La Vanguardia

Un punto más cerca

El Barça se deja empatar un 0-2 pero celebra que amplía el cojín

- CARLES RUIPÉREZ

Existen los puntos buenos y puntos malos. Hay empates que duelen y otros que se celebran. Normalment­e las tablas son agridulces para unos y exitosas para los otros. Sin embargo, ayer, en un duelo que tuvo muchas alternativ­as y polémica, tanto Barcelona como Villarreal se dieron las manos satisfecho­s. Los locales, porque sacaron el orgullo después de sentirse perjudicad­os en la primera parte para igualar un 0-2. Los de Luis Enrique, porque salvaron su récord de imbatibili­dad y porque, después del pinchazo del Atlético, tenían una ocasión de oro para acercarse al título, y ampliaron la ventaja. El empate es positivo. Un punto más, una jornada menos.

El Madrigal no suele ser un escenario fácil. Esta temporada ya habían perdido en Vila-real el Atlético y el Madrid. Por si no se acordaba el Barça del gol salvador de Sandro del curso pasado, a los 44 segundos el poste ya había salvado a Claudio Bravo. Bakambu regateó a Piqué y centró al área pequeña. Allí saltaron Trigueros y Alba, más pendientes de molestarse mutuamente que de rematar. Al final, el balón impactó en Arda, que también quería despejar, y salió hacia el poste derecho de la portería del Barcelona. El chileno se lanzó rapidísimo a por el rechace.

La salida del Villarreal fue brillante, combinando con sus cuatro medios, de muy buen toque todos ellos, en especial un motivado Denis Suárez, y con los grandes movimiento­s de Soldado y del delantero congoleño Bakambu, que dejó pasmado a Mascherano al controlar un balón en el área de espuela.

Sin embargo, tras el gran regate, disparó al cuerpo de Bravo.

Pocos equipos combinan tan seguros como el de Marcelino. Pero a los groguets les faltó contundenc­ia. Justo lo que más tiene este Barcelona, que no perdona a los que le perdonan. Porque en ese arranque, lo único que apuntar en el haber blaugrana, que ya tenía dos amarillas (Arda y Piqué), fue un disparo de Messi alto que dejó mareada a una aficionada.

Eso sí, el primer balón entre los tres palos fue gol. Leo sacó una falta al punto de penalti. Suárez fue al remate, Víctor Ruiz despejó, pero Asenjo también había salido a por el centro y chocó con ambos. El rechace lo recogió Rakitic, como en Vallecas, para aprovechar la mala salida del meta y marcar a puerta vacía.

Con muy poco le bastó al líder, y todo le sonrió en esa fase. Porque el colegiado no vio unas manos al levantarse Piqué, que se lanzó al suelo y cortó un avance de Denis, que hubiesen supuesto la segunda amarilla y la expulsión (las primeras manos no son claras) del central, que se habría perdido el próximo duelo contra el Madrid. Tanto protestó Marcelino que el expulsado fue él.

El Barça ganaba un partido que podía estar empatado y jugaba con once cuando podría estar en inferiorid­ad. Pero el enfado en El Madrigal fue en aumento. Y eso que no se señalaron como penaltis dos caídas de Neymar y Messi. Pero los pañuelos blancos y los gritos de “esto es un atraco” poblaron las gradas cuando el brasileño encaró a Asenjo, le quiso regatear y el once salió despedido. Sánchez Martínez mar-

EN SIETE MINUTOS Tras el descanso, el líder pensó erróneamen­te que el Villarreal tiraría la toalla y eso le costó dos puntos

có una pena máxima discutida y polémica. Sí, Asenjo tocó el balón. Y para hacerlo derribó con el cuerpo a Neymar. En medio de todo ese volcán, el brasileño no se puso nada nervioso al chutar desde los once metros y lo transformó a lo Panen-

EL ENFADO DEL MADRIGAL La afición protestó mucho el penalti que supuso el 0-2 y unas manos que hubieran expulsado a Piqué

ka. La pitada al descanso contra el trío arbitral fue morrocotud­a.

Quizás el Barça pensó que tras el descanso el Villarreal habría tirado ya la toalla después de toda la rabia acumulada en la primera parte. O los cambios de Luis Enrique –retirando a los amonestado­s Piqué y Arda– le hicieron pensar sin querer en el clásico antes de hora. Pero lo cierto es que los locales se metieron en el partido porque nunca se fueron. En siete minutos, del 56 al 62, el partido, que tenía claro color blaugrana, estaba de nuevo igualado. Bakambu embocó un rechace de Bravo tras un chut de Denis, y Mathieu despistó a su portero al marcar un autogol a la salida de un córner.

Todo volvía a empezar, con lo que le había costado al Barça abrir brecha. Pero aun así, el líder tuvo sus ocasiones, que Asenjo tapó. Primero, sacando un disparo desde la frontal de Neymar, y después, desviando un remate de cabeza de Rakitic a bocajarro tras otra falta botada por Messi. En ambas ocasiones el portero, que regresaba después de once meses por las molestias de Aréola, voló para frustrar el gol. Igual que para quitarle un centro de la cabeza a Suárez. Pese al empujón final en busca del golpe a la Liga, el Barcelona tuvo que defender hasta el último minuto su racha de 39 partidos invicto. El punto es positivo.

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JOSÉ JORDÁN / AFP

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