La privacidad del iPhone
El FBI ha dado marcha atrás en su solicitud a Apple para que les facilite una forma de acceder a los datos personales del iPhone del terrorista de San Bernardino, aduciendo que han encontrado por su cuenta una vía para acceder a los datos.
El FBI ha encontrado la puerta de atrás. En un giro sorprendente, el Departamento de Justicia comunicó al juez que ya no necesita la ayuda de Apple para desencriptar el iPhone de uno de los terroristas de San Bernardino (California), una matanza que dejó 14 muertos, más los dos autores. Sin embargo, la sorpresa no ha sido generalizada. Des- de que se supo de la petición, Edward Snowden se mostró más que escéptico. El exanalista de la CIA, refugiado en Moscú tras filtrar el espionaje masivo sobre las comunicaciones, sugirió que esta iniciativa no era más que una tapadera de la agencia federal.
En esta línea, diversos expertos en seguridad e inteligencia reiteraron que los investigadores disponen de varias vías para meterse dentro de uno de esos aparatos.
El anuncio del hallazgo se produjo este lunes, justo a tiempo. Para este martes se había convocado una audiencia en el juzgado californiano de Riverside, de cara a insistir a la firma de Cupertino. Pero el Gobierno solicitó un aplazamiento. Señalaron que “un interlocutor externo” disponía de un método para desentrañar el teléfono de Syed Rizwan Farook. El Departamento de Justicia solicitó hasta el 5 de abril para probar ese sistema. Si funcio- na, “eliminará cualquier necesidad de asistencia de Apple”. Su sospecha es que el teléfono puede contener información sobre posibles colaboradores y contactos.
Este asunto se ha convertido en materia delicada. Sólo unas horas antes, Tim Cook, jefe ejecutivo de la compañía, insistió en su decisión de no colaborar en defensa de los clientes. Sólo unas horas después, los atentados de Bruselas cargaron las baterías de los que anteponen la seguridad colectiva a la intimidad individual.
Al margen de los debates ideológicos, la tragedia de Bélgica se tradujo en una inmediata alerta en las grandes ciudades de Estados Unidos, con Nueva York a la cabeza. Pe- se a no existir indicios, la policía extremó su vigilancia en los trasportes públicos y en zonas como el bajo Manhattan.
El eco de Europa también marcó la actividad política. De inmediato, el republicano Donald Trump trató de sacar rédito electoral al miedo y al racismo. “No podemos dejar que esta gente entre en nuestro país, hemos de ser inteligentes”, señaló en diversas entrevistas. Su colega Ted Cruz también habló: “El Islam radical está en guerra con nosotros”.
Al presidente Barack Obama no le quedó otro remedio que iniciar su discurso a los cubanos dirigiéndose a los belgas. “Lo haremos todo por apoyar a nuestros amigos y aliados y llevar a los autores ante la justicia”.