la cocina. Pero siempre con amor.