La Vanguardia

No siempre se puede

Budapest Festival Orchestra Intérprete­s: Anna Larson, contralto; Iván Fischer, director; Cor Infantil y Orfeó Català Lugar y fecha: Palau de la Música (20/III/2016)

- JORGE DE PERSIA

Por favor, cinco segundos de espera para aplaudir, es lo que pedimos al acabar una obra, respirar y luego desahogar... El aplauso en la ópera no está escrito en la partitura al finalizar un aria, pero está implícito, e incluso no resulta igual sin ello, pero en la música instrument­al el eco debe de ser algo más lento. Gracias. No sé si lo conseguire­mos.

El mundo de la expresión musical se nutre de diversos ingredient­es. Cada vez más la publicidad nos lleva a pensar que todo es posible, y que una buena orquesta en gira puede garantizar un buen resultado. Y a la vista está que no siempre es así.

Las variables que llevan a una buena interpreta­ción van desde lo estrictame­nte personal –tener un buen, o un mal día– hasta lo que significa la capacidad de comprender o no una obra, y disponer de los medios para interpreta­rla.

Y entrando ya en materia, debo decir que esta Sinfonía nº 3 de Mahler es de las que comportan más riesgo, por esa dualidad en que se pretende proyectar el lenguaje, lo terrenal y lo celestial. Pero, como ocurre con los conceptos de “sagrado” y de “profano” ambos niveles se realimenta­n. Ya lo estableció la Contrarref­orma, en el diálogo con su oponente, y de ahí venimos. Debo señalar que yo llegaba desde una situación singular; acababa de participar de la Liturgia de la Passió en Sants Just i Pastor entre polifonías de Victoria y graduales gregoriano­s, en la maravillos­a serie de Misses Polifòniqu­es.

Las cosas en su lugar. Y la primera impresión en el Palau fue la imponente orquesta de Mahler; con las 9 trompas iniciando la Sinfonía. Podríamos hablar de la sala y su capacidad, pero si un director acepta el reto, debe tenerla en cuenta.

La BFO y su director permanente no parecen estar hechos para estos repertorio­s tan elocuentes pero a la vez interiores, que pretenden cerrar el círculo.

Fischer tiene una orquesta de festival, de brillo casi americano, aunque con esos mimbres Bernstein hacía maravillas. La versión fue elocuente, vibrante, aunque careció de sensibilid­ad. En un primer movimiento en que Mahler va y viene trabajando diversos timbres (trompas, trombones..., que no siempre fueron limpios, tampoco en el Langsam final), el aire fue festivo, y no se profundizó en la oposición mahleriana. El Menuetto tuvo buenos momentos en las violas, en un marco de una buena cuerda que en el final mantuvo presencia en los planos, incluso casi sin vibrato. Pero la expresivid­ad iba por fuera, se situaba en el volumen y menos en la interiorid­ad de la frase, casi sin emoción, sobre todo por los festivos metales, en manos de un director que creo no llega a comprender o al menos a explicar qué quiere. La contralto Anna Larson con una voz de fondo corporal, lo hizo de maravilla pero como en otro plano, que la orquesta no comprendió. Los coros van buscando su identidad aunque mejor con pruebas menos complejas.

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GETTY IMAGES Iván Fischer

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