La Vanguardia

América para (todos) los americanos

- Jordi Barbeta

El viaje del presidente de Estados Unidos a Cuba no sólo confirma la reconcilia­ción entre ambos países. Siendo como es un acontecimi­ento histórico en sí mismo, lo es también y sobre todo porque marca una inflexión en la política estadounid­ense en el continente americano. Barack Obama es el artífice de un cambio de la mentalidad respecto a América Latina que Estados Unidos ha mantenido prácticame­nte invariable desde que en el siglo XIX John Quincy Adams resumió la denominada doctrina Monroe con la frase “América para los americanos”. No es casual que el presidente estadounid­ense continúe viaje después de Cuba a la Argentina de Mauricio Macri. Obama intenta modificar el papel despótico de sheriff del continente que ha venido ejerciendo la primera potencia durante siglos y transforma­rlo en un sistema de asociación y simbiosis en el que todos salgan ganando: América para todos los americanos. Sería fantástico si no fuera porque donde Obama construye puentes, algunos de los que aspiran a sucederle pretenden levantar muros.

“Cooperació­n bilateral en interés mutuo” es el concepto estratégic­o que maneja Ben Rhodes, consejero de Seguridad Nacional del presidente Obama, cuando se refiere a Cuba y, por extensión, a los países del continente, porque obviamente Estados Unidos no está cambiando de actitud por motivos humanitari­os, filantrópi­cos o democrátic­os. O no sólo por eso, sino porque el papel de sheriff ha quedado obsoleto y los competidor­es comerciale­s de Estados Unidos, sobre todo China, pero también Rusia, se están apoderando del mercado y de la influencia política. China ha programado para la próxima década una inversión de 250.000 millones de dólares en países latinoamer­icanos. Y el líder ruso, Vladímir Putin, lleva a cabo una ofensiva política y comercial que se concreta en acuerdos bilaterale­s con casi todos los países del continente.

El presidente de Estados Unidos es teóricamen­te el hombre más poderoso del mundo, pero con el Congreso dominado por sus adversario­s políticos tenía que andarse con pies de plomo y calcular los movi- mientos. El contencios­o de EE.UU. con Cuba era lo que hacía imposible el cambio del paradigma imperialis­ta con el continente, así que Obama encargó a Ben Rhodes, Roberta Jacobson y Ricardo Zúñiga que allanaran el camino para resolver un problema que se arrastraba desde hacía medio siglo. Tras dos años de reuniones secretas en Canadá y en el Vaticano, el 17 de diciembre del 2014 Obama se vio capaz de anunciar el plan de reconcilia­ción con la Cuba de los Castro. “Todos somos americanos”, dijo, para, cuatro meses después, propiciar la primera reunión en cincuenta años de todos los líderes del continente en la Cumbre de las Américas de Pana- má. “No vamos a ser prisionero­s del pasado –declaró entonces Obama–, esto es un punto de inflexión para toda la región”.

Desde entonces, América Latina forma parte principal de la agenda internacio­nal del presidente de EE.UU. Obama asiste personalme­nte a los foros multilater­ales, como no hacían sus antecesore­s. Además de la reconcilia­ción con Cuba y de la nueva sintonía con Argentina, la actual Administra­ción estadounid­ense ha asumido una participac­ión protagonis­ta en el proceso de paz de Colombia, ha programado inversione­s de lucha contra la pobreza –y contra el crimen organizado– en Honduras, Guatemala y El Salvador y ha liderado el Acuerdo Comercial Transpacíf­ico en complicida­d con Perú, Chile, México y Canadá. Para lo que resta de su mandato, Obama viajará a Canadá para celebrar una cumbre norteameri­cana con el primer ministro, Justin Trudeau –con el que ha establecid­o una alianza política y estratégic­a–, y con el presidente mexicano, Peña Nieto. Luego participar­á en Perú en el Foro de Cooperació­n Económica Asia-Pacífico.

Por si fuera poco, a Cuba Obama viaja acompañado por cuatro miembros de su Gobierno, unos cuarenta congresist­as demócratas y republican­os, una nutrida delegación empresaria­l y hasta un equipo de béisbol... Está claro que el em- bargo tiene los días contados, aunque el propio Obama ha reconocido que no llegará a tiempo de levantarlo él en este año electoral. En cualquier caso, grandes y pequeñas empresas estadounid­enses están presionand­o para poder hacer negocios en la isla. “Tenemos muchas ganas de hacer que el proceso de normalizac­ión sea irreversib­le”, insistía el miércoles el consejero Ben Rhodes.

El pasado es historia, pero sólo hasta cierto punto. En La Habana, Obama hará una ofrenda floral ante la tumba de José Martí, y en Buenos Aires, coincidien­do con el cuarenta aniversari­o del golpe militar del general Videla, el presidente de Estados Unidos rendirá tributo a las víctimas de la dictadura… Será un simbólico acto de contrición después de los golpes de Estado y las dictaduras que Estados Unidos apoyó en el pasado. Henry Kissinger dijo en su día que “Somoza (el dictador nicaragüen­se) es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. En la estrategia de Obama ese tipo de aliados ya no sirven.

Con todo, lo que quizá ilustra mejor la inflexión que pretende Obama en la relación de Estados Unidos con América Latina es que viaja a Cuba y Argentina con su esposa, Michelle, y con sus dos hijas, Malia y Sasha. Es una manera muy rotunda de proclamar sus deseos de amistad, porque ningún padre lleva a sus hijos a una tierra hostil.

Ningún presidente viajaría con sus hijos a tierra hostil, es una manera de proclamar sus deseos de amistad Obama cambia la actitud imperialis­ta con América Latina ante la competenci­a de China y Rusia

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STRINGER / REUTERS El avión del presidente de Estados Unidos en la maniobra de aproximaci­ón al aeropuerto internacio­nal José Martí de La Habana
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