Aporofobia en estado puro
El ataque de hinchas a mendigos es la cara más cruda del odio al pobre
Las imágenes de hinchas vejando a mendigos en Madrid, Barcelona y Roma son aporofobia (odio y desprecio al pobre) en estado puro. Así lo considera Adela Cortina, filósofa y catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, inventora hace tres décadas de este término para definir conductas como las recogidas en esos vídeos. Imágenes en las que se ve a mendigas gitanas bailando y haciendo flexiones mientras aficionados del PSV de Holanda les tiraban monedas en la plaza Mayor de Madrid o esas que recogieron el momento en el que otro hincha, en este caso del Sparta de Praga, meaba casi encima de una mujer que pedía limosna en Roma y que tuvo que apartarse para esquivar la orina. Y también es aporofobia la conducta de varios seguidores ingleses del Arsenal que en su reciente visita a Barcelona humillaron a un mendigo que pedía limosna en pleno centro de la capital catalana. Tres claros casos de desprecio y odio a pobres consumados en menos de una semana y conocidos gracias a que otras personas grabaron esas vejaciones y se preocuparon de difundirlas.
Esos vídeos “sucesos bochornosos”, como los llama Adela Cortina, destilan “un total desprecio hacia las personas más vulnerables. Y en mi opinión los tres casos deberían tipificarse como delito”, sostiene esta catedrática de Ética. Las víctimas que aparecen en esas imágenes, continúa Cortina, “han padecido daños al haber sido claramente humilladas”. Emilio Martínez Navarro, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Murcia, coincide plenamente con su colega. “No puede haber ya más desprecio hacia el pobre”, afirma al referirse a esos tres episodios.
A la hora de imaginar qué pasa por la mente de esas personas antes de consumar tales conductas, Emilio Martínez apunta varias hipótesis. “Algunos creen que su situación de desahogo económico los convierte en superiores respecto a otras personas que están peor que ellos. Sentimiento que aumenta, especialmente, hacia a aquellos que practican la mendicidad como medio de supervivencia”, indica este filósofo. “Y también crece –apunta Adela Cortina– cuando la persona que humilla y veja da por supuesto que la víctima no tiene nada que ofrecerle a él, que no hay posibilidad de ningún intercambio entre ambos, ni de obtener beneficio alguno con una interacción”.
Emilio Martínez aporta una visión nueva sobre lo ocurrido al apuntar que los tres episodios han sacado a la luz dos aporofobias. “La más evidente es la de esas personas que amparadas por el gregarismo y el alcohol se atreven a burlarse abiertamente y en público de mendigos”. La segunda aporofobia –continúa– es menos visible. “La comete la propia sociedad y gobiernos, al consentir que haya personas que vivan en esas pésimas condiciones. De algún modo todos somos cómplices de esa situación”, considera.
Y en este último punto se escondería, según estos expertos, otro de los motivos que induciría a personas como esos hinchas europeos a cometer esas vejaciones y humillaciones. “Una gran cantidad de gente vive convencida –añade Emilio Martínez– de que la pobreza extrema de mendigos y ciudadanos sin techo es culpa de esas propias personas. Se ha instalado en el imaginario colectivo la idea de que los pobres lo son por vagos, porque no quieren trabajar o han sucumbido a adicciones”. Reflexión que encaja con el comportamiento que tuvieron los hinchas del PSV con las mendigas gitanas de la plaza Mayor de Madrid, a las que gritaron mientras las vejaban: “No crucéis la frontera”. Una frase que dejaba muy clara la percepción que esos holandeses tenían de unas mujeres que seguro no han elegido ser pobres y a las que ellos jamás darían una oportunidad en su país para salir de ese infierno. Martí-
ADE LA CORTINA “Atacamos al más vulnerable porque creemos que no puede darnos nada positivo”
EMIL IO MARTÍN EZ “La sociedad también es aporófoba al permitir que haya personas sin techo tiradas en la calle”
El odio al indigente crece cuando se piensa que si ha llegado hasta ahí es sólo por su culpa Erradicar estos actos conllevaría cuestionar la pobreza como se hizo con la esclavitud
nez recurre, llegados a este punto, al cuento de la hormiga y la cigarra para ahondar más en la percepción que tienen de las víctimas los aporófobos. “Para esta gente el mundo se divide en cigarras irresponsables, que acaban muriendo a la intemperie por su imprevisión y desidia, y hormigas laboriosas, que logran sobrevivir a base de esfuerzo, previsión y una buena administración”. Personas como esos hinchas –estima Emilio Martínez– “se dejan llevar por esos estereotipos, pues para ellos es más fácil comulgar con esas creencias equivocadas que cuestionarlas. Si lo hiciesen, si creyesen que la persona pobre no elige serlo, se verían obligados a comprometerse con valores como la solidaridad, respeto a la persona diferente o la igualdad”.
Adela Cortina recalca que nunca hay que confundir la aporofobia con la xenofobia u odio al extranjero por su etnia o raza. “La aporofobia –sostiene la inventora de este término– no surge con el musulmán adinerado o el gitano célebre. Los que molestan, con independencia de su origen, son las personas pobres con las que creemos nunca podremos intercambiar favores, porque vivimos –reitera Cortina– en el hoy por ti y mañana por mí”.
Para acabar con la aporofobia, además de muchas campañas y una correcta educación, habría que cuestionar la pobreza. “Y para eso habría que dar un paso similar al andado con la esclavitud, que durante tiempo se concibió como algo normal”, recuerda Emilio Martínez. Se suponía que lo justo que cada uno aceptase el lugar que le había correspondido en este mundo”. Cuando la esclavitud se cuestionó, los privilegiados amos perdieron mucho. “Hoy pasa algo parecido con la pobreza: es arriesgado cuestionar su existencia porque muchos tendríamos que perder, si se tomaran medidas serias para erradicarla, algo de nuestra privilegiada situación”.
En los tres casos los aporófobos actuaron en grupo. “En este tipo de episodios siempre ocurre los mismo –afirma Alícia Rodríguez, jefa del servicio de atención a la víctima de SOS Racisme– la masa hace que uno se envalentone. Raras veces conocemos casos de estas características protagonizados por una sola persona”.