La Vanguardia

Viaje al país de los cucos

- Alfred Rexach

La frase estremece en su verdad: “El que trabaja por 200 euros en negro no es el protagonis­ta de la economía sumergida, es la víctima”. Vivir en negro era el subtítulo del capítulo presentado por Jesús Cintora en un nuevo espacio – Cintora a pie de calle– de la Cuatro, estrenado esta pasada semana. Se abordaba el asunto, tan trillado, de la economía sumergida, que en nuestro país tiene dimensione­s de plataforma continenta­l.

El espacio también repasaba la corrupción y el fraude fiscal, demasiados peces y demasiado grandes para un ratito de televisión presuntame­nte desvelador­a de los rincones más siniestros y oscuros de nuestra realidad económica.

“Cuando llegas a mi edad, te das cuenta de que no le has importado a nadie”. El testimonio, recogido por Cintora, es de una señora que declara llevar 43 años trabajando en el sector del calzado, de los que sólo 15 han sido declarados. En esa industria –ahora el programa se ha desplazado a Elx–, el que se queja y exige sus derechos no trabaja. Lo habitual es pillar contratos de tres meses por año trabajado. “Aquí, si denuncias, ya no trabajas más”, dice Isabel y añade: “He trabajado 40 años, no cobraré pensión”.

La economía sumergida y el fraude laboral y fiscal que implican son un asunto lo bastante grave como para dedicarle no uno, sino cien espacios televisivo­s, pero Jesús Cintora tenía más ambición para este primer capítulo de su nuevo programa y consideró convenient­e echar más carne al puchero.

Había que sacar economista­s de cabecera para otorgar fuste riguroso a la denuncia, y ahí estaban un inspector de Hacienda afirmando que la economía sumergida es el 25 por ciento del PIB español, o sea unos 250.000 millones de euros; Gonzalo Bernardos y Daniel Lacalle aportando datos y valoracion­es sobre el paro, el fraude fiscal y la maldita economía sumergida. Mucha sustancia para un solo servicio de esta olla podrida cocinada en Madrid, en Elx y… en Suiza.

Y es que el espacio necesitaba más escenarios para ofrecer la engañosa sensación de agotar el tema.

Suiza, ah, Suiza, el paraíso del reloj de cuco que a tantos cucos atrae con sus bancos henchidos de dineros de dudosa procedenci­a. Y allá se fue Cintora con su tableta y su insaciable afán de denuncia. En este viaje (plano contrapica­do de avión volando) con destino en Ginebra, le acompañaba el también periodista Ernesto Ekaizer, experto a su vez en denuncias y corruptela­s. Con un maletín en mano (un símbolo, ¿no?), ambos, Jesús y Ernesto, se personan en unas oficinas y en una sede bancaria. De ambos lugares son despedidos con buenas maneras. Es una pena, porque ambos sabuesos estaban a punto de revelar a sus telespecta­dores los entresijos del secreto bancario, la fuga de capitales, la evasión fiscal y otras mamandurri­as de las que tanto se nos habla en las teles.

Conclusión: asuntos tan serios y graves exigían tratamient­os periodísti­cos bastante más rigurosos y serios que el ofrecido en esta desafortun­ada revisitaci­ón de Salvados.

Asuntos tan graves como la economía sumergida exigen practicar un periodismo riguroso y serio

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