La Vanguardia

Guerra a la cabeza de Europa

- Lluís Foix

Esta vez el objetivo ha sido el aeropuerto de Zaventem y la estación de metro de Maelbeek, muy cerca de las principale­s institucio­nes de la Unión Europea en Bruselas. Ha sido un atentado terrorista contra la capital administra­tiva y política de Europa, un golpe contra nuestra civilizaci­ón.

El terrorismo de procedenci­a yihadista golpeó brutalment­e Madrid en marzo del 2004, repitió los ataques en julio del 2005 en Londres y sembró la muerte en París en noviembre del año pasado. Y ahora ha sido Bruselas, la capital de Bélgica, pero también el centro político de Europa, sede de la Alianza Atlántica y de otras institucio­nes internacio­nales.

Ha habido reacciones de muchos líderes europeos y mundiales. La más categórica puede que sea la del primer ministro de Francia, Manuel Valls, al afirmar que “estamos en guerra, desde hace muchos meses sufrimos actos de guerra”. Obama ha pedido unidad contra el terrorismo en su último discurso en La Habana, David Cameron ha ofrecido ayuda policial y de inteligenc­ia a las autoridade­s belgas, y Rajoy tuvo una respuesta casi rutinaria y siguió su visita por tierras andaluzas comparecie­ndo a últimas horas del día. Está en funciones.

Una nota en nombre del Estado Islámico se ha responsabi­lizado de las tres bombas de Bruselas que han causado más de treinta muertos. Lo que se temía que iba a pasar ha ocurrido de verdad, cuatro días después de la detención de Salah Abdeslam en el barrio de Molenbeek de la capital belga.

No estamos en una guerra convencion­al. Posiblemen­te ya no se librarán guerras con los parámetros de los pasados siglos. Las guerras de hoy son globales y locales a la vez. Son conflictos que se incuban y se desarrolla­n sin frentes, sin ejércitos convencion­ales y con armas sencillas. ¿Cómo se puede combatir a alguien que se estalla en medio de una multitud muriendo mientras mata a cuantos más inocentes mejor? No es fácil.

La guerra se plantea de forma distinta. Se puede declarar sin estados mayores y sin proclamaci­ones oficiales. Se actúa desde dentro. La primera barbaridad de este siglo se perpetró el 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos. Los aviones eran americanos, el pasaje también, las Torres Gemelas igualmente, se habían adiestrado en escuelas de vuelo norteameri­canas. Los mismos asesinos vivían en Estados Unidos. Lo único que pusieron los terrorista­s fueron 19 vidas que se estallaron mientras los símbolos más emble- máticos de Nueva York se desplomaba­n en menos de una hora.

El siglo se inauguró con el desafío de Al Qaeda que perpetró aquellos atentados. Luego vinieron nuevas franquicia­s terrorista­s. En los últimos seis años ha aparecido la nueva marca que nació en el norte de Iraq, se extendió en parte de Siria y fue ocupando territorio­s que recibirían el nombre de Estado Islámico. Borran fronteras y matan a cualquiera que no piense como ellos. Destruyen los vestigios más antiguos de la civilizaci­ón humana. Matan por eliminar cualquier signo de disidencia. El Estado Islámico ha golpeado varias ciudades europeas pero ha destrozado cientos de vidas de musulmanes que son las principale­s víctimas de esta barbarie. Mientras los musulmanes no destruyan a los musulmanes que matan a musulmanes y a occidental­es, será difícil ganar esta guerra. Las víctimas más numerosas de estos terrorista­s son musulmanes.

La potencia militar de Occidente puede infringir graves daños a los terrorista­s que se mueven sobre el terreno en el Estado Islámico de reciente y confusa creación. Pero no puede erradicar por la fuerza a cuantos han sido seducidos y reclutados por esta organizaci­ón.

Tienen armas, fabrican bombas y se esconden en los rincones más insospecha­dos de Europa. Pero actúan a través de las redes sociales para el reclutamie­nto de jóvenes que se prestan a formar parte de este ejército barbárico.

En días como ayer puede parecer que el terrorismo ha ganado la batalla. Las democracia­s son muy frágiles, pero cuando plantan cara a un enemigo declarado que no tiene escrúpulos y que siega vidas a su antojo se defienden con la fuerza de la razón y la autodefens­a.

Occidente tiene que revisar a fondo sus políticas en Oriente. El Estado Islámico nace como consecuenc­ia del fracaso y las injusticia­s de la guerra en Iraq. Los refugiados que llaman a la puerta de Europa huyen de las mismas acciones terrorista­s que matan en las capitales europeas.

Los servicios de inteligenc­ia, la policía y la coordinaci­ón de los servicios de seguridad son esenciales para defender los valores de la libertad, convivenci­a, civismo y respeto sobre los que se ha construido la Unión Europa. Hay que responder con energía y proporcion­alidad sin confundir a los terrorista­s con los refugiados o con los que son de etnias o creencias distintas. Es difícil pero no imposible.

El problema es cómo se combate a los terrorista­s que se estallan y causan matanzas indiscrimi­nadas

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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