La Vanguardia

Demasiado ‘low cost’ para un ‘premier’

- GLORIA MORENO Barcelona

Si un jefe de Gobierno decide volar en una aerolínea de bajo coste, probableme­nte se convertirá en motivo de elogio en cualquier país. Sin embargo, la reciente escapada a Málaga del primer ministro de Dinamarca, Lars Løkke Rasmussen, a bordo de un aparato de Ryanair no ha sentado nada bien. Lo que en otros lugares se habría interpreta­do como algo ejemplar y una muestra de modélica sobriedad, en Copenhague ha pasado como un gesto provocador y una afrenta al modelo laboral de este país.

A mediados de febrero, el mandatario y su familia realizaron un corto viaje de placer a la soleada localidad española. Las vacaciones de invierno del calendario escolar suelen caer por esas fechas y es normal que muchos daneses aprovechen para viajar al sur y alejarse un poco del frío invierno escandinav­o. Por eso, lo que ha desatado la polémica no es ni el destino ni la oportunida­d del viaje, sino el mero hecho de que el primer ministro optara por Ryanair.

Los sindicatos llevan tiempo batallando contra esta compañía, cuyas precarias condicione­s de trabajo, aseguran, suponen una amenaza para los altos estándares laborales del país escandinav­o. Su presión ha sido tal que las principale­s ciudades, como Copenhague, Aarhus, Odense y Aalborg, prohíben a sus funcionari­os utilizar esta aerolínea para viajes de trabajo.

En concreto, los representa­ntes sindicales acusan a Ryanair de imponer salarios mucho más bajos que los que se suelen fijar en Dinamarca, además de negarse a basar el convenio colectivo de sus empleados en las leyes danesas.

La polémica alcanzó su punto culminante a mediados del año pasado, cuando la justicia del país nórdico dio la razón a los sindicatos. Ryanair decidió entonces cerrar sus bases en los aeropuerto­s de Copenhague y Billund, aunque sigue operando en ambos.

Por eso, cuando varios miembros del sindicato 3F vieron al propio primer ministro subirse a un avión de la aerolínea irlandesa pusieron el grito en el cielo y llamaron de inmediato a la prensa. Tras la publicació­n de la noticia, las reacciones políticas tampoco tardaron en llegar. La más dura fue la del Partido Socialdemó­crata, la principal fuerza de la oposición, que calificó el comportami­ento de Rasmussen de “repugnante” y aseguró que suponía una “muy mala señal” para Dinamarca.

Ante tanto alboroto, el primer ministro se vio obligado a responder por escrito a las preguntas del Parlamento, aclarando que había elegido ese vuelo por ser el que mejor se adecuaba a su calendario y obligacion­es oficiales y que lo había pagado de su bolsillo.

Puede que tanta controvers­ia parezca exagerada. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, en los últimos días, el líder del Partido Liberal, que gobierna en minoría, ha tenido que hacer frente a problemas mucho más serios, después de que su ministra de Medio Ambiente, Eva Kjer Hansen, se viera forzada a dimitir para evitar una crisis de Gobierno. Además, todas las encuestas señalan que la coalición de centro derecha que lidera Rasmussen perdería a favor del centro izquierda en caso de nuevas elecciones.

Esto no quita que, en un país famoso por su tradiciona­l salvaguard­ia de los derechos laborales, todo lo que pueda suponer una amenaza para este modelo se convierta en tema de máximo interés, más aún, en tiempos de globalizac­ión.

Uno de los casos más emblemátic­os fue el de McDonald’s, que para poder asentarse en Dinamarca tuvo que firmar antes un convenio colectivo mucho más generoso que el que suelen tener sus trabajador­es en la mayoría de países. Hoy, más de tres décadas después, los empleados de la cadena americana que trabajan en suelo danés son los mejor pagados del mundo. Eso sí, las hamburgues­as que sirven también son las más caras. Es la contrapart­ida que los ciudadanos tienen que pagar para mantener uno de los modelos sociales y laborales más generosos que existen.

Sea como sea, los retos a los que se enfrenta el sistema son grandes. A todo el mundo le gusta pagar menos. Y la prueba es que las cifras de pasajeros de Ryanair no han dejado de aumentar desde que la compañía empezó a operar en Dinamarca. Su presidente, Michael O’Leary, va más allá y asegura que las críticas recibidas no han hecho más que dar a su aerolínea todavía más publicidad.

Rasmussen voló en Ryanair, atacada en Dinamarca por las condicione­s que sufren sus

empleados Dinamarca impuso condicione­s a McDonald’s para instalarse allí; son los mejor pagados

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FRANCOIS WALSCHAERT­S / AP Censurado. El primer ministro danés, Lars Løkke Rasmussen (en la foto, en Bruselas el pasado día 7), ha sido critica do por volar en Ryanair
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