La Vanguardia

“Es lo peor que he visto nunca”

Escenas de horror en el barrio europeo de Bruselas tras el atentado en la estación de metro de Maalbeek

- DANI ROVIROSA Bruselas Servicio especial

Poco más de una hora después de que estallaran las dos explosione­s en el aeropuerto de Zaventem, ocurría el segundo de los ataques que ayer sufrió Bruselas. A las 9.11 h de la mañana un terrorista hizo explotar su cinturón de explosivos en el interior del metro, que a esa hora salía de la estación de Maalbeek, en pleno barrio europeo, matando a 20 personas y dejando a 106 heridas, 40 de ellas en estado grave.

El kamikaze viajaba en el segundo vagón y se hizo estallar cuando el convoy estaba ya en el túnel. Al rato, los pasajeros empezaron a ser evacuados, teniendo que caminar prácticame­nte a oscuras por encima de las vías hasta llegar de vuelta al andén. El polvo lo envolvía todo. Fueron momentos de desesperac­ión y de espanto, con varios niños llorando asustados.

Jorge Cólogan, un tinerfeño de 32 años, viajaba en el primer vagón y reconoció la suerte de haber salido ileso. En el momento del ataque le quedaba sólo una estación para llegar a su trabajo, la dirección general de Comercio de la Comisión Europea. La explosión levantó una nube de humo blanco y las personas que estaban a su lado cayeron al suelo, según dijo a la agencia Efe. En ese momento sintió un “sudor frío” y sólo pensó en salir “como fuese”, por miedo a que hubiera una segunda detonación.

“Es la guerra, es indescript­ible. Sólo hay escombros, todo está destruido. En cuarenta años de profesión esto es lo más grave que he visto nunca”, relataba Pierre Meys, portavoz de los bomberos de Bruselas.

Los primeros heridos fueron atendidos en la acera, a la entrada de la boca del metro. Nu- merosas ambulancia­s y coches de bomberos y de la policía llegaron al lugar. Inmediatam­ente se acordonaro­n las calles de alrededor, sin dejar pasar a nadie. Sí cruzaron el cerco policial dos camiones de desactivac­ión de explosivos, debido a una amenaza de bomba que se produjo minutos después de que el terrorista se hiciera estallar. Esta supuesta explosión nunca llegó a ocurrir.

El caos obligó a improvisar centros sanitarios de emergencia. A pocos metros de la estación, en la Rue de la Loi, una de las principale­s arterias de la capital belga que pasa por encima del lugar del atentado, en el hall del hotel Thon se llevó a algunos heridos para ser atendidos. Los trabajador­es del hotel intentaron ayudar ofreciendo ropa de cama y toallas para taparles. Los muros del edificio, de hecho, quedaron afectados, por la dureza de la onda expansiva de la explosión.

Otro de los lugares improvisad­os fue el Residence Palace, junto al Consejo Europeo, donde la ONU tiene su oficina en Bruselas y donde varios medios de co- municación extranjero­s tienen su sede, por su cercanía de las institucio­nes comunitari­as. La Cruz Roja preparó un área de emergencia para atender heridos y varias ambulancia­s aparcaron en el parking, por si había que trasladar a algunos al hospital.

Los trabajador­es que llegaron allí a primera hora de la mañana pudieron permanecer en el edificio, pero después del atentado ya no se dejó entrar a más gente hasta las seis de la tarde.

“Tengo miedo, nunca había pensado que me pasaría una cosa

El español Jorge Cólogan se salvó al ir en el primer vagón: el terrorista se hizo estallar en el segundo

La gente que estaba en cafés y restaurant­es aledaños permaneció encerrada durante cuatro horas

así”, dijo una chica que se acercó poco después del ataque hasta la zona que ya no estaba acordonada. Los agentes le obligaron a desalojar el edificio donde trabaja, muy cerca de la estación de Maalbeek. Por miedo a que el inmueble pudiera derrumbars­e debido a la fuerte explosión, se obligó a la gente a evacuarlo.

Justo lo contrario de lo que ocurrió con la gente que estaba en cafés y restaurant­es de alrededor: hasta las 13.30 h aproximada­mente –cuatro horas después de la explosión– no se les dejó salir a la calle por precaución.

A medida que fue avanzando la tarde, se intentó recuperar una cierta normalidad en esta zona de la ciudad golpeada por el terrorismo yihadista. Poco a poco se fue abriendo el tráfico en algunas calles, aunque al cierre de es- ta edición la policía seguía desviando todavía algunos coches.

A las 16 h abrieron algunas de las estaciones de tren, las más alejadas a los escenarios de los atentados. La de Schuman y la de Place Luxemburg, ambas en el barrio europeo, permanecie­ron cerradas, así como la del aeropuerto de Zaventem. En cuanto al servicio de metro, quedó totalmente suspendido, incluso en las líneas 2 y 6, ninguna de las cuales pasa por la estación de Maalbeek.

Desde los atentados en la revista Charlie Hebdo, Bruselas había desplegado a sus militares en todos las embajadas y edificios públicos. Tras los ataques del 13 de noviembre en París, su presencia se llegó a ampliar al centro e incluso en las estaciones de metro, donde siguen presentes a día de hoy. En parejas de dos, se van turnando de estación en estación, vigilando los andenes, sin llegar a entrar en los vagones. Una de las dudas que existen desde ayer es la de hasta qué punto su presencia puede ayudar a prevenir una matanza.

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metro. Un agente de seguridad privada atiende a una mujer con heridas en el rostro después de la explosión en la estación de metro de Maalbeek
MICHAEL VILLA / AFP Hora punta en el metro. Un agente de seguridad privada atiende a una mujer con heridas en el rostro después de la explosión en la estación de metro de Maalbeek
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