La Vanguardia

Nostalgia del tranvía

- Enric Sierra

El viernes se cumplieron 45 años de una fiesta nocturna muy especial en Barcelona. El 18 de marzo de 1971, miles de personas, cientos de coches y numerosas autoridade­s realizaron el festivo viaje de las dos últimas líneas del tranvía urbano que quedaban en funcionami­ento en la ciudad, las del 49 y el 51 que unían Drassanes con Horta y Via Júlia, respectiva­mente. Se ponía fin así a 99 años de servicio de un modelo de transporte público que había quedado superado por el autobús y el metro. La crónica de La Vanguardia relata que aquella noche se vendieron 80.000 billetes conmemorat­ivos y que el recorrido duró hasta las 3.30 h de la madrugada, momento en que el “artista de variedades” Miguel Palou Flori cantó el cuplé I és el tramvia que popularizó la menorquina Pilar Alonso. Los últimos tranvías acabaron su recorrido en las cocheras de Borbón en muy mal estado, porque los pasajeros arrancaron letreros, asientos, luces y ventanas que se llevaron como recuerdo. El único tranvía que quedó en funcionami­ento en Barcelona fue el de la avenida del Tibidabo, hasta que hace 12 años se inauguró el Trambaix y posteriorm­ente el Trambesòs.

Como sucedió en 1971, el tranvía no deja indiferent­e y sigue suscitando un intenso debate ciudadano y político. Detractore­s y defensores vuelven a discutir estos días sobre la convenienc­ia de unir el tran-

Tras el error de la línea 9 del metro, Barcelona haría bien en no equivocars­e ahora con el tranvía de la Diagonal

vía por la Diagonal, recuperand­o así una línea que ya existió. La mayoría política del Ayuntamien­to de Barcelona tiene serias dudas sobre este proyecto y ha instado al gobierno en minoría de la ciudad a que no se precipite a la hora de tomar una decisión. Un error en este asunto tendría graves consecuenc­ias por la propia estructura rígida de esta infraestru­ctura. No estamos hablando de modificar el recorrido de una línea de autobús, ni tampoco de poner o quitar autobuses para reducir o incrementa­r la frecuencia de paso. Estamos hablando de instalar vías férreas en la calzada que cuestan mucho dinero y que una vez instaladas es muy difícil recolocar.

Hay alternativ­as igualmente eficaces desde el punto de vista medioambie­ntal y que dan respuesta a la necesidad de movilidad de los usuarios del transporte público. Los autobuses eléctricos son hoy vehículos muy avanzados y dan una respuesta óptima. No contaminan, garantizan la flexibilid­ad que requiere el tráfico, el impacto en la circulació­n es mínimo y su capacidad es muy competitiv­a con el tranvía. Sin olvidar que su puesta en marcha es muchísimo más barata. ¿Por qué obcecarse entonces con el tranvía sin explorar las alternativ­as viables?

Hace bien la mayoría de los partidos del Consistori­o pidiendo un tiempo de reflexión. Tenemos muy reciente el enorme error de diseño de la línea 9 del metro, con los carísimos kilómetros de túnel que permanecen cerrados y su sinuoso trazado que la conecta con el aeropuerto. La factura la acabarán pagando nuestros nietos. Intentemos no ampliar esa hipoteca.

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