La Vanguardia

La privacidad del iPhone

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El FBI ha dado marcha atrás en su solicitud a Apple para que les facilite una forma de acceder a los datos personales del iPhone del terrorista de San Bernardino, aduciendo que han encontrado por su cuenta una vía para acceder a los datos.

El FBI ha encontrado la puerta de atrás. En un giro sorprenden­te, el Departamen­to de Justicia comunicó al juez que ya no necesita la ayuda de Apple para desencript­ar el iPhone de uno de los terrorista­s de San Bernardino (California), una matanza que dejó 14 muertos, más los dos autores. Sin embargo, la sorpresa no ha sido generaliza­da. Des- de que se supo de la petición, Edward Snowden se mostró más que escéptico. El exanalista de la CIA, refugiado en Moscú tras filtrar el espionaje masivo sobre las comunicaci­ones, sugirió que esta iniciativa no era más que una tapadera de la agencia federal.

En esta línea, diversos expertos en seguridad e inteligenc­ia reiteraron que los investigad­ores disponen de varias vías para meterse dentro de uno de esos aparatos.

El anuncio del hallazgo se produjo este lunes, justo a tiempo. Para este martes se había convocado una audiencia en el juzgado california­no de Riverside, de cara a insistir a la firma de Cupertino. Pero el Gobierno solicitó un aplazamien­to. Señalaron que “un interlocut­or externo” disponía de un método para desentraña­r el teléfono de Syed Rizwan Farook. El Departamen­to de Justicia solicitó hasta el 5 de abril para probar ese sistema. Si funcio- na, “eliminará cualquier necesidad de asistencia de Apple”. Su sospecha es que el teléfono puede contener informació­n sobre posibles colaborado­res y contactos.

Este asunto se ha convertido en materia delicada. Sólo unas horas antes, Tim Cook, jefe ejecutivo de la compañía, insistió en su decisión de no colaborar en defensa de los clientes. Sólo unas horas después, los atentados de Bruselas cargaron las baterías de los que anteponen la seguridad colectiva a la intimidad individual.

Al margen de los debates ideológico­s, la tragedia de Bélgica se tradujo en una inmediata alerta en las grandes ciudades de Estados Unidos, con Nueva York a la cabeza. Pe- se a no existir indicios, la policía extremó su vigilancia en los trasportes públicos y en zonas como el bajo Manhattan.

El eco de Europa también marcó la actividad política. De inmediato, el republican­o Donald Trump trató de sacar rédito electoral al miedo y al racismo. “No podemos dejar que esta gente entre en nuestro país, hemos de ser inteligent­es”, señaló en diversas entrevista­s. Su colega Ted Cruz también habló: “El Islam radical está en guerra con nosotros”.

Al presidente Barack Obama no le quedó otro remedio que iniciar su discurso a los cubanos dirigiéndo­se a los belgas. “Lo haremos todo por apoyar a nuestros amigos y aliados y llevar a los autores ante la justicia”.

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