Embarazo en el pasillo de la muerte
Su cerebro frío y calculador se activó el 20 de enero del 2014, cuando el juez Ngo Duc anunció su sentencia de muerte. Nguyen Thi Hue acababa de ser condenada a la pena capital por ser una de las cabecillas de una red de tráfico de drogas entre Laos, Vietnam y China, en el mayor proceso que se ha celebrado hasta ahora en Vietnam, en términos de acusados (89), penas de muerte impuestas (30) y volumen de heroína confiscada (2 toneladas).
Desde ese día, esta mujer de 42 años, acostumbrada a la buena vida y los coches de lujo, empezó a maquinar de qué forma podía eludir su ejecución. Sólo había un resquicio y lo aprovechó, para desconcierto y sonrojo de las autoridades vietnamitas.
La única manera de evitar ser ejecutada con una inyección letal era tener un hijo menor de tres años, en cuyo caso la pena capital se conmuta por la cadena perpetua, según la legislación vietnamita. Pero no lo tenía fácil. Estaba en el corredor de la muerte de la prisión provincial de Quang Ninh, en el nordeste del país. Pero lo consiguió.
La deficiente situación penitenciaria, con problemas de sobresaturación de población reclusa, y la red de contactos tejida en el interior de la cárcel jugaron a su favor, y a principios de enero los oficiales de la prisión descubrieron que Nguyen Thi Hue estaba embarazada de cinco meses.
La reclusa había aprovechado el escaso margen de movimiento que le habían dejado para lograr su propósito. En lugar de aislarla en un celda, la habían encarcelado con otras internas femeninas, debido a un exceso de presas condenadas a muerte. Situación que le dio más libertad de acción y le permitió contactar, a base de signos y códigos secretos, con el colectivo de reos encarcelados en una parte del mismo recinto carcelario de Quang Ninh. La falta de cámaras de vigilancia facilitó, al parecer, estos contactos, subrayó el jefe adjunto de policía de la prisión al periódico Tuoi Tre.
Según los investigadores del caso, Nguyen Thi Hue intentó durante meses com- prar semen de varios reclusos varones para autoinseminarse. A cambio ofrecía pagarles 50 millones de dongs vietnamitas (unos 2.000 euros) si lograba quedarse embarazada. La mayoría de ellos rehusó el ofrecimiento.
Sólo un joven de 27 años, llamado Nguyen Tuan Hung, que cumple una condena de 30 meses por robo, admitió haber aceptado la oferta y confesó que le había facilitado una bolsa con su semen y jeringuillas en agosto del año pasado.
Hue admitió ante la policía que todo se desarrolló en muy poco tiempo. Explicó que había aprovechado el momento en que los reclusos salen de sus celdas para su higiene personal para recoger la bolsa de plástico con el esperma y las dos jeringuillas que Hung había depositado un poco antes en un lugar preestablecido. Después, se inyectó el semen directamente en el útero.
Muchos médicos sospechan, sin embargo, de la veracidad de la versión de Hue. Consideran que las posibilidades de éxito en caso de autoinseminación con una inyección directa en el útero son muy raras. “En situaciones como esta el porcentaje de éxito es sólo del 1%”, señaló el viceministro de Salud, Nguyen Viet Tien, según el diario Thanh Nien.
La noticia ha acaparado los titulares de la prensa vietnamita, que considera que Hue sólo pudo llevar a cabo su plan con la ayuda de algún funcionario de la cárcel. Hasta ahora, las autoridades se han limitado a suspender a cuatro guardias de seguridad por negligencia, y el viceministro de Salud ha anunciado que en cuanto nazca el bebé –lo que está previsto para abril– se le harán pruebas de ADN para identificar al padre.
Nguyen Thi Hue no es la primera condenada a muerte que salva la vida al quedarse embarazada, pero sí de la forma rocambolesca en que lo ha conseguido. Dos reclusas lo habían logrado antes, pero sobornando a los guardias para que hicieran la vista gorda ante la visita de un preso.
Una convicta se autoinsemina para quedarse embarazada y eludir la pena capital en Vietnam Nguyen Thi Hue pagó 2.000 euros a un reo por una bolsa con su semen y dos jeringuillas