La Vanguardia

El premio del depredador

- Albert Gimeno

En esta Liga nuestra de las estrellas, de colosos mundiales, de figuras de primer nivel dentro y fuera del campo, adquiere esta semana especial relevancia un obrero de las áreas. Aritz Aduriz, delantero centro del Athletic de Bilbao, ha logrado eclipsar, aunque sea por un día, el omnipresen­te reinado de Messi en el planeta del balompié y del persistent­e combate de Cristiano Ronaldo por ocupar ese mismo puesto. La llamada del selecciona­dor ha sido un premio para el jugador guipuzcoan­o, un premio al esfuerzo, al sentido común, al trabajo sin aspaviento­s. En definitiva, el caramelo para quien hace de su profesión algo muy serio.

Aduriz es un veterano con el brillo de un jovencito. Tiene 35 años –demasiado para un delantero– pero pasa por el mejor momento de su carrera. Es más listo, está más afinado, pelea y rinde como un crack fichado a golpe de talonario. Quizás en la soledad del vestuario, al delantero vasco se le escape una media sonrisa al repasar los episodios de su trayectori­a futbolísti­ca. Nada ha sido fácil. Ha goleado en todos los equipos por los que ha pasado –Athletic, Valladolid, Mallorca y Valencia– y siempre ha ofrecido la versión más sudorosa del rendimient­o. Un jugador de mono azul en su esfuerzo pero luminoso en su repertorio de recursos, no siempre muy valorados. Ya se sabe que un delantero nacional debe hacer mucho más para convencer a la afición. Aduriz lo ha conseguido. No juega en el Barça ni en el Madrid y, aunque es obvio que no es ni Messi ni Cristiano, es uno de los delanteros españoles más deseados para que ocupe el eje del ataque en la próxima Eurocopa.

Es un tipo sin ruido. Baja el balón,

Aduriz es como un rifle con silenciado­r al que a sus 35 años le toca saborear lo mejor de su carrera en el área

lo gestiona, lo remata y celebra. Como un rifle con silenciado­r. Y así, golpe a golpe, ha ido sumando experienci­a y puliendo su mejor versión hasta llegar a sus 35 años con todas las opciones para ser alguien clave en la selección española.

Su nariz afilada y su mirada de depredador acaban por definir su tarjeta de visita. A su edad no parece el típico tipo con ganas de perder el tiempo. A él le preocupa volar por encima de los defensores y clavar un testarazo letal. De eso saben mucho los aficionado­s del Athletic que, en su tercera aventura con el conjunto vasco, han podido comprobar que Aduriz derrocha entusiasmo y eficacia. En el escenario mundial del deporte más seguido del planeta es imprescind­ible la existencia de cracks absolutos, artistas, futbolista­s metalúrgic­os, defensas con espolones, porteros como gatos y tipos honestos a los que sólo les importa engordar su hoja de servicios. Con ellos no va ni el Periscope ni las escapadas a Marruecos. Su viaje está en el área.

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