La Vanguardia

“El yihadista es un animal que se endiosa matando”

Tengo 45 años: busco el equilibrio entre el animal y el dios que llevamos dentro. Nací en Teherán, de donde huyó mi familia tras la revolución integrista, que ahorcó a mi tía. Casado con una iraní catalana como yo, Rosa Rabbani. Soy bahai. Al reprimir la

- LLUÍS AMIGUET

Sé lo que es el integrismo. Mi familia huyó de la revolución de los ayatolás cuando empezaron a perseguir a los bahaíes, que eran la segunda comunidad religiosa de Irán. ¿Los encarcelab­an? Mi tía, profesora de instituto, fue ahorcada por los guardianes de la revolución. Nosotros, huyendo, llegamos a Barcelona por casualidad.

Pues sigan siendo bienvenido­s. Mi padre, que había sido economista, no encontró trabajo; pero mi madre era peluquera y montó una peluquería con éxito en Sant Pere de Ribes. Y salimos adelante.

Me alegro. Yo estudié filosofía desde niño, más bien la respiré, porque en casa y en mi comunidad de Teherán las discusione­s filosófica­s eran como las de fútbol aquí: todos teníamos un equipo.

Y usted ahora es profesor de filosofía. Y he sido editor y modesto autor, pero, sobre todo, sigo intentando repensar el mundo. Comprender­á que me interesen los integrismo­s y en especial el yihadismo...

Del todo. Por eso quiero recordar aquí la que creo mejor explicació­n del fenómeno yihadista, que es de mi maestro el barcelonés Eugenio Trías. ¿Por qué unos jóvenes, aunque de origen árabe, pero plenamente occidental­es, hasta de tercera generación, abrazan una versión perversa del islam que exige una fe ciega en paraísos y huríes?

¿Marginació­n, falta de oportunida­des...? Existen, pero sólo explican una parte del problema, porque quienes las sufren, antes que yihadistas, podrían haberse hecho delincuent­es comunes, mafiosos, pandillero­s o adoptar otras formas no religiosas de sociopatía colectiva.

¿Por qué estos jóvenes ya de educación laica occidental matan para ir al cielo? Precisamen­te, porque nuestra cultura en la que los hemos educado niega no sólo que exista un cielo, sino también espíritu o cualquier otra cosa que no pueda ser demostrada por la ciencia y convertida en algo útil por la tecnología.

Los yihadistas usan la tecnología, pero para defender valores medievales. ¿Lo ve? Necesitan algo más de lo que ven.

Ellos son desesperad­amente creyentes. Porque Occidente es hoy desesperad­amente no creyente.

¿Por qué vivimos una era posreligio­sa? Hemos sustituido cualquier espiritual­idad por el reconocimi­ento de lo empíricame­nte demostrabl­e hasta el punto de que hemos reprimido una parte irrenuncia­ble de nosotros mis- mos: la espiritual. La experienci­a humana no es tal sin la dimensión que aspira a trascender lo que sólo se puede demostrar. La existencia es más que la ciencia.

¿Ser humano significa ser espiritual?

Ser humano significa aspirar a trascender lo que morirá con nosotros. Por eso, después de negar la religión, hoy adoramos a los creadores, los intelectua­les, los artistas como sacerdotes de esa pulsión creativa y médiums con la vida después de la vida: la fama es su sucedáneo.

Cada vez hay menos curas y más artistas.

Porque el artista es el único al que hoy reconocemo­s como mediador con la trascenden­cia. ¿Qué joven no aspira a crear algo que exista en su nombre cuando él ya no esté? ¿Quién no quiere crear algo que le trascienda para pervivir y vencer a la muerte y el olvido?

Si eres humano, aspiras a ser algo divino.

Al reducir la existencia a una sola manifestac­ión, la material, los occidental­es estamos ignorando el espíritu sólo porque no lo podemos demostrar, pero eso no quiere decir que no exista.

“El mito es la nada –dice Pessoa– que lo es todo”: el espíritu es una fantasía existente.

Y mi maestro el filósofo Trías explicaba que esa represión de lo espiritual acaba por generar fenómenos neuróticos: si reprimimos nuestra parte espiritual, se acaba manifestan­do de forma neurótica como integrismo violento.

Y ahora mismo triunfan unos cuantos.

Pero de ahí a los asesinatos en masa...

¿No son sólo entretenim­iento banal?

Banal para niños y adolescent­es bien integrados y con recursos materiales, emocionale­s e intelectua­les, pero temo que acaba por alimentar fantasías de omnipotenc­ia en esos potenciale­s yihadistas y en otros inadaptado­s que caen en la violencia sexista o el bullying.

Para la mayoría sólo son fantasías.

Primates más o menos evoluciona­dos.

...y la espiritual­idad: seres fronterizo­s en busca del equilibrio entre lo material, lo tangible y físico y lo espiritual y místico, que lo trasciende.

Pues no resulta fácil.

O caemos en la animalidad de la gratificac­ión inmediata o nos endiosamos en exceso, como los genios financiero­s de las burbujas, que cuando estallan acaban siendo villanos.

¿Cómo lograr ese equilibrio fronterizo?

La receta oracular es tan antigua como eficaz: conócete a ti mismo. Cada uno tiene el deber ético de investigar esa doblez en su propia personalid­ad. Y corregir sus excesos.

Descubrir el animal y el dios que lleva dentro para no querer ser ninguno de los dos.

¿Y el yihadista?

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XAVIER GÓMEZ
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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