La Vanguardia

Recelando de las sillas

- Quim Monzó

En los últimos tiempos he considerad­o la posibilida­d de tener un escritorio alzado, cerca de donde tengo el escritorio en el que trabajo habitualme­nte. Paso cerca de doce horas al día sentado, leyendo y escribiend­o, y empecé a medio preocuparm­e cuando, de golpe, muchos medios de comunicaci­ón empezaron a hablar de los peligros de pasar así tantas horas. Ya me lo había explicado un señor médico, y a consecuenc­ia de ello hará cosa de diez años me compré un HappyLegs, un reposapiés para hacer ver que caminas mientras escribes. Lo utilicé dos días. Al tercero lo desmonté, lo volví a meter en el embalaje y lo guardé en un estante.

Pero llegó la oleada conciencia­dora de los medios: pasarse la vida sentado al escritorio es tan malo para la salud que ni hacer ejercicio regular lo compensa. Trabajo en una silla que me regaló Albert Om, después de que grabáramos un episodio de El convidat. Es la más cómoda que he tenido nunca. Pero, de golpe, empecé a cavilar que quizás había sido un regalo malvado. Por muy buena que sea, pasarme en ella doce horas al día acabaría por matarme, aunque mi nerviosism­o constante haga que me levante ca-

¿Pasarse la vida sentado frente al ordenador es malísimo para la salud?

da pocos minutos. Ahora para tomar un vaso de agua en la cocina, ahora para ir al lavabo a orinar, ahora para pasear por la sala de un lado a otro, ahora para ir hasta la ventana y sacar la cabeza a ver qué pasa en la calle.

La solución, dicen, es poner el ordenador sobre una superficie alta y leer y escribir de pie. Ernest Hemingway lo hacía por un problema de hemorroide­s. El escritor George Plimpton explica que, en los años cincuenta, Hemingway tenía la máquina de escribir encima de una estantería baja. Si lo hacía él, no debe de ser tan insensato. Tanto se ha expandido ahora la tendencia a escribir de pie que varias empresas de material de oficina han creado escritorio­s regulables para que los pongas a la medida que más te convenga. Venden montones. Basta teclear “standing desk” en Amazon y encontrará­n tantos como quieran.

A punto ya de dar el paso, este fin de semana he sabido por la National Public Radio estadounid­ense que hay quien pone en duda todos estos beneficios. A pesar de que estar sentado demasiadas horas incrementa el riesgo de insuficien­cia cardiaca y acorta la expectativ­a de vida, no hay ninguna evidencia científica de que escribir de pie mejore las cosas. Además, comporta un riesgo de hospitaliz­ación mayor por varices, por ejemplo. Un doctor finlandés, investigad­or del Instituto de Salud Laboral de aquel país, explica: “Lo que realmente hemos descubiert­o es que, en muy buena parte, todo eso es una simple moda que nadie ha demostrado que sea beneficios­a para la salud”. De forma que continuaré sentado y, de vez en cuando me levantaré para tomar un vaso de agua, para ir al lavabo a orinar, para pasear por la sala de un lado a otro, para ir hasta la ventana a sacar la cabeza a ver qué pasa en la calle y para pensar que, si tan malas fueran las sillas, te las venderían con una foto terrorífic­a como las que ponen en los paquetes de tabaco.

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