El taxi equivocado
Los terroristas del aeropuerto dejaron una cuarta bomba en casa: no cabía en el maletero
Habían pedido una furgoneta, pero la compañía de taxis les envió una berlina. Errores o malentendidos como estos no son extraños en Bruselas, pero el que el martes por la mañana cometió la centralita que mandó un taxi al nú- mero cuatro de la calle Max Roos del barrio de Schaerbeek puede haber salvado algunas vidas.
De allí salieron, rumbo a Zaventem, los tres terroristas que poco antes de las ocho de la mañana se hicieron estallar en la terminal de salidas del aeropuerto internacio- nal de Bruselas. Habían pedido un vehículo grande porque pensaban llevar cuatro bultos al aeropuerto. Tuvieron que dejar uno en casa y subirlo hasta el quinto piso, donde vivían. El cuarto no cabía en el maletero. Todas las maletas iban cargadas de explosivos. Finalmente detonaron dos. La tercera apareció intacta y fue desactivada por la policía aquella mañana. Las explosiones causaron 11 muertos y decenas de heridos, un balance que podría haber sido más grave si se hubieran llevado todos los explosivos que tenían preparados.
Además de un error providencial, en esta historia hay un ciudadano alerta, un testigo que ha sido clave para la investigación: el taxista que los llevó al aeropuerto. La conducta de los tres hombres llamó su atención. Notó que las maletas eran muy pesadas y le extrañó que no le dejaran ayudarles a ponerlas en el carrito. El chófer se quedó con sus caras y su dirección. Cuando minutos después dos explosiones sacudieron la terminal de salidas del aeropuerto, tuvo la intuición de que podían tener algo que ver. Se
Los terroristas usaron un edificio poco habitado del barrio de Schaerbeek para fabricar sus bombas
puso en contacto con la policía, avisó de que podía haber un explosivo más en el aeropuerto y los llevó al piso de Schaerbeek.
La redada policial sorprendió en casa al colombiano Jairo Valderrama, también vecino del quinto. “La policía nos sacó a mí y a mi hija por el balcón, fue muy tremendo”, contaba ayer en la puerta de su casa, impactado pese a haber vivido en lugares de guerrillas en Colombia. Sólo recuerda cruzarse con un ocupante del piso, “uno flaquito”. “Eran cuatro”, pero sólo uno habla- ba, sostiene Alejandrino, el albañil encargado de las obras en los pisos. Los define como “gente normal” y cree que llevaban dos meses y medio viviendo allí.
En el interior del piso, los agentes encontraron un auténtico arsenal para confeccionar bombas: 15 kilos de explosivos tipo TATP, 150 litros de acetona, 30 litros de agua oxigenada, detonadores, una maleta llena de clavos viejos... El edificio está en fase de renovación y sólo seis de los diez apartamentos están ocupados. En el quinto derecha se cree que vivía Ibrahim el Bakraoui, un belga de 29 años con antecedentes penales, identificado oficialmente como uno de los terroristas del aeropuerto; según el albañil del edificio, también vivía allí su hermano Khalid, el terrorista del metro de Bruselas. Otro de los terroristas del aeropuerto, identificado oficialmente, era Najim Laachraoui, un belga entrenado en Siria; electromecánico de profesión, se le buscaba por haber fabricado las bombas de París. En Bruselas terminó su mortífera carrera.