Seguridad alimentaria
El 40% de la población trabaja en el sector de la agricultura y la alimentación, que a su vez es el que más agua consume, de modo que es básico mejorar la calidad del agua sobrante de estas actividades y lograr que se usen muchos menos recursos hídricos e
No se trata de conseguir más agua, sino de buscar fórmulas para reducir su uso
El agua es fundamental para
la seguridad alimentaria,
es decir, para garantizar alimentos a la población, de modo que la agricultura y la ganadería deben adecuarse a la escasez de este recurso vital en el futuro. Los datos son bastante claros: el 70% del agua extraída en el mundo para uso humano va a la agricultura, y unos dos mil seiscientos millones de personas trabajan en el sector de la alimentación y la agricultura, lo que equivale al 40% de la población mundial, según Naciones Unidas, que recuerda que una sexta parte de la población mundial pasa hambre hoy en día.
La agricultura requiere grandes cantidades de agua para regadío,
además de agua de calidad para los distintos procesos productivos, y el sector agrícola es el mayor consumidor de agua del planeta no solo por la producción de alimentos, sino también de otros cultivos no co
mestibles, como el algodón, el caucho o los aceites industriales, cuya producción crece de forma constante. Además, el regadío demanda hoy en día cerca del 70% del agua dulce extraída para uso humano. Pero el agua consumida por la agricultura supone, generalmente, menos del 50% del agua extraída, debido a pérdidas durante el transporte, a la eficiencia de su uso en el campo de cultivo y a pérdidas en el sistema.
Protección a medias
El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de Naciones Unidas
declaró el acceso seguro al agua potable y al saneamiento como un derecho humano, pero mientras el agua de boca y la que se usa para cocinar sí se verían protegidas, no lo estarían los niveles mínimos de
agua necesarios para la producción de alimentos en las zonas áridas.
Hay suficiente agua para las necesidades del futuro, pero también es verdad que existen grandes áreas con una falta total de recursos hídricos, lo que afecta a miles de millones de personas, de modo que es necesario un cambio en la gestión y las políticas en toda la cadena de producción agrícola, para garantizar el mejor uso posible de los recursos hídricos y responder a la creciente demanda global de alimentos y de
otros productos agrícolas.
La Cumbre Mundial sobre Alimentación de 1996 definió la
seguridad alimentaria como “aquella que se da cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para satisfacer sus necesidades
alimenticias, a fin de poder llevar
una vida activa y sana”.
¿Cómo garantizar esta seguridad alimentaria en un futuro, con 8.300 millones de habitantes en el planeta en 2030 y más de nueve mil millones en 2050? De hecho, se espera que, para 2030, la demanda de alimentos se incremente en un 50%, y el reto del sector agrícola no es ya producir un 70% más de
alimentos, sino que estos estén disponibles en cada plato.
Un dato para reflexionar es que, cada año, el 30% de los alimentos que se producen en el mundo, cerca de mil trescientos millones de toneladas, se echa a perder o se desperdicia, lo que implica que también se echa a perder el agua que se ha usado para producirlos. Un hecho clave, ya que el agua necesaria para alimentar a una sola persona, en función de su dieta, varía entre 1.000 y 3.000 tonela
das de agua al año (por ejemplo, para producir un kilo de arroz, se requieren 3.500 litros de agua, y un kilo de ternera necesita unos quince mil litros). Además, en las últimas décadas, la tendencia en la
dieta ha sido consumir más carne y menos cereales y verdura, por lo que el uso del agua en la producción de alimentos se ha disparado.
La agricultura es un sector clave en el mundo en desarrollo, y el 43% de los granjeros son mujeres, que aseguran el sustento de sus familias. Son igual de válidas que los granje-
ros varones, pero todavía hoy tienen
un menor acceso a los mismos servicios y recursos de producción, incluido el agua, de modo que se desperdicia su potencial de crecimiento, y se les impide trabajar la tierra no solo para alimentar a su familia, sino para conseguir algún
excedente con el que comerciar. Y a pesar de que ya se están viendo algunas iniciativas en los países en desarrollo que fomentan los microcréditos entre las mujeres, aún queda mucho trabajo por hacer.
Más alimentos y menos agua
El objetivo para los próximos años es conseguir una agricultura que produzca alimentos más nutritivos con menos agua, con lo cual se precisan tecnologías innovadoras que garanticen una producción de alimentos más verde y sostenible. Es decir, que mejoren el rendimiento de las cosechas con estrategias
de regadío más eficientes y que sean capaces de reutilizar el agua residual. Además, es importante destacar el uso de pesticidas y fertilizantes, que deberían ser menos agresivos con el medio ambiente, de forma que el agua sobrante en los cultivos pueda ser reutilizada. Si no se introducen cambios en
los hábitos alimenticios o en la cadena alimentaria y no se mejora la productividad de la tierra y del agua, advierte Naciones Unidas, el consumo mundial de agua en la agricultura aumentará entre un 70% y un 90% en los próximos 40 años, unas cifras prácticamente inasumibles para los recursos hídricos futuros. Además, actualmente, 1.600 millones de personas viven ya en zonas afectadas por la escasez física de agua, y se prevé que, para 2025, dos tercios de la población mundial vivan en zonas con estrés hídrico. Por todo ello, el reto no es conseguir más agua, sino ser mucho más eficientes con su uso.