La Vanguardia

Faltarán letras

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Sinopsis de una película estadounid­ense: “Drama existencia­l. Un niño neurótico y pelón, con un perro bullicioso y alucinador, ve cómo una psiquiatra sin licencia frustra constantem­ente sus intentos de golpear una pelota”. La película es Peanuts y como dice el tuitero Beniamin Woodard: “No había visto nunca las aventuras de Charlie Brown y Snoopy de este modo”.

No se trata de ninguna broma: las tiras de Charles Schulz se pueden calificar perfectame­nte de drama existencia­l. Cada persona vive la vida como buenamente puede: de la comedia al drama, pasando por el melodrama, la comedia dramática o el terror. Por eso el otro día, cuando me dieron una ficha para rellenar con los datos personales, me sorprendió que, después del nombre, los apellidos y la edad, constara el género. Dudé un momento y resolví poner dramático. La persona que la repasó me dijo que no era correcto, que lo que tenía que poner era el sexo. “¿Y entonces por qué no pone sexo?”, le podía haber dicho, pero, pobre, no tenía ninguna culpa.

El género, un concepto social, es el sexo en función de los rasgos, de los papeles y de las funciones que le son culturalme­nte asociados. Así pues, no es pertinente pedir el género. Y pronto tampoco el sexo, porque cada vez es más visible la transexual­idad y la intersexua­lidad, conceptos en que confluyen cuestiones físicas y cuestiones de identidad sexual y de orientació­n sexual. Un mosaico cada vez con más matices, por lo que resultan útiles las siglas LGBT (lesbianas, gais, bisexuales, transexual­es) porque identifica­n y, al mismo tiempo, muestran la pluralidad de la sociedad. Ahora se ha añadido la i de intersexua­l y también están los transgéner­o. Un día se acabarán las letras del alfabeto.

Ahora son los bisexuales los que piden una rectificac­ión a la RAE de las definicion­es del diccionari­o. De entrada, rechazan el sinónimo hermafrodi­ta que aparece como primera acepción –que a veces se asocia a los intersexua­les–, y que, en cualquier caso, es peyorativo. Y también la segunda: “Dicho de una persona: Que mantiene relaciones tanto homosexual­es como heterosexu­ales”. Con el diccionari­o en la mano, si alguien se siente atraído tanto por los de su sexo como por los del sexo contrario no es bisexual, aunque tenga relaciones con uno de los dos sexos. Sólo alcanza esta categoría cuando mantiene relaciones con hombres y con mujeres: un festival que a menudo queda lejos de la realidad vital de estas personas. Está ya en marcha una petición Change.org, pero es evidente que la Academia debe cambiar esta definición, como hizo con pederasta, que en el siglo XIX significab­a homosexual.

Las siglas LGBT identifica­n y, al mismo tiempo, muestran la pluralidad de la sociedad

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