Lluís Pasqual
DIRECTOR TEATRAL
Lluís Pasqual se atreve con su primer Eduardo de Filippo y lo hace por partida doble. En A teatro con Eduardo reúne dos obras del napolitano llenas de teatro dentro del teatro y de una reflexión sobre la necesidad de engañarse para vivir.
Lluís Pasqual se lanza a montar su primera comedia de Eduardo de Filippo. Y, ya puesto, lo hace por partida doble. El director del Teatre Lliure estrena el próximo día 30 A teatro con Eduardo, un montaje de dos horas que no contiene una pieza del gran autor napolitano fallecido en 1984 si no dos: el primer acto de Home i senyor –de hecho, el sketch que dio origen a la obra– y, luego, entera, La gran il·lusió. Dos comedias llenas de teatro dentro del teatro y hoteles: en la primera una compañía ensaya desastrosamente una obra en un hotel... y en la segunda los clientes de un hotel se convierten en el público de un espectáculo de magia. Pero además, en el caso de La gran il·lusió, su historia habla sobre la posibili- dad, muchas veces la necesidad, de aferrarse a la ilusión, de engañarse o dejarse engañar, de crear una realidad paralela para no enfrentarse al áspero mundo real.
Y es que en La gran il·lusió el mago Otto Marvuglia, un muy convincente embaucador encar- nado por Jordi Bosch, tiene un espectáculo de poco presupuesto en un gran hotel termal para burgueses acaudalados. En él está el celosísimo Calogero di Spelta –al que da vida Ramon Madaula–, siempre preocupado de que su mujer, la guapa y joven Marta –Laura Aubert–, pueda irse con otro. Y lo hará: llegará a un acuerdo con el mago, que la hará desaparecer en su espectáculo dentro de un sarcófago egipcio... para no volver a aparecer. Será el momento a partir del cual la labia del mago se ponga en acción para crear una realidad paralela para el marido, del que se convertirá en asesor, al que convencerá de que su mujer sigue ahí, de que simplemente quedó atrapada en una caja, y con el que vivirá en su casa... durante cuatro años.
“Es una obra maestra”, dice Ramon Madaula, que explica que su personaje, el marido, en vez de aceptar la realidad, que su mujer se ha ido, para no caer en la depresión –que cae–, se deja engañar por las explicaciones del mago, que le dice que su mujer no le ha abandonado, que todo es una ilusión y que el tiempo no pasa. Y, explica, aunque acabará acusando al mago de estarle engañando, “al final no querrá jugar el juego de la realidad si no de la fantasía”.
Pasqual, que define la obra como una peladilla de las que antes se regalaban en los bautizos, dulce por fuera y con almendra
La mujer del protagonista huyó mediante un truco de magia, pero él prefiere creer que sigue ahí
amarga dentro, dice que “al final se nos pregunta si es mejor afrontar la realidad o fabricarse una ilusión... ¿Quién no tiene derecho a inventarse una para vivir?”. El director, que dice que hacer una obra de De Filippo es siempre una fiesta del teatro, con esa ironía benéfica napolitana, señala que en esta pieza es donde Eduardo de Filippo está más cerca de las obras del Nobel Pirandello, examinando la frontera entre la ilusión y lo que es real.
La obra, que cuenta en el reparto, entre otros, con Mercè Sampietro, Marc Rodríguez y Albert Ribalta, tiene por supuesto, ¡es Nápoles!, canciones napolitanas cantadas, sonríe Pasqual, “por el vocalista de la orquesta Metropol”, al que encarna Robert González. Y además hay música original de Dani Espasa.
Madaula ofrece una clave más de la obra: la han interpretado, por indicaciones del director, como si los personajes fueran dibujos animados de Disney, con toda la carga de melancolía y poesía del texto pero con la distancia que da que esos protagonistas sean dibujos animados, no personas. En un tono no trágico. “Son como Dumbo”, dice divertido. “No es una parodia, ni esperpento, ni farsa. El público se ha de emocionar con nosotros, no nos hemos de poner a hacer tragedia en ningún momento”, concluye.