Homenaje a Joan Botam
Ahora que celebramos los 50 años de la Caputxinada, sorprende que casi no se haga mención de quien fue uno de los protagonistas más destacados: Joan Botam Casals, conocido entonces con el nombre religioso de fray Salvador de les Borges, y que, como superior provincial de los capuchinos catalanes, fue quien cedió el salón de actos del convento de Sarrià para la celebración de aquella asamblea en que se constituyó el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universitat de Barcelona (SDEUB).
Conozco a Joan Botam desde hace más de 60 años. Era uno de los frailes capuchinos que venían a la escuela Andersen a darnos clase de Historia Sagrada. Debía de tener menos de 30 años. Nacido en Les Borges Blanques el 21 de septiembre de 1926, fray Salvador de les Borges había sufrido la Guerra Civil, había realizado sus estudios y a los 18 años había ingresado en el noviciado capuchino de Arenys de Mar; fue ordenado sacerdote en 1952. Doctor en Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, fue vicedirector y director del Colegio de Filosofía y Teología de los Capuchinos. En 1956 publicó Arnau de Vilanova, moralista, trabajo por el que el Institut d’Estudis Catalans le otorgó el premio Jaume Serra i Húnter.
Mientras casi toda la jerarquía católica hacía el juego a la dictadura franquista y disfrutaba de los privilegios derivados del régimen nacional-católico, Joan Botam fue uno de los sacerdotes que siguieron con entusiasmo el aggiornamento impulsado por Juan XXIII con el concilio Vaticano II. En aquella época, Joan Botam fue elegido provincial de los capuchinos de Catalunya y fue reelegido varias veces. Consiliario de Pax Christi, desde donde apostó por la paz, el ecumenismo y el diálogo, participó en la creación del Instituto Víctor Seix de Polemologia y tendió puentes con la catalanidad democrática, sin distinción de ideologías ni creencias.
Nada más lógico, pues, que Joan Botam aceptara de muy buen grado la petición de los dirigentes estudiantiles de cederles el salón de actos del convento de los capuchinos de Sarrià para la celebración de la asamblea de constitución de la SDEUB, evidentemente clandestina. Y nada más lógico que, al ser descubierto aquel acto subversivo por la Brigada Político-Social dirigida por los siniestros hermanos Creix y el convento fuera sometido al cerco policial, Joan Botam, con el acuerdo de la comunidad, decidiera considerar el cerca de medio millar de asistentes a la asamblea huéspedes bajo su protección, cediéndoles un sector del convento e incluso algunas celdas de los frailes para que pudieran vivir allí aquellos días.
Finalmente, a pesar de las gestiones hechas por Joan Botam tanto cerca del arzobispo de Barcelona Gregorio Modrego Casaus como ante el gobernador civil Antonio Ibáñez Freire, la policía irrumpió en el convento siguiendo órdenes directas del dictador y de su ministro de Gobernación, Camilo Alonso Vega, y detuvo a los asistentes al acto, que fueron trasladados a la Prefectura Superior de Policía, y acto seguido la maquinaria represiva se puso en marcha: sanciones económicas, expedientes a estudiantes, expulsiones de profesores universitarios, traslados militares al Sáhara...
La dictadura intentó expulsar a Joan Botam de España, como ya había hecho en 1965 con el abad de Montserrat Aureli Maria Escarré, pero en este caso no lo logró por la oposición del Vaticano. Quizás la Caputxinada fue el inicio del conflicto entre el franquismo y sectores cada vez más amplios del catolicismo, que se mantuvo hasta después de la muerte de Franco.
La Caputxinada, por encima de la resonancia que tuvo en Catalunya, en toda España y en el extranjero, fue sobre todo la semilla que dio el fruto de La Taula Redonda, la primera plataforma unitaria de la catalanidad democrática antifranquista y embrión de la Asamblea de Catalunya.
Joan Botam continúa fiel a sus convicciones. Las mismas que lo llevaron a fundar, en 1984, el Centro Ecuménico de Catalunya, y en 1992 la Plataforma Intercultural Barcelona 1992, de la cual nació el Centro Abraham en la Vila Olímpica, para que deportistas de todas las religiones dispusieran de un espacio común para rezar. Presidente de la Unió de Religiosos de Catalunya, Joan Botam impulsó el I Congreso de Vida Religiosa de Catalunya, presidió la comisión promotora del Centro Interreligioso de Barcelona, y con Enric Capó representó la ciudad en la Cumbre del Milenio de dirigentes religiosos y espirituales en las Naciones Unidas.
Inteligente, sencillo e irónico como siempre, Joan Botam, que el 21 de septiembre cumplirá 90 años, debe recordar la Caputxinada sin nostalgia ni orgullo pero con satisfacción, porque sin su decisiva contribución personal no habría sido posible.
Sin la decisiva contribución personal de fray Salvador de les Borges, la Caputxinada no habría sido posible