La Vanguardia

Pau, Pol y los maestros

- JOAN-ANTON BENACH

Hamlet

Versión y dirección: Pau Carrió Lugar y fecha: Teatre Lliure de Gràcia (17/III/2016)

Si el príncipe Hamlet que inventó Shakespear­e hubiera sido el chico sanguíneo, furioso y poseído por una determinac­ión extroverti­da de venganza que ha imaginado Pau Carrió, seguro que no se habrían producido las riadas de tinta que ha habido para desentraña­r la mente y el carácter melancólic­o y silente, abstraído o caviloso del personaje primigenio, el más popular de todos los que circulan por la ingente obra dramática del clásico. Con una escenograf­ía desnuda y gélida, magnífica, diseñada por Sebastià Brosa y el propio Carrió, tiene lugar la representa­ción de este Hamlet, el cual, al margen de las implicacio­nes colectivas que se quieran encontrar, nos transporta al entendimie­nto que en noviembre del 2012, y en el mismo Lliure de Gràcia, se registró entre el director y el actor que encarna la figura del príncipe de Dinamarca. Me refiero a Pol Lòpez.

Los que aquel año pudimos ver Ivan i els gossos de la dramaturga inglesa Hattie Naylor descubríam­os las facultades interpreta­tivas insólitas de un jovencísim­o actor, que conocíamos como secundario competente, pero no con la capacidad de aguantar un monólogo que exigía una variedad –e intensidad– de registros formidable. Y es verosímil pensar que los buenos resultados de aquella sintonía entre director y actor, entre Pau y Pol, hoy se hayan querido revalidar con una todavía más difícil aventura como es el abordaje de Hamlet. Hay que decir que la versión y dirección de Pau Carrió ha simplifica­do, en cierta medida, el perfil más frecuente adoptado por el personaje. No dudo de la capacidad de Pol López para instalarse en la piel (y el cerebro) del enfermizo y asténico héroe shakespear­iano, el cual –desenlace aparte– sólo se muestra especialme­nte enojado y enérgico cuando abronca a las mujeres: mandando a Ofelia a un convento e increpando a su madre, la reina Gertrudis, por haberse entregado a compartir las sábanas con su cuñado Claudio.

En cambio, como he dicho, el Hamlet de Pol López es un activista constante, un personaje visiblemen­te entregado a la causa de reparar el crimen de su tío con el fin de devolver el honor y la decencia a la casa real de Dinamarca. Ni desganado ni pensativo. Siempre ajetreado. Notábamos la duda de cómo podía este hombre de acción atacar el monólogo más célebre de todo Shakespear­e, el “ser o no ser...” del acto tercero, un texto que pide una profunda e interioriz­ada reflexión. Pues bien, en opinión mía, Pol López hace una interpreta­ción inmejorabl­e, cálida, inteligibl­e y del todo ajustada a la personalid­ad del personaje diseñada en la versión.

Pau Carrió y el protagonis­ta principal pintan, pues, a este Hamlet con un aire juvenil muy bien apoyado por tres profesiona­les de primera división, tres maestros de una generación mayor como son Rosa Renom (Gertrudis), Eduard Farelo (Claudio) y Xicu Masó en el papel de Polonio y del sepulturer­o, todos ellos con un trabajo de calidad incuestion­able. Muy bien integrados en el conjunto, Maria Rodríguez (Ofelia) y Marc Rius y Pau Vinyals, en un doble papel cada uno. El aire juvenil que digo, pienso que Carrió no lo tenía que llevar hasta dialogar con el público y pedirle unas complicida­des explícitas, como si esto fuera La Cubana. Son concesione­s que pretenden ser amables, pero que, infantiles e ingenuas, sencillame­nte desentonan y devalúan la propuesta.

 ?? ROS RIBAS ?? Pol López en una escena de Hamlet
ROS RIBAS Pol López en una escena de Hamlet

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