Europa, problema y solución
La UE busca la forma de integrar policías e inteligencia para luchar contra el yihadismo
La información lo es casi todo en la lucha contra el terrorismo. Primero hay que conseguirla y luego saber utilizarla para evitar atentados. Este es, precisamente, el punto débil de la Unión Europea, un tendón de Aquiles que los gobiernos se niegan a fortalecer como les piden los expertos en seguridad.
En enero del 2015, la policía belga, por ejemplo, interrogó a los hermanos Abdeslam, precursores de los atentados del pasado 13 de noviembre en París, porque Brahim, el mayor, había viajado a Siria para unirse al Estado Islámico. No sólo no los detuvo, sino que no compartió la información con otras policías. Casi un año después mataron a 130 personas en la capital de Francia. El primer ministro belga, Charles Michel, reconoció que “teníamos información” que podrían haber evitado los atentados “pero no supimos utilizarla”.
Las agencias de inteligencia son reticentes a compartir información porque cuanto más lo hacen más vulnerables son sus fuentes. La desconfianza está en el ADN de estas agencias. Los recelos entre la CIA y el FBI, por ejemplo, allanaron el camino a los terroristas del 11-S.
Mientras el terrorismo yihadista no tiene fronteras, los servicios de seguridad que luchan contra él sí que las tienen. Ceder información equivale a ceder soberanía y como dijo Thomas de Maizière, ministro del Interior alemán después del ataque a París, “no puedo imaginarme que vayamos a renunciar a nuestra soberanía”. “No deberíamos esforzarnos en crear ahora un servicio europeo de inteligencia”, añadió.
Esta, sin embargo, es la única solución. El modelo es el FBI estadounidense y el momento, como opina Dimitris Avramopoulos, comisario de Interior, “es ahora”. Charles Michel está de acuerdo y también Matteo Renzi, decididos a rescatar una idea que ya lanzó Helmut Kohl en 1991, pero que ahora Alemania no ve factible.
De momento, lo que han decidido los socios europeos es reforzar Europol, la agencia policial europea que nació en 1994 con el objetivo de luchar contra el narcotráfico y el crimen organizado. Tiene su sede en La Haya y una misión fijada en el tratado de Lisboa que le impide realizar detenciones. Lo suyo es recoger información y ponerla a disposición de los socios.
El pasado enero estos socios decidieron crear, dentro de Europol, el Centro Europeo de Contraterrorismo, que dirige Manuel Navarrete, de la Guardia Civil. El objetivo es convertirlo en el organismo fundamental de información. Si, con esta herramienta, aumenta la confianza entre las agencias de inteligencia se podrán realizar mejores investigaciones transfronterizas.
Los atentados de París y Bruselas demuestran que los terroristas llevan la iniciativa. Por muchos planes que las fuerzas de seguridad desbaraten, la presión que realizan sobre la red terrorista no es suficiente.
Aunque trabajan para organizaciones terroristas internacionales, como Al Qaeda o el EI, los terroristas dependen de redes locales formadas por amigos y familiares. Están más cómodos en su propio territorio, seleccionado objetivos cercanos a su lugar de residencia. Se coordinan en las redes sociales, con servicios de mensajería cibernéticos, y gestionan su financiación –la que reciben de donantes árabes– a través de internet.
El Centro Europeo de Cibercrimen opera en este frente pero, de nuevo, a remolque de lo que hacen por su cuenta las agencias nacionales. Cada país tiene su propio sistema para peinar internet, seguir el rastro del dinero o identificar los terroristas, especialmente a los que han regresado de Siria e Iraq. Los llaman combatientes extranjeros. Hay más de seis mil y varios cientos han vuelto a Europa. Europol mantiene un listado, pero sólo de 3.700 porque hasta los atentados de París sólo la mitad de los países europeos compartían esta información.
Ahora parece que hay consenso en incluir en la lista de terroristas potenciales no sólo a los que pueden manejar explosivos o empuñar un arma, sino también a los reclutadores, los financiadores y los que ofrecen refugio y apoyo logístico.
Se expande la definición de terrorista, pero los efectos prácticos de esta expansión están en el alero. Las agencias han de superar aquí las leyes de protección de datos que, en muchos casos, escudan a los yihadistas.
Los líderes políticos aceptan que la solución al terrorismo yihadista implica una UE más unida –también en refugiados, política exterior, fronteras y lucha contra la desigualdad, germen de la marginación–, pero no quieren arriesgar la soberanía que, de momento, los mantiene en el poder.
Mientras el terrorismo yihadista no tiene fronteras, los servicios de seguridad, sí