La Vanguardia

El hombre de los tebeos

ALBERTO MARCET (1930-2016) Dibujante

- RAFA MARTÍNEZ

Nació en la Barcelona de 1930, la del millón de habitantes y cines como el Coliseum, pero las circunstan­cias llevaron a los padres de Alberto Marcet Aparicio, futuro dibujante de cómics fallecido el pasado 1 de marzo en Valencia, a trasladars­e a Madrid, primero, y a Cartagena, después.

Llegó a trabajar como actor (sus padres lo eran) en la Gran Compañía de Dramas y Comedias de Jesús Tomás Gómez, o lo que es lo mismo, la compañía de variedades en la que figuraba como primera vedette la popular Angelita Aparicio.

Su vocación artística acabó decantándo­se, sin embargo, por el dibujo de tebeos, profesión en la que se inició de forma autodidact­a. Mediada la década de 1950, Marcet obtuvo sus primeros encargos como dibujante en la editorial Mercurio de Logroño, que publicaba Balilla, Ricardo y Pirracas.

Poco después, empezó a trabajar para Editorial Valenciana. En aquel momento, la empresa fundada por Juan Bautista Puerto vivía su mejor momento debido al éxito de publicacio­nes como Pumby o El Guerrero del Antifaz.

En esta nueva época, Marcet fija su residencia en Valencia y se convierte en ayudante de Manuel Gago, creador del héroe enmascarad­o, ocupándose del entintado de las páginas de este clásico de la historieta española. De igual modo, colabora en otras cabeceras como Piel de Lobo y lleva a cabo una serie de creaciones propias que verán la luz en la revista Seleccione­s de Jaimito.

Durante la década siguiente alcanzaría su mejor momento al pasar a formar parte del elenco de dibujantes –esto es, Eduardo Vañó, su creador, y los hijos de éste, Vicente y Eduardo– que llevaban a cabo las historieta­s de Roberto Alcázar y Pedrín; en el decenio comprendid­o entre 1962 y 1972 dibujó una cuarentena larga de álbumes protagoniz­ados por estos celebérrim­os personajes que Terenci Moix comparara –en su ya canónica Historia social del cómic, de 1968– con el dúo formado por Batman y Robin.

Entre tanto, se encargó de la ilustració­n de las páginas interiores (la cubierta correría a cargo de otro dibujante) de diversas entre-

gas de las Seleccione­s Juveniles de la editorial Gaisa, adaptacion­es juveniles de clásicos de la literatura universal como Moby Dick, de Herman Melville, Historia de dos ciudades, de Dickens, Guerra en Bretaña, de Victor Hugo, y otros tantos títulos de Dumas, Schiller o Walter Scott.

La habitual crisis que ha padecido el medio en España, agravada por la aparición de un nuevo medio de comunicaci­ón de masas como el televisor, provocó el cierre de muchas empresas o, peor aún, su desaparici­ón tras una lenta agonía, como fue el caso de Editorial Valenciana. Ello llevó a nuestro dibujante –como a tantos otros profesiona­les del medio– a trabajar para la industria del cómic de otros países. Baste citar sus creaciones en torno a Tarzán para Portugal Press.

Aun así, pudo seguir colaborand­o en algunas publicacio­nes nacionales y sacar adelante proyectos propios como Anceo, unas vi- ñetas de tintes futuristas que publicó Polen. Con el tiempo retomó su colaboraci­ón a propósito del Guerrero del Antifaz con el hijo de Manuel Gago, además de crear, ya en 1984, Gumi y su lobo Rama para el diario Baleares.

Entre los reconocimi­entos obtenidos cabe destacarse el premio Haxtur, concedido por el Salón Internacio­nal del Cómic del Principado de Asturias en 1978. Más recienteme­nte, en el 2013, año en que se presenta la exposición Un siglo de tebeos, organizada por la Biblioteca Valenciana y la Asociación Valenciana de Cómic, esta última le concede el galardón a toda una carrera.

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