El gran héroe del sistema
Cuando el guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster crearon a Superman en 1938, lo concibieron como un superhombre que encarnara todas las virtudes del ser humano. Superman era increíblemente poderoso y en sus primeras aventuras se dedicaba a luchar contra los verdaderos villanos de la América de los años treinta: políticos corruptos y empresarios abusivos. Era un héroe del pueblo que se enfrentaba a las injusticias del mundo real, pero que además era, a todos los efectos, un inmigrante venido del espacio exterior, un alienígena que se integraba en la humanidad bajo el disfraz del estadounidense medio que era Clark Kent.
Su origen se ha leído en clave de parábola, lo cual tiene sentido si atendemos al de sus crea- dores, ambos judíos: Superman es, en cierta medida, un salvador mesiánico. Pero también es el último hijo de un planeta que la guerra y el odio llevaron a la destrucción, y su pasado es una advertencia sobre nuestro futuro.
Criado por un matrimonio de granjeros del Medio Oeste, Superman representaba el sueño americano filtrado por la política del New Deal de Roosevelt. Su sencillez, honradez y nítidos valores morales fueron la brújula de un personaje que incluso llevó ante la justicia internacional a Adolf Hitler y Josef Stalin. Finalizada la segunda guerra mundial, DC Comics apartó a Superman de la realidad política y social para hacerle vivir aventuras fantásticas contra coloridos y extravagantes supervillanos.
Sin embargo, su moral permaneció intacta, incluso cuando los años ochenta llevaron al género de los superhéroes a una oscura mayoría de edad. En esos tiempos más cínicos fue cuando los valores de Superman se hicieron más evidentes: es el gran héroe del sistema, alguien que, pese a sus poderes ilimitados, jamás se toma la justicia por su mano. Superman podría terminar con la guerra, el hambre y la pobreza, pero escoge no hacerlo porque el libre albedrío de la humanidad es para él un valor sagrado. Es su elección, y también la tragedia con la que tiene que vivir.
Es el último hijo de un planeta al que la guerra y el odio llevaron a la destrucción