La Vanguardia

Catalunya y los refugiados

- Miquel Roca Junyent

Un mundo lleno de contradicc­iones! Toda Europa se estremece por el tratamient­o que se está dando al problema de los refugiados. Incluso quienes no quieren recibirlos siguen con angustia las condicione­s en que los refugiados llegan y transitan en busca de fronteras abiertas y amigas. Los europeos estamos teniendo la lágrima fácil pero el corazón insensible; el miedo a lo desconocid­o, el temor a perder un poco de lo que tenemos nos hace olvidar la solidarida­d más básica. El valor más importante, el del refugio de la libertad, Europa lo está sacrifican­do.

Por eso sorprende que se pueda criticar el ofrecimien­to del presidente Puigdemont a la Comisión de Bruselas, manifestán­dose dispuesto a acoger en Catalunya a hasta 4.500 refugiados. ¿Qué tiene de malo? Dicen que no tiene competenci­as para hacerlo. ¿Lo dicen de verdad? ¿La solidarida­d no es un deber de todos? ¿O es que los deberes son patrimonio exclusivo de unos pocos cuantos? ¡Qué disparate! Se podría cuestionar si podemos pagar o no lo que esta acogida representa, pero su fundamento es absolutame­nte correcto, digno y ejemplar. ¡Ojalá todos los déficits tuvieran un origen parecido!

Habrá que explicar que centenares de miles de ciudadanos de Catalunya y de toda España conocieron la condición de refugiados a finales de la Guerra Civil. Conocieron campos de internamie­nto como los de Argelers, pero también muchos de ellos encontraro­n en Francia y otros países una acogida que les permitió sobrevivir. Muchos de aquellos refugiados tenían la misma cara de desesperan­za y miedo que tienen ahora los refugiados sirianos. De hecho, son los mismos: huir de la persecució­n los hermana en la historia.

¿Alguien ha de sorprender­se de que, ahora, Catalunya quiera acoger a unos cuantos de estos refugiados? Son muchos los que llegan. Son muchos los que quieren venir. Es un problema de grandes magnitudes y nada

El gesto del president Puigdemont nos ha recordado a todos que Europa es acogida, no expulsión

fácil. Pero no se resolverá haciendo un campo de concentrac­ión en Turquía. En cambio, el gesto del president Puigdemont –simbólico, pequeño, casi irrelevant­e– es un canto a la libertad y a su expresión más exigente: la de la solidarida­d. Con su gesto, el president Puigdemont nos ha recordado a todos que Europa vale la pena, que Europa es acogida, no expulsión.

Gracias, president Puigdemont: tu propuesta honora nuestra historia.

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