La Vanguardia

Silencio forzoso en la Mina

La vuelta al barrio de las familias que huyeron por miedo a la venganza es todavía remota dos meses después del asesinato de un joven gitano

- Sant Adrià de Besòs ENRIQUE FIGUEREDO

Las calles de la Mina siguen extrañamen­te en calma, más de lo habitual. La tensión es soterrada. Se mantiene el silencio a rajatabla. Los que se atreven a hablar de los hechos que han causado la huida de unas 500 personas del barrio lo hacen en voz baja y mirando a todos lados mientras lo hacen. “De nombres, nada. Está todo todavía demasiado caliente. Cualquier cosa que se diga puede interpreta­rse como falta de respeto”, comenta un vecino algo incómodo.

Han pasado dos meses desde que a un joven de 28 años de una de las familias gitanas más importante­s y temidas de ese barrio de Sant Adrià de Besòs le dieran muerte clavándole en el costado un vaso de cristal roto. Los agresores eran miembros del clan de los Pelúos, y la víctima, de los Baltasar. La misma madrugada del día 25 enero, muchos Pelúos iniciaron bien temprano un éxodo que entendiero­n necesario para salvar la vida. Hoy, los que han abandonado la Mina se dividen entre los que malviven en pisos ocupados por la fuerza en diversos pueblos de la pro- vincia de Barcelona, cuando no en el interior de coches, y otros, con familiares que pueden ayudarles, en diversos puntos de Andalucía, principalm­ente.

La Mina sigue siendo ese barrio particular en el que pueden verse estampas de otro tiempo, como la de la venta callejera de pescado. Ya no se muestra el género en cajas de madera ni en cubos sino en recipiente­s de poliespán. Sigue siendo ese mismo barrio, pero ahora “está anormalmen­te tranquilo, antes de que ocurriera lo de ese muchacho, se veía más gente por la calle”. Un peatón muy desaliñado pide un cigarrillo medio en catalán medio en castellano. Consigue lo que busca.

“Los pisos están vacíos. Se llevaron lo que pudieron y no se atreven a volver a por lo que dejaron atrás”. La situación es todavía grave, las amenazas de venganza mortal de los Baltasar resuenan tan firmes que ni siquiera los ancianos de respeto parecen tener espacio para la intermedia­ción. “Todavía no se puede negociar nada de nada. Las partes se podrían ofender”. Dentro de los Baltasar hay gente “muy echada para adelante y con muchos arrestos”. El historial de la familia contiene muertes violentas habidas en el pasado por las que ya se pagó cárcel.

Mientras los Pelúos y los miembros de otras familias emparentad­as con ellos se mantengan lejos del barrio, la calma parece asegurada. Muchos echan de menos a los que se han ido y otros saborean la nueva calma que vive el barrio. No todos los que huyeron eran personas queridas ni contaban con la unánime considerac­ión de los vecinos.

Ese aparente sosiego que se nota en las calles sigue cargado de incertidum­bre y de dosis de miedo. Hay quien teme que los expulsados por las amenazas de venganza alcancen un punto tal que no soporten por más tiempo el destierro y regresen agrupados a plantar cara. La posibilida­d de que se produzca este regreso no autorizado por los Baltasar no se expresa directamen­te sino mediante frases inacabadas y sobreenten­didos que sólo los más iniciados son capaces de descifrar. Es ese lenguaje casi telepático que tanto se emplea en el barrio para este y para otros menesteres muchas veces fuera de la ley.

Los controles que efectúan los Mossos d’Esquadra en los accesos del barrio no han cesado desde que se produjo el crimen, en el mes de enero. Se chequean los vehículos que entran en él y ocasionalm­ente se han realizado acciones para evitar que se violenten los pisos de algunos de los huidos. Un par o tres de viviendas han llegado a sufrir incendios. “¿Llevan ustedes armas?”, dicen los vecinos que les preguntan los policías autonómico­s que vigilan los accesos a la Mina. ¿Será para evitar ese regreso no autorizado?

Por lo que respecta a la mesa de coordinaci­ón convocada por la Generalita­t sobre la problemáti­ca abierta

Los huidos de la Mina se dividen entre los que ocupan pisos alrededor de Barcelona y los que se han ido a Andalucía No todos los que se han ido del barrio contaban con la unánime considerac­ión de los vecinos

tras el crimen en los barrios de la Mina y Sant Roc, en Badalona, de donde también han huido varias familias, algunos de los citados se han negado en redondo a comparecer en tanto las cosas no se calmen. Algunos miembros de la comunidad gitana de gran reputación han rechazado por el momento colaborar en esta mesa de trabajo a pesar de haber sido invitados a ello.

La Mina necesita más tiempo. Las detencione­s de dos de los implicados directamen­te en el crimen del Port Olímpic no han sido por el momento suficiente­s. Uno de los sospechoso­s cayó en Bilbao, y el otro, algo más de un mes después, en Málaga. Quedan dos arrestos todavía pendientes. Está por ver si su captura permitirá el regreso paulatino de los exiliados.

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LAURA GUERRERO Vecinos de la Mina conversan en una de las plazas del barrio

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