El misionero que siempre está ahí
Mason Wells, mormón de 19 años, sale herido del atentado de Bruselas después de experimentar el horror en Boston y París
Este hombre, pese a su juventud, siempre parece estar ahí. Le persigue la tragedia. La historia de Mason Wells, misionero mormón de 19 años, se ha convertido en una especie de símbolo de la resistencia de los estadounidenses a las adversidades más terribles.
En abril del 2013, Mason acompañó a Boston a su madre, Kimberly. Fue con ella para darle ánimos en el maratón. Él se ubicó a una manzana escasa del lugar donde los hermanos Tsarnaev hicieron explotar sus bombas caseras con el resultado de tres muertos y decenas de heridos.
El pasado noviembre también se encontraba en París, aunque en un barrio alejado, al registrarse el ataque armado contra una sala de conciertos y varios restaurantes, con 130 muertos.
Este martes acudió al aeropuerto de Bruselas junto con otros tres predicadores de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Se dirigieron a las instalaciones de Zaventem para despedir a la hermana Fanny Rachel Clain, de 20 y natural de Montélimar (Francia). Ella viajaba a Ohio, para incorporarse a la misión de Cleveland.
Había franqueado el control de seguridad cuando se produjeron las dos explosiones. Clain sufrió quemaduras menores y algunos cortes. “Ha sido un milagro que haya salido con vida”, declaró a la NBC Chad Wells, el padre de Mason. “Estaba a escasos metros de donde se ha producido una de las detonaciones”, prosiguió.
En esta ocasión, Mason figura en la lista de los cientos de heridos por este atentado. No ha sali- do indemne como en las otras dos ocasiones, pero las lesiones se limitan a una pierna y a algunas abrasiones en la piel.
“Mamá, estoy bien”. Esta es la frase que, de entrada, le dijo a su madre en su llamada telefónica. Le acaban de operar para reparar una fractura del talón. Su familia reside en Utah, en la localidad de Sandy. “Estaba ansiosa por saber más, pero parecía groggy”, añadió la madre. “Tenía voz de estar algo desorientado, pero hablaba correctamente”, matizó el padre. “Ha sido magnífico escucharle una conversación corta pero hemos visto que no está mal, está vi- vo y se recuperará. Nos ha dicho que se halla bien, con paz, amor y armonía”, insistió Chad.
Los otros dos colegas, los misioneros Richard J. Norby, (66) y Joseph Dresden Empey (20), ambos de Utah, también figuran en la lista de los al menos nueve estadounidenses heridos en este ataque. Entre otros, uno de los sobrevivientes es un miembro de las Fuerzas Armadas de EE.UU. Así lo confirmó el Pentágono. No dio nombre alguno pese a que de forma oficial se indicó que el uniformado formaba parte del comando conjunto de la OTAN.
Sin que se haya identificado
víctima mortal alguna de esta nacionalidad, algunos medios sostienen que hay dos hermanos de los que no se sabe nada y que hablaban por teléfono con la familia en el momento de la detonación.
Los terroristas del aeropuerto de Bruselas podrían tener a los estadounidenses en el punto de mira, según dijeron ayer legisladores del comité de inteligencia del Congreso. Su consideración surgió a partir de la certificación de que las explosiones tuvieron lugar muy cerca de los mostradores de compañías de EE.UU.
Otro de los testigos, Jeff Hoffman, estaba allí porque fue a despedir a su novia, de regresó a su hogar en Filadelfia. “Tras el primer estallido hubo gritos, el segundo provocó los muertos”, explicó ayer a la NBC. “Saqué fuerzas del ejemplo de mi cuñado, que sobrevivió al atentado del 11-S del World Trade Center, él se hallaba en la torre sur”, dijo.
Hoffman salió ileso, a diferencia de Mason Wells. “Es la tercera vez –subrayó su padre–que experimenta una conexión con un ataque terrorista. Vivimos en un mundo peligroso en el que no todos son personas fraternales”.