La distancia entre dos que se aman
‘El libro de las cosas nunca vistas’, de Michel Faber, una reflexión sobre la pérdida y la incomunicación
Nadie sabe, a ciencia cierta, de dónde se siente Faber. Se lo adjudican en La Haya porque allí nació; en Australia donde se crió, y en las Highlands escocesas donde vive. Pero él, sin duda, es de otro mundo.
Arriesgado, singular, anuncia que este es el último libro que escribe en su vida. “Ya están demasiado llenas las estanterías de Michel Faber”. El autor, de 56 años, presenta una obra inclasificable gestada entre 2006 y 2014. Magnética para unos, difícil de digerir para otros. El libro de las cosas nunca vistas (Anagrama) usa la metáfora de una pareja entre dos planetas para narrar “la distancia entre dos personas que se aman”.
Peter Leigh, a quien se le encomienda una misión en el planeta Oasis, se adentra en lo desconocido. Desde ese recóndito lugar las cartas de Beatrice le darán cuenta de los desastres terrenales. “Yo había escrito muchos libros feministas. Pero tenía ganas de explicar ahora que también hay hombres buenos, valerosos, con energía”. Faber se pregunta en qué consiste un ser humano. “En intentar el equilibro entre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, supongo”.
“En mi vida de pareja yo era el “artista” y ella la que lidiaba con la realidad cotidiana, las gestiones, las reparaciones, el banco, sus hijos que crecían con nosotros... Ella vivía en el mundo real, yo en el imaginario. Hasta que llegó algo que me obligó a responsabilizarme de todas esas gestiones”. ¿So- breviviría la novela a la tragedia cotidiana?
“Cuando empecé el libro yo no sabía que mi mujer desde hacía 26 años sufriría un cáncer terminal, y que cuando eso ocurre empiezas a vivir en dos planetas distintos”, detalla Faber, mientras evoca a su esposa Eve. “Así que lo que quería ser un libro sobre la incomunicación se convirtió en uno sobre la pérdida, de cuerpos, de juventud, de nuestro planeta... Quería llevar algo de consolación a los lectores, algo entretenido sin que fuera deprimente”.
A David Benioff, creador de la serie de HBO Juego de tronos, el li- bro le resultó perturbador. “Me persiguió las siete noches que pasé leyéndolo, y aún me persigue –dijo– porque es desesperadamente bello, triste e inolvidable”. Faber se popularizó con Bajo la piel (“fascinante y horripilante, según Herralde), que Scarlett Johansson encarnó en el cine.
Ocho meses antes de terminar la escritura creyó que no sería capaz. Le comunicó a su esposa que
“Ella vivía en el mundo real, yo en el imaginario, yo era el artista; algo me obligó a responsabilizarme”
no podía acabar el libro mientras ella estuviera batallando con la atrocidad de la enfermedad. “Pero ella me hizo jurar que seguiría, así que empecé con seis líneas por día que fueron aumentando... Lo terminé a los pies de su cama de hospital. Y eso nos reconfortó de alguna manera, sí”.
Faber, que se confiesa ateo (“nadie nos cuida, allá arriba”), admite el papel esencial que, según su criterio, tiene la religión: “Interviene cuando la vida te pone delante cosas insoportables. No, no voy a pisotear creencias”.