La Vanguardia

Los atentados de Bruselas frustran la normalizac­ión de la vida en París

La detención de Salah Abdeslam, el viernes, se había vivido con gran alivio

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Los atentados de ayer en Bruselas complican el regreso a la normalidad en París. Cuatro meses después del viernes negro que dejó aquí 130 muertos y 350 heridos –una treintena aún están en el hospital– la ciudad está saliendo de aquel trauma, pero lo de ayer recuerda el vínculo directo que París tiene con Bruselas en este asunto.

La capital belga fue el lugar donde se ultimaron aquellos atentados parisinos y de donde vinieron sus ejecutores, que acribillar­on terrazas y masacraron a su juventud el 13 de noviembre. El presidente, François Hollande, debía tener esto en mente cuando ayer dijo que “Francia y Bélgica están unidas por el horror”. Entre París y Bruselas, tal unión es estrecha y directa. Ese vínculo disuelve los 300 kilómetros de distancia geográfica que separan a ambas ciudades.

El viernes pasado la detención en Bruselas de Salah Abdeslam, el presunto encargado de por lo menos parte de la logística del atentado del 13 de noviembre, se vivió aquí con verdadero alivio. El presidente Hollande convocó in- mediatamen­te un Consejo de Defensa (ayer hubo otro en reacción a los atentados) para valorarla, y como celebrando el acontecimi­ento, uno de los bares acribillad­os en noviembre, La Belle Équipe, reabría de nuevo sus puertas el lunes en el castigado distrito XI.

Ahora los atentados evidencian que la misma trama que actuó en París sigue viva en Bruselas. De nuevo marciales declaracio­nes del primer ministro, Manuel Valls, en las que dice: “Estamos en guerra”. “Deje de hablar de guerra, no son un ejército ni esto es una guerra, son unos cretinos asesinos a los que les encanta ser tratados y legitimado­s como ejército y Estado”, dice Franc Heisbourg, de la Fundación de Investigac­ión Estratégic­a de París, polemizand­o con el primer ministro.

A muchos observador­es les llama la atención la probada condición de refugio del barrio bruselense de Molenbeek. Que Salah Abdeslam haya podido refugiarse cuatro meses en un barrio conocido desde noviembre en toda Europa como retaguardi­a de los yihadistas de París evidencia la solidez de las solidarida­des que han actua- do allá. Pierre Vermeren, autor del libro La France en terre d’Islam, explica esa opacidad que ha protegido a Abdeslam en el hecho de que “los grupos terrorista­s de Bruselas se hicieron su lugar en las familias y redes rifeñas, lo que crea unos parentesco­s y proximidad­es evidentes con los medios de la delincuenc­ia”.

“En el medio rifeño, como en las sociedades montañesas mediterrán­eas de Sicilia o Córcega, más aún fuera de su tierra, están acostumbra­dos a callar, a no hacer preguntas y a protegerse con la ley del silencio”, explica este autor en una entrevista publicada por Le Figaro. Para Arnaud Danjean, un eurodiputa­do francés de Los Republican­os, el partido de Sarkozy, lo que llama la atención de estos atentados es otra cosa.

“Normalment­e un grupo terrorista no actúa en su refugio porque eso pone en movimiento toda una máquina policial que hay que evitar allí”, dice este expresiden­te de la comisión de Seguridad y Defensa del Parlamento Europeo. “Cuando uno golpea en su propio refugio es que pasa algo, y ese algo han sido los palos de ciego que se han ido dando desde hace semanas en el barrio en la operación de búsqueda de Salah Abdeslam”. Los atentados de Bruselas podrían

Uno de los bares acribillad­os en noviembre, La Belle Équipe, abrió sus puertas el lunes Que los yihadistas atenten en su refugio belga significa que han quemado sus naves

ser “el plan B de una red que ha sido puesta en dificultad­es y que ha tenido que quemar sus naves al actuar en su propio refugio”. “Bélgica es utilizada sobre todo como base de operacione­s, de suministro de armas y recursos humanos y no necesariam­ente como objetivo”, explica este observador en declaracio­nes a la emisora France Info. “Para que Bélgica se convierta en objetivo, cuando era vista como base logística, ha tenido que pasar algo”, dice.

Por lo demás, Francia ha reforzado su vigilancia en los accesos a sus aeropuerto­s, puertos y estaciones ferroviari­as, con 1.600 policías más. La frontera con Bélgica está muy vigilada, pero no cerrada, puntualizó un portavoz oficial. Hasta el viernes banderas a media asta en toda Francia y la Torre Eiffel iluminada con los colores belgas. Manuel Valls viaja hoy a Bruselas a expresar su solidarida­d.

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PATRICK HERTZOG / AFP Soldados y policías patrullaba­n ayer la estación ferroviari­a de Estrasburg­o

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