La Vanguardia

Lo nuevo y lo viejo

- Rafael Jorba

Desde la nueva política se ha reivindica­do el legado del PSUC. Pablo Iglesias confesó en una entrevista en este diario: “El PSUC es el partido histórico catalán que yo más admiro. Si pudiera viajar en el tiempo, segurament­e estaría en el PSUC”. (31/I/2015). Ada Colau anunció en enero su voluntad de construir un nuevo partido de izquierdas en Catalunya, una confluenci­a que, al decir de los analistas, recuerda el nacimiento del PSUC. Un nuevo PSUC que se miraría en el espejo del viejo PSUC, el partido de los comunistas catalanes que no sólo pagó un alto tributo en la lucha antifranqu­ista, sino que alumbró una alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura que fue clave en la articulaci­ón del movimiento sindical, vecinal y estudianti­l, y en la unidad de acción del catalanism­o político en la Assemblea de Catalunya.

Aquel viaje en el tiempo que evoca Pablo Iglesias se sitúa en estas coordenada­s. Sin embargo, la historia del Partit Socialista Unificat de Catalunya se remonta al 23 de julio de 1936, a inicios de la Guerra Civil. Fue el resultado de la fusión de cuatro fuerzas políticas (Unió Socialista de Catalunya, Partit Comunista de Catalunya, Partit Català Proletari y Federació Catalana del PSOE). La unidad de la izquierda catalana no fue completa. El debate sobre si había que ganar la guerra para hacer la revolución o hacer la revolución para ganar la guerra dio paso, un año después, a los Fets de Maig y la posterior persecució­n del POUM. La matriz co- munista del PSUC quedó avalada en junio de 1939 con su ingreso en la Internacio­nal Comunista tras una decisión de calado: aceptaba por primera vez dos secciones oficiales de un mismo Estado (PCE y PSUC).

Fue precisamen­te esta circunstan­cia la que estuvo en el origen de la crisis interna que una década después provocó la caída de Joan Comorera, secretario general del partido desde su fundación. El historiado­r Miquel Caminal aborda el caso en el tercer tomo de una monografía sobre su figura ( Joan Comorera, Empúries, 1985). En síntesis, Comorera entró en litigio con la dirección del PCE por razones de estrategia, pero sobre todo organizati­vas (la obediencia catalana del partido). Fue acusado de traidor, titista y nacionalis­ta burgués. Su respuesta: constituir el “auténtico PSUC”, con una troika formada por el propio Comorera, Valdés y Marlés. En enero de 1951 regresó clandestin­amente a Catalunya. Fue detenido en 1954, sometido a consejo de guerra, condenado a 30 años de cárcel y recluido en el penal de Burgos, donde murió el 7 de mayo de 1958. Se trata de un episodio oscuro de la historia del PSUC. Comorera no sólo sufrió las críticas de sus camaradas; su propia hija publicó una carta en Lluita (29/III/1950), que concluía así: “Para mí, el mismo día que nació el traidor Comorera murió mi padre”.

Si evoco aquel episodio no es en aras de la memoria histórica, sino de la verdad. La política, vieja o nueva, está sometida a algo que la antecede: la condición humana. El plural mayestátic­o utilizado por Iglesias en el comunicado en el que anunció la destitució­n de su secretario de organizaci­ón recuerda los peores años del PSUC. Si quiere viajar en el tiempo, debe precisar qué período escoge.

La historia del PSUC muestra que la política, vieja o nueva, está sometida a un factor previo: la condición humana

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