Catalunya y los refugiados
Un mundo lleno de contradicciones! Toda Europa se estremece por el tratamiento que se está dando al problema de los refugiados. Incluso quienes no quieren recibirlos siguen con angustia las condiciones en que los refugiados llegan y transitan en busca de fronteras abiertas y amigas. Los europeos estamos teniendo la lágrima fácil pero el corazón insensible; el miedo a lo desconocido, el temor a perder un poco de lo que tenemos nos hace olvidar la solidaridad más básica. El valor más importante, el del refugio de la libertad, Europa lo está sacrificando.
Por eso sorprende que se pueda criticar el ofrecimiento del presidente Puigdemont a la Comisión de Bruselas, manifestándose dispuesto a acoger en Catalunya a hasta 4.500 refugiados. ¿Qué tiene de malo? Dicen que no tiene competencias para hacerlo. ¿Lo dicen de verdad? ¿La solidaridad no es un deber de todos? ¿O es que los deberes son patrimonio exclusivo de unos pocos cuantos? ¡Qué disparate! Se podría cuestionar si podemos pagar o no lo que esta acogida representa, pero su fundamento es absolutamente correcto, digno y ejemplar. ¡Ojalá todos los déficits tuvieran un origen parecido!
Habrá que explicar que centenares de miles de ciudadanos de Catalunya y de toda España conocieron la condición de refugiados a finales de la Guerra Civil. Conocieron campos de internamiento como los de Argelers, pero también muchos de ellos encontraron en Francia y otros países una acogida que les permitió sobrevivir. Muchos de aquellos refugiados tenían la misma cara de desesperanza y miedo que tienen ahora los refugiados sirianos. De hecho, son los mismos: huir de la persecución los hermana en la historia.
¿Alguien ha de sorprenderse de que, ahora, Catalunya quiera acoger a unos cuantos de estos refugiados? Son muchos los que llegan. Son muchos los que quieren venir. Es un problema de grandes magnitudes y nada
El gesto del president Puigdemont nos ha recordado a todos que Europa es acogida, no expulsión
fácil. Pero no se resolverá haciendo un campo de concentración en Turquía. En cambio, el gesto del president Puigdemont –simbólico, pequeño, casi irrelevante– es un canto a la libertad y a su expresión más exigente: la de la solidaridad. Con su gesto, el president Puigdemont nos ha recordado a todos que Europa vale la pena, que Europa es acogida, no expulsión.
Gracias, president Puigdemont: tu propuesta honora nuestra historia.