José María Martínez
Agentes que desmontan mitos sobre las relaciones juveniles para combatir la violencia sexista
AGENTE PARTICIPACIÓN CIUDADANA
José María Martínez y María Jesús Espinosa, agentes de Participación Ciudadana de la Policía Nacional, dan charlas a adolescentes sobre violencia machista para ayudarles a entender que el respeto es la única vía contra esta lacra.
Chema y María Jesús hablan y hablan con los chavales en su mismo lenguaje. No los juzgan, no les recriminan sus acciones..., sólo hablan y preguntan. Si no fuera por el uniforme, el azul oscuro propio de la Policía Nacional, cualquier espectador creería que está delante de dos psicólogos especializados en adolescentes. Además, de los buenos. Y en cierta manera parte de eso hay tras pasarse de lunes a viernes recorriendo colegios e institutos del distrito Puente de Vallecas de Madrid dando charlas sobre aco- so escolar, ciberacoso, el uso legal de las tecnologías, violencia de género... “Las temáticas varían, pero en realidad siempre es la misma: respeto al prójimo”, señala Chema, delegado de Participación Ciudadana en este distrito madrileño, caracterizado por la multiculturalidad además de presentar uno de los índices más bajos de renta per cápita de la ciudad.
Los encontramos en el institu- to Domínguez Ortiz. Los chavales ya están acostumbrados a la presencia de las motos en el aparcamiento. “Venimos mucho, a este y a todos los de la zona. Esta mañana estamos con los de 3.º de la ESO y luego, a un colegio, con niños de 5.º de primaria. Está claro que hay que empezar pronto, porque a estas edades ya están más que acostumbrados a las redes sociales y de ahí surgen muchos problemas. A los pequeños no les hablamos de violencia de género como tal, sino que nos centramos en el respeto, la base de todo”, señala Chema.
A los de 3.º de la ESO sí les hablan de violencia de género, porque a esas edades comienzan los primeros noviazgos y ya se dan casos de violencia machista. ¿Es posible que a los 14 o 15 años? “No lo dudes. Hay casos y parece que van a más. El problema es que las muchachas tienen una idea del amor que lleva aparejada cierta sumisión, hacer lo que él diga, anularse, en pocas palabras. Y ellos defienden los celos como instrumentos de amor y, de ahí, al sometimiento”, señala la joven agente, quien reconoce que en más de una ocasión, durante el transcurso de sus charlas, han detectado casos entre los propios alumnos bien de sufrir violencia de género o vivir en su hogar situaciones de estas características.
La charla empieza con preguntas: “¿Sabéis lo que es violencia de género?”. Empiezan las respuestas colectivas hasta llegar a la definitiva. Sí, la que ejerce un hombre a su pareja o expareja. “¿Por qué no lo es la de una mujer a su marido?”. Más respuestas colectivas hasta descubrir que el origen de esta violencia tiene que ver con el machismo, con una ideología masculina ba- sada en el sometimiento femenino, en la idea de que la mujer es propiedad del hombre.
De ahí se pasa a la realidad quinceañera, al primer novio o novia, al papel que desempeñan ellas y al que desempeñan ellos... y a la pregunta clave tras reconocer algunos que no les gusta que sus novias gusten a otros chicos: “¿Qué pensáis de los celos?”. Algunos adolescentes claman que “un poco son buenos”. “¿Qué es un poco?”, pregunta María Jesús. Las dudas afloran entre los asistentes estudiantiles. El hecho de pensar obliga a reflexionar, ya no valen las respuestas dadas a lo loco.
María Jesús aprieta en este punto y Chema da la puntilla: “¿Os parece que está bien que tú, que has conocido a tu novieta con mallas y que te encantaba así, le prohíbas ponérselas para que no la miren tus amigos?”. Silencio. “¿Y tú, que te encanta vestir así, por qué haces caso?, ¿le dirías a tu padre que tu novio no te deja ponerte mallas?”, pre- guntan los policías. Respuesta unánime: Noooo. “Quizá –dice Chema– es porque sabéis que lo que él os está pidiendo no está bien”.
Una joven levanta la mano y afirma que no, que ella no dejará que le prohíban vestir como quiera, porque eso iría en su contra. “Dejaría de ser yo”. Otro chaval habla de que él nunca prohibiría a su novia nada, “primero porque me gusta y segundo, porque confío en ella”. La cosa se anima.
Confianza en la pareja, ahí está la clave. Y Chema insiste: “Si tu novia no te deja ver los mensajes o las fotos que cuelga en privado, ¿qué haces?”. La defensa que se hacía segundos antes de la confianza se desvanece: “Me enfada-
LOS ADOLESCENTES “Los celos hasta cierto punto son buenos, porque eso significa que quieres a alguien”
AGENTES DE PARTICIPACIÓN
¿Le dirías a tu padre que tu novio no te deja ponerte mallas?”, pregunta Chema
ría porque eso significa que oculta algo”. Pero ¿por qué va a ocultar algo? Si está contigo será porque así lo quiere. Si no, se marcharía... De nuevo, las palabras de María Jesús les hacen reflexionar.
Y ella les cuenta que Chema y ella, cada uno con sus respectivas parejas, comen con frecuencia juntos cuando termina el turno. “Somos amigos y nuestras parejas lo saben. Ellos confían en nosotros porque no hacerlo les provocaría un gran sufrimiento. ¿Quién os ha dicho a vosotros que amar es sufrir?”.
Algunos se remueven inquietos en sus asientos. Pensar siempre provoca inquietud y más en estas edades en las que la información, procedente mayoritariamente de sus iguales, fluye de manera desordenada y no siempre de manera adecuada.
Chema proyecta una serie de vídeos, pequeños cortos en los que se ve a mujeres golpeadas, rotas, muertas de miedo y a hombres convertidos en animales que, sin embargo, no dejan de decir cuánto quieren a la mujer angustiada. ¿Amor? “No, eso nunca puede ser amor. Quien te ama no te puede hacer sufrir”, claman unos chavales. A su lado, otros asisten sus palabras, con entusiasmo, aunque siempre reflexivos.
María Jesús mira la escena con detenimiento. Se fija mucho en cada uno de los asistentes, sobre todo en los que callan, los que durante toda la sesión (y especialmente durante la proyección de los vídeos) se hacen pequeñitos en sus asientos.
Esos chavales son los que nos interesan, indica, porque son los que tienen problemas. “En nuestras charlas hemos detectado chicas que están sufriendo violencia de género, a las que el novio las tiene bloqueadas, a las que controla constantemente. Y cuando están aquí se ven proyectadas en la charla y en el vídeo. En cuanto termina se marchan corriendo, con miedo a cruzarse con nosotros. O bien chavales que lo están viviendo en sus propias casas... En estos casos hablamos con la directora y hacemos un seguimiento de ellos... Y regresamos. Tienen la vida por delante, debemos intentarlo”, dice Chema.